Название | El último viaje |
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Автор произведения | Terry Brooks |
Жанр | Языкознание |
Серия | Las crónicas de Shannara |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417525569 |
El enano lo miró con detenimiento y luego asintió.
—De acuerdo, tierralteño, pero yo también me quedo. Y no me lo discutas. Como tú bien dices, no tenemos tiempo para discutir.
Entonces, intercambió unas rápidas palabras con Obat, quien se volvió hacia su pueblo y empezó a gritar órdenes. Los rindge se reunieron en un abrir y cerrar de ojos, con sus pertenencias a cuestas. Guiados por un pequeño grupo de hombres armados, caminaron por un sendero estrecho del bosque hacia las colinas, en silencio y con determinación. Quentin se sorprendió al ver lo rápido que se habían puesto en marcha. No hubo titubeos ni confusión. Todo el mundo parecía saber qué tenía que hacer. Tal vez ya lo habían hecho otras veces. Quizá estaban mejor preparados para moverse de lo que Panax creía.
En cuestión de segundos, el claro se vació de gente y tan solo quedaron Quentin, Panax y más o menos una docena de guerreros rindge. Obat también había optado por quedarse. Quentin no estaba seguro de que fuera una buena idea, puesto que era evidente que Obat era el líder de la tribu, y perder su presencia podría resultar desastroso. Sin embargo, no era una decisión que él debiera tomar, así que no dijo nada.
Se volvió para mirar en la dirección de las ruinas a la vez que se preguntaba de cuánto tiempo dispondrían antes de que los mwellrets y esas criaturas encorvadas los descubrieran. Quizá no ocurriría con tanta rapidez como se temía. Habría otros rastros que los distraerían, otras huellas que seguirían. Tal vez elegían alguna que los conduciría hacia otra dirección, pero no se lo creyó ni por un segundo.
Entonces, pensó en las desgracias que habían acontecido desde que había partido de las Tierras Altas de Leah, de las oportunidades que había desperdiciado y las cuestionables elecciones que había tomado. Había partido con grandes expectativas. Había creído que sería capaz de dictar la dirección de su vida. Se había equivocado. Al final, solo había conseguido mantenerse a flote en el mar de confusión que lo rodeaba. Ni siquiera había podido decidir cómo usaría la magia de su espada tan aclamada para proteger. La usaría para ayudar a aquellos a quienes el destino ponía a su alcance y, a veces, ni siquiera a ellos.
Los rindge se contaban entre estos. Podía dejarlos y seguir adelante, porque, al fin y al cabo, no tenían nada que ver con él ni con sus razones para ir a Parcasia ni con la promesa que le había hecho a Bek. Si acaso, eran un estorbo. Si esperaba tener la oportunidad de llegar hasta una de las aeronaves y encontrar el modo de salir de esta tierra, la velocidad podría marcar la diferencia. Sin embargo, tras su incapacidad de salvar a Tamis y a Ard Patrinell y de encontrar a Bek, sentía la necesidad imperiosa de ayudar a alguien, quien fuera. Los rindge le ofrecían tal oportunidad. No podía darles la espalda. No permitiría que nadie más resultara herido por su culpa.
Haría lo que pudiera por aquellos a quien podía ayudar. Si apoyar a los rindge era la oportunidad que le había brindado la fortuna, tendría que ser suficiente.
Panax se colocó a su lado.
—¿Y ahora qué, Quentin Leah? ¿Cómo evitaremos que esas cosas atrapen al pueblo de Obat?
«Ojalá lo supiera», pensó el tierralteño.
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