Las leyes de la moral cósmica. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Название Las leyes de la moral cósmica
Автор произведения Omraam Mikhaël Aïvanhov
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9788412406856



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científicos que nadie pueda refutar.

      Yo no estoy en contra del placer. Es legítimo querer el placer, pero ¿por qué no añadirle al placer otro elemento para que cuando el hombre y la mujer se unan produzcan una chispa, una luz? Solos, no podemos producir la luz. El hombre y la mujer se buscan, porque la mujer, sola, no puede tener un hijo; y el hombre tampoco. Pero cuando los dos se unen, surge la chispa, el hijo. Lo mismo sucede interiormente; sin el pensamiento, el placer o el sentimiento está incompleto. Ahí tenéis otro argumento científico. ¿Por qué actuar sin el otro compañero que está ahí, dentro de nosotros: la inteligencia? La inteligencia no puede hacer nada sin el poder del sentimiento, y el sentimiento no puede hacer nada sin el poder de la inteligencia.

      No soy tan estrecho o puritano, sólo miro las cosas desde otro punto de vista. Si fuese útil, si fuese estético, constructivo, yo sería el primero en aplaudir todas estas reclamaciones de la juventud. Observad a los nudistas, no les he acusado, no les he condenado; pero lo que no me gusta en ellos, es que, con el pretexto de aire, de sol, de libertad, hay otra cosa en su cabeza y su manera de vivir no es irreprochable. No estoy en contra de sus ideas que son verídicas y que están conformes con la naturaleza, sino de su aplicación, que no está a punto. Si estuviese verdaderamente a punto, yo sería el primero en predicar el nudismo.

      Por otra parte, todo eso no es nuevo, incluso se han visto cosas peores. En todos los tiempos, ha habido gente que se ha juntado para entregarse al desenfreno, e incluso en París, hace una decena de años, una Rusa, Naglowska, introdujo prácticas de magia sexual. Se ponía en el centro de un círculo de parejas que hacían el amor, con el pretexto de que ella sabía recoger las fuerzas fluídicas que emanaban de ellas para producir fenómenos magníficos con estas fuerzas. Que hay fuerzas que se desprendan, esto es seguro; pero que una pobre chica desequilibrada sea capaz de transformarlas, ¡eso no! Pueden contar todo lo que quieran, pero conmigo, esto no sucede. Yo hago un análisis, peso, selecciono, y no puede pasar nada que no sea verídico.

      Algún día, si la juventud llega a esta comprensión, quedará horrorizada del abismo que se presenta ante ella, y quizá sea ella la que dé la voz de alarma, la que haga sentar la cabeza al mundo entero. Yo lo espero, lo deseo. De momento, no sabe, y los adultos no le han aclarado las cosas, porque tampoco ellos las tienen claras; así que, ¡es tan normal que se dejen guiar por sus deseos, por sus tendencias! ¿Qué hay en ello que sea tan reprensible? Sí, pero si añadimos el verdadero saber iniciático, se contentarán con saborear el placer en dosis homeopáticas, y la cosa será diferente. Todo puede ser una medicina, incluso el placer; pero si tomáis demasiado, o con gente sucia, seréis envenenados.

      Bonfin, 4 de agosto de 1968

      8 El yoga de la nutrición, Col. Izvor nº 204, cap. IX: “La ley de los intercambios”.

      9 Un futuro para la juventud, Col. Izvor nº 233, cap. XII: “Compararse con los más grandes para evolucionar”, y cap. XIII: “La voluntad sostenida por el amor”.

      10 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 14, cap. XXVII: “La juventud ante el problema del amor”.

      11 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. III: “El Sol, fuente del amor”.

      12 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. XVI: “Vivir con amor”.

      III

      La actividad creadora como medio de evolución

      Al observar los acontecimientos, porque, como estoy en el mundo no puedo dejar de ver lo que sucede, constato que, cada vez más, los hombres están perdiendo algo esencial. Eso se ve en muchos signos: ya no saben qué creer ni a dónde dirigirse, y a pesar de la cultura, de la ciencia, de los progresos en todos los campos, están cada vez más inseguros y confusos. Así que, en mi opinión (yo también tengo derecho a pronunciarme, puesto que todo el mundo se pronuncia), lo que les falta a los humanos es, un verdadero sistema filosófico.

      Como cada uno es libre de inventar o de creer lo que quiera, vemos aparecer toda clase de opiniones y de teorías extravagantes. Pero no existe un sistema en el que todo el mundo pueda apoyarse. O, mejor dicho, existe una tradición espiritual y moral, pero la mayoría ha dejado de creer en ella y se deja influenciar por todo lo que es deforme, pervertido, tenebroso. Los humanos no quieren nada de lo que es verdaderamente sensato, ordenado, armonioso, ya están hartos de todo esto, desean otra cosa... ¡para cambiar! Mirad solamente a los artistas: ¿por qué los pintores, los escultores, los músicos, los poetas se obstinan en reproducir todo lo que es feo, deforme, caótico? En el pasado, los artistas buscaban la belleza, la armonía, la perfección, la luz, pero ahora rechazan todo eso. Y aunque todavía hay gente que tiene principios, un ideal, les desprecian, piensan que no pueden hacer nada con ellos.

      Porque me acuerdo, puedo comparar lo que hoy sucede con la vida que viví en el pasado lejano, cuando el Reino de Dios existía en la tierra, la Edad de Oro, y la humanidad vivía en la paz, la felicidad y la abundancia... Un día, todo esto desapareció y el mundo cayó bajo la ley de la anarquía y de la violencia. Ya no hay sitio para el amor, la inteligencia, la bondad, la dulzura; el único dios, el único credo, es la violencia, la violencia bajo todas sus formas.

      Durante los acontecimientos de mayo, en París, cuando se produjo toda esa rebelión de la juventud, yo no estaba en Francia, pero toda mi alma velaba y estaba inquieta, porque tenía el presentimiento de que la guerra civil se acercaba. Ésta pudo ser evitada, gracias al Cielo. Después, hablé con algunos jóvenes y uno de ellos, en particular, me decía que la rebelión era el único medio de obtener un cambio, que todo el desarrollo de la historia muestra que para conseguir algo, para obtener una mayor justicia, una mayor libertad, los hombres siempre se han visto obligados a utilizar la fuerza y la violencia. O, si no, me decía este joven, hay que separarse de la sociedad para formar una pequeña sociedad aparte y vivir como uno desee. Yo le dije: “De acuerdo, pero hay una tercera solución...” De la primera solución, claro, la historia nos da más ejemplos. Pero, desgraciadamente, cuando se ha desencadenado un movimiento, ya no se puede controlar y va hasta el final; las pasiones, los instintos se desencadenan, hasta el punto de que la razón ya no puede intervenir para remediarlo. La segunda solución es, de momento, irrealizable. La juventud no tiene a nadie que pueda aconsejarla y guiarla para organizar otra sociedad. Pero existe otra solución, y es hacer, por ejemplo, como los hindúes, que con sus reclamaciones legítimas, lógicas, inteligentes, con el método de la no-violencia y de la dulzura, provocaron en el mundo tantas reacciones favorables que Inglaterra se vio obligada a ceder. Ante esta abnegación, ante esta fuerza moral de todo un pueblo, comprendió que, si seguía queriendo esclavizarlo, perdería todo su prestigio.