Primo Levi. Su legado humanista. Fabio Levi

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Название Primo Levi. Su legado humanista
Автор произведения Fabio Levi
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9786075474601



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como los peores manicomios podían, en su opinión, ser comparadas al aniquilamiento programado, sistemático y masivo realizado por el nazismo.

      A pesar de la profunda comprensión de aquello que “ha sucedido”, siempre prevaleció en Primo Levi una actitud de confianza hacia el hombre. Ésta contribuyó, sin duda, a su supervivencia en Auschwitz, como se aprecia claramente en su relato sobre el campo, por el comportamiento y los gestos de tantos personajes diseñados con pocos trazos de la pluma que llenan las páginas de Si esto es un hombre. Ni siquiera la experiencia del Lager y la conciencia de que la peligrosa amenaza podía repetirse están íntimamente presentes en la actuación del hombre, ni pudieron borrar después las ganas de vivir, la amistad, la curiosidad por la naturaleza y la mirada puesta en el futuro. Sin esto, no sería posible comprender la vida y la obra del escritor turinés, los cuarenta años que vivió luego de su retorno a casa, aun cuando Auschwitz permanecería como una referencia necesaria. A este respecto, en una conversación sostenida en Turín en 1976, Levi se expresó así:

      A propósito de los relatos, muchos me han preguntado si al darles forma narrativa a las desgarraduras pequeñas o grandes de nuestro mundo y nuestra civilización yo hacía referencia nuevamente al Lager, puedo responder: ciertamente que no, en el sentido en que escribir deliberadamente de una realidad en términos simbólicos no está en mi programa. Si luego existiese una continuidad o no entre el Lager y mis intuiciones, quizás puede ser, pero yo no lo sé con precisión. No depende de mí. Yo —como decía Palazzeschi— soy sólo un autor.

      Y ahora pasamos a la última parte de mi discurso. De aquel verso tan imperioso y lleno de referencias sabemos ahora muchas cosas. Nos falta profundizar en el término, no menos rico e interesante que los anteriores. “Os encomiendo / estas / palabras”. Ha llegado el momento de ocuparnos de las “palabras”, por el extraordinario cuidado con que Primo Levi trataba esos medios expresivos esenciales a toda forma de escritura.

      ¿Quién no tiene vicios ocultos o visibles? Quizás algún monstruo de perfección, insípido como el agua destilada, radiante como la Beatriz del Paraíso [de Dante]. Yo tengo varios defectos visibles muy comunes, y uno oculto; oculto hasta este momento, porque estoy a punto de revelarlo. Consiste en buscar el origen de las palabras; este ejercicio, si es efectuado como manda la regla por alguien competente, o sea, un lingüista, es una virtud y un trabajo altamente especializado; si es hecho por un aficionado, como yo en este campo, es ciertamente un vicio, y la verdad me avergüenzo un poco, pero como es divertido no cuesta mucho y no conlleva graves riesgos (implica esencialmente sólo el riesgo de equivocarse), me parece que es una buena idea hablarles de él; es un vicio que conviene a quienes, por motivos de edad, salud o dinero, no se puede permitir viajar o llevar una vida mundana.

      Enseguida les doy un ejemplo. No estudié alemán en la escuela, sino siendo prisionero en el Lager. Nos obligaban a transportar ladrillos, y al hacerlo aprendí lo pesados y sobre todo abrasivos que son los ladrillos sólidos. También aprendí que en alemán se llaman “Ziegel”.

      Y el discurso de Levi prosigue para demostrar que aquel término había llegado del latín al alemán, pero “por las vías bajas”; fueron los artesanos romanos, no los poetas o los hombres cultos, quienes enseñaron a los alemanes “que vivían en cabañas, no únicamente el arte de la construcción sino también la terminología relativa, y ésta se quedó congelada en el lenguaje, mientras las legiones cuadradas desaparecieron milenios antes”.

      Aquello “oculto” de lo que habla Levi es sólo uno de los “vicios” que tanto lo atraían. A eso se puede agregar los juegos de enigmas que le gustaba cultivar —al menos, en lo privado—, en un continuo esfuerzo por explorar los recesos infinitos y la extraordinaria potencialidad del lenguaje. El mundo de la traducción ejercía sobre él una fascinación no menor. Él mismo era traductor y cuidaba de cerca las traducciones de sus obras en las lenguas que mejor conocía, pero como entre desafío y juego, también en las lenguas más lejanas. Había en todo esto una atención dividida en el difícil universo de la comunicación, por ejemplo, por lo que puede y no puede pasar de una lengua a otra por las relaciones entre lenguas y culturas. En la raíz de estos intereses se situaba la experiencia en el Lager, en cómo los nazis hicieron una Babel destinada a imposibilitar la comprensión recíproca entre los deportados y de esa forma atacar también su sentido de humanidad.

      Pero, una vez más, el Lager no es la única matriz de las opciones, inclusive literarias, de Primo Levi. Más bien, se propone como espejo negativo, como aquel mundo al revés que sólo la plena afirmación de las potencialidades inherentes del hombre puede rescatar. En esta clave, la palabra es un recurso único, esencial. El relato oral y escrito —Si esto es un hombre no por azar nació a partir de los relatos orales que Levi refería constantemente a los interlocutores más diversos desde su regreso de Auschwitz— es un medio esencial para entablar relación con los otros. Y el relato debe dirigirse a todos. Porque sirve para calmar el alma de sus penas y es bonito hacer partícipes a los propios interlocutores gracias a la calidad y la riqueza de las historias. Porque no estamos hechos —al menos, no Primo Levi— para vivir en mundos exclusivos, para cultivar relaciones privilegiadas sólo con quienes consideramos nuestros pares. Porque es justo hablarles a todos, pero también a cada uno; y por esto la literatura representa un medio extraordinario capaz de garantizar a cada lector una relación íntima con el autor en un diálogo intenso y silencioso mediante la palabra escrita. Porque hablar con todos no quiere decir renunciar a una relación más rica y profunda con unos pocos capaces de captar las mil sombras del texto y los matices que el escritor más que nadie está en posibilidad de ofrecer.

      Levi rechazaba con fuerza y naturalidad la concepción elitista de la cultura y se colocaba en una posición excéntrica con respecto a las tendencias prevalecientes en la Italia de su tiempo. Se rehusaba a establecer una relación de poder con sus interlocutores y para hacer esto buscaba no asumir siempre los mismos roles, sin importar a quién pertenecieran: se movía simultáneamente en registros diferentes abriendo los confines entre unos y otros. Aunque atribuía al testimonio un valor decisivo, no se proponía sólo como testigo que certificaba la verdad de los hechos experimentados directamente. Aun haciendo contribuciones de gran originalidad a la historia del exterminio y del mundo contemporáneo, no quería ser sólo un historiador que busca la verdad sometiendo los hechos a verificación y tratando de contextualizarlos. Sus innumerables personajes ejemplifican las mil facetas del alma humana, pero sin pretender medir cada actitud sobre la tabla establecida de alguna teoría psicológica. Su mundo y los instrumentos que utilizaba eran y siguen siendo los de un escritor. Su lenguaje resulta cuidadosamente estudiado, con refinamiento y libertad de espíritu. Sus diversos lenguajes, creados cada vez para que se adecuaran al objeto específico, no son nunca rígidos ni cerrados sobre sí mismos, sino que se abren tanto a la variedad de contenidos como a las inagotables potencialidades de la forma.

      La palabra se propone como un medio para dar claridad; una aspiración capaz de extraer motivaciones ulteriores en la directa familiaridad con el lenguaje de las ciencias exactas, pero destinado a ir más allá de la mera descripción de los hechos o, más exactamente, a medirse con la inalcanzable complejidad de los hechos humanos. Por ello, la claridad del lenguaje debía ser puesta al servicio de interrogantes a veces sin respuesta; de respuestas netas aunque a veces no del todo certeras, de afirmaciones a veces generales pero destinadas siempre a no perder el sentido del límite.