Название | La ñerez del cine mexicano |
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Автор произведения | Jorge Ayala Blanco |
Жанр | Учебная литература |
Серия | |
Издательство | Учебная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786073016827 |
La ñerez multifálica
En la coproducción plural con Francia, Alemania, Dinamarca, Noruega y Suiza La región salvaje / La région sauvage / Det fremmede / Det främmande / The Untamed), Mantarraya Producciones - Tres Tunas - Foprocine / Imcine - Eficine 189 - Le Pacte - The Match Factory - Mer Film - Adomeit Film - Copenhagen Film Fund - ZDF - ARTE - Labodigital - Bord Cadre Film - Pimienta Films, 98 minutos, 2016), hipotéticamente renovador cuarto largometraje del exniño terrible barcelonés-guanajuatense del cine minimalista mexicano hiperrealista de 37 años Amat Escalante (Sangre, 2005; Los bastardos, 2008; segmento El cura Nicolás colgado del film-ómnibus Revolución, 2010, y su obra maestra Heli, 2013), con guion suyo y de Gibrán Portela, León de Plata al mejor director en el Festival de Venecia en 2016, la humilde operaria repostera tijuanense delicadamente inerme Alejandra (Ruth Jazmín Ramos tan inane cuan insóplida) habita con modestia de típica ama de casa rural en cierto poblado de Guanajuato, trabaja casi por favor o de limosna laboral en la panificadora de su despectiva suegra arrogante (Andrea Peláez más lejana que amenazante), ha procreado un par de inaguantables chamaquitos llamados Iván (Pablo López Pérez) y Jacobo (Zaír Alberto Gutiérrez) de cinco y cuatro añitos respectivamente más o menos, y sostiene una seudoamorosa relación conyugal sexualmente insatisfactoria, que la ha vuelto medio frígida, al lado del topógrafo bisexual Ángel (Jesús Meza repulsivo), quien mantiene en realidad una apasionada relación clandestina aunque patológicamente posesiva con el guapillo enfermerito del sanatorio regional Fabián (Edén Villavicencio), precisamente el hermano de su esposa y gracias al cual la conoció, pero los devaneos eróticos del seductor joven desatado en los antros socavan al adulto hipócrita y le provocan furiosos celos asesinos, exacto cuando el frívolo Fabián ya había entablado una decisiva amistad plena de comprensión, afecto y complicidad sensual con una de sus pacientes, la hermosa forastera distante para todos los demás Verónica (Simone Bucio) que, siempre llena de dolorosas mordeduras como caninas en el cuerpo, suele visitar también desde antes de conocerlo, a las afueras del pueblo, la cabaña del amable matrimonio formado por el anciano científico Vega (Óscar Escalante) y su mujer igual de amablemente provecta Martha (Bernarda Trueba), vigilantes y quizá creadores de un extraño monstruo con múltiples tentáculos fálicos que hacen gozar enormidades a la muchacha autoentregada a él (o a ello) y le crea una riesgosa adicción (“Es hora de que te vayas” / “Sólo un poco más, por favor”), aunque le cause lastimaduras difíciles de atender y sanar (“¿Sabes el lugar exacto donde te atacó?”), proporcionándole un goce supremo que generosamente va a compartir con su nuevo amigo del alma Fabián (“¿Te han dicho que tienes los ojos muy bonitos?”), poco antes de que éste sea golpeado por el furibundo celoso Ángel en el estacionamiento del hospital delante de testigos y acabe siendo descubierto severamente magullado y medio ahogado en la vera de un arroyo, acaso por el monstruo demoniaco, acaso por su Ángel, reanimado de su apabullamiento pero sostenido en estado de coma dentro del mismo hospital donde trabajaba, hasta ser desconectado por su doliente e inconsolable hermana Alejandra, quien pronto habrá descubierto en los mensajes acumulados en un teléfono celular el fatal nexo erótico que unía a los dos varones, habrá denunciado ante la fuerza pública al marido y hecho encarcelar, y ella misma intimará inevitablemente con la Verónica a punto de continuar errante, que la introducirá con los ancianos moradores de la cabaña y así ella empezará a frecuentar al monstruo para saciar sus apetitos omnívoros (“¿Por qué no lo vas a buscar?”), si bien al ser liberado su encarcelado esposo ávido de reivindicación y venganza, también será calmado y colmado por el monstruo, para engrosar, junto a la vieja Martha, el cúmulo de cadáveres que serán arrojados al arroyo por el implacable provecto señor Vega y ella misma, a merced de los afanes satisfactorios y exterminadoramente monstruosos de una desenfrenada e intempestiva ñerez multifálica.
La ñerez multifálica se presenta, con aplomo enigmático un tanto aberrado y aplastante, como una inasible fábula orgásmica (“Es lo más hermoso que vas a ver en tu vida, en el universo probablemente, nada volverá a ser igual”) que tiene mucho de horror, thriller, fantasía, ciencia-ficción y drama rural, como sigue: un cine de horror sin que ni el miedo con sobresaltos ni el susto por sorpresa barata se instalen jamás, aunque no se renuncie por completo a ellos; un thriller criminal y hasta judicial con presencia policiaca, reja de declaraciones por testigos con voz en off o en in ante el inquisidor ministerio púbico-tribunal para darle oportunidad de subrepticiamente deslizar algunos silencios deliberados por parte de la esposa rencorosa; una fantasía monstruosa cual subproducto de algún infragenérico fenómeno paranormal; un cuento cienciaficcional a partir de la inicial imagen estelar del Cosmos y paralizado en la sospecha colectiva de la caída local de un meteorito (según se insinúa verbal y oblicuamente, pues no se trata aquí de ningún intergaláctico ET spielbergiano de Camino a Marte de Humberto Hinojosa o de la Anadina de Raúl Fuentes, ambas 2017) y la cálida presencia en sí, jadeante pero entrañable (claro: más entrañable que esos seres queridos), de un acogedor alienígena de hecho tan devastador como el protagonista mudo de la saga Alien (la iniciada por Ridley Scott en 1979); y un drama del encierro / entierro rural cual mero cuadro de costumbres, fiel al ritmo minimalista de la franquicia Reygadas-Escalante en la que tras un prólogo desconcertante nada ocurre por encima de las pasiones y de una familiarista telenovela regional (ese rocambolesco pleito secuestrador de los hijos / nietos entre la suegra y la nuera, esa abrupta reconciliación corporal entre el conmovido padre viejo y el expresidiario hijo desobediente), puesto que ésta ya puede lacanianamente incluir a cierta sagrada lucha por el colosal falo alienígena como (in)significante fundamental, la íntima lucha en solitario y sin soliloquio ultrajante de todos sus usufructuarios por turno fatal (Verónica, Fabián, Alejandra, Martha, Ángel), como si esperpénticamente se tratase del rilkeano Ángel Terrible del Teorema de Pier Paolo Pasolini (1968), y last but not least la ávida o Voraz (Julia Ducournau, 2016) búsqueda-hallazgo y compartida o triunfal posesión iniciática y de inmediato pírrica de ese enrollado superfalo macrofálicamente multiplicable.
La ñerez multifálica se deja impregnar y conducir por los mecanismos de la autorrepresión sexual, la homofobia y la hipocresía pueblerinas, al tiempo que cree ir documentándolos, desmontándolos y hasta dinamitándolos, mediante la puesta en práctica y la dramatización ejemplares del discurso de la doble moral, la humillante discriminación y la abierta estigmatización brutal, con esa truculenta y tremebunda historia ojete del sujeto que se coge al cuñado a la vez que lo bulea en privado y en público ante sus machines compañeros de trabajo, lo degrada de cara a su familia (“Estaría raro porque a tu hermano se le hace agua la canoa”) y les prohíbe a sus hijitos que lo frecuenten, como si se tratara de ilustrar retorcidamente los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes reescritos por algún desgastado pero aún desatado macho provinciano, o de una relamida versión melodramática de Cuando los cuñados se cogen por algún asustadizo Juan Bustillo Oro, o una novísima fusión críptica de ambos discursos, porque ¿será la sociedad guanajuatense la comunidad más retrógrada del país, tal como lo expone, detalla y exhibe de nuevo el director de Sangre y Heli?, en la duda he aquí una sociedad reprimida y tartufesca, sustancial y axiológicamente anterior a toda ética individual o colectiva, menor de edad a perpetuidad e incapaz de asumir mínimamente la autonomía de su vida sexual cualesquiera que sean sus preferencias, una sociedad patriarcal y machista hasta el tuétano donde la homosexualidad y el placer femenino deben ser escondidos o negados, o lo peor de todo ahora, simulados y satisfechos por un alien cogelón.
La ñerez multifálica replantea, trastoca y subvierte así cualesquiera pirámides de las necesidades existenciales de la naturaleza humana, inclusive las sucesivamente propuestas del psicólogo judío-neoyorquino Abraham Maslow y de sus correctores suavizadores (tipo Douglas T. Kenrick), ya sea la primera de 1954 en la que figuran de manera ascendente las necesidades fisiológicas, de seguridad, pertenencia, estima y autorrealización, o ya sea la segunda pirámide motivacional que parte de las necesidades fisiológicas inmediatas para elevarse por la autoprotección, la afiliación, el estatus, la adquisición y conservación de la pareja hasta