Название | Clínica psicoanalítica |
---|---|
Автор произведения | Oscar Alfredo Elvira |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878362380 |
Rescata el valor de los fenómenos ligados al cuerpo que estarían en lo que denomina el umbral de la interpretación, como un aspecto a tener en cuenta de aquello no dicho pero expresado a nivel de gestos o conducta motora...
Con un registro abultado de psicoanalistas extranjeros y argentinos que nos anteceden en este tema, el autor se suma con lo que titula “transferencia corpórea de órgano” referida a una actividad protomental del paciente, como una forma de comunicación no verbal dentro de la sesión, que podrá ser decodificada en la dupla analítica.
“Clínica psicoanalítica, teoría y práctica”, expresa la profunda investigación del autor sobre el psicoanálisis, desde sus inicios, con el agregado de su valiosa experiencia como psicoanalista sumado a su pasión por el ejercicio de esta tarea.
Presentación
En este libro me propongo pensar lo sucedido en el devenir y desarrollo del psicoanálisis como corpus teórico-clínico desde su iniciático período inaugurado por su fundador S. Freud con Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) (1890) hasta La escisión del Yo en el proceso defensivo (1938). Además, esta propuesta intenta comunicar parte de los diferentes progresos teóricos dentro del psicoanálisis a lo largo de estos 130 años de historia. En este sentido pondré el acento en la pluralidad de voces que han desplegado sólidos conceptos teóricos dentro del campo psicoanalítico.
Además, deseo desarrollar una idea sedimentada en la experiencia de mi práctica clínica de casi cuatro décadas: todo ser humano porta una actividad inconsciente ligada a la actividad pulsional en constante actividad, producida por unidades articuladas entre sí, que darán cuenta de una forma subjetiva de estructurar una forma de vivir. Esa unidad que conduce a la formación de una estructura tiene su momento de origen en lo biológico y mental. Ambos son parte de un entramado muy particular que se manifestará en un cuadro psicopatológico o en una forma de vivir, que se adquiere en el devenir de la existencia histórica de un sujeto humano.
Pienso la estructuración del sujeto humano como un producto de tres dimensiones −biológica-psicológica-social− tal como lo propusiera oportunamente Enrique Pichon Rivière y Norberto Helman lo resaltara en sus escritos, supervisiones y trabajo en equipo. Además, como fuera formulado por Janine Puget e Isidoro Berenstein, las configuraciones de lo inconsciente se encuentran desplegadas en un escenario tridimensional, en un permanente intercambio: el intrasubjetivo (en el interior del propio sujeto de la experiencia), el intersubjetivo (que se añade en el encuentro con un otro diferenciado) y el transubjetivo (el de la inserción con el mundo social, institucional), donde debatimos por escuchar lo que los otros nos dicen y solicitamos que nos escuchen, para que todos juntos tejamos una red social y cultural, con una impronta específica y diferente, indefectiblemente marcada por la dimensión epocal que nos toca vivir.
Desplegaré con mayor detenimiento estas ideas acompañado por la obra de distinguidos psicoanalistas que han avanzado desde su práctica teórica y clínica y que, a mi entender, han edificado con el fundador del psicoanálisis nuevas ideas para pensar la complejidad humana y su articulación. Pensaré el proceso de las ideas psicoanalíticas como producto de una genealogía, término que tomo de H. Racker: “La influencia de distintos arquipadres y padres analíticos sobre la técnica de sus hijos, nietos y bisnietos analíticos.”1
Estudios evidentemente parciales, porque me es imposible conocer todas las teorías, pero sí valoro que sus esclarecimientos y enseñanzas me permiten pensar la clínica psicoanalítica.
Por otra parte, considero que es cardinal para cada analista conocer una cierta cantidad de teorías psicoanalíticas que le permitan ejercer la clínica psicoanalítica sin la preeminencia de teorías únicas que funcionen como la palabra de Dios, como un tótem o como el sostén último con nuestra propia madre. Como lo sugiere José Valeros, “creo que en esencia, repetimos frente a las teorías, aspectos básicos de nuestra relación con la diversidad del mundo, de acuerdo al modelo de relación que internalizamos de la personalidad de nuestras madres.”2
Inspirado en este saber, desarrollaré una serie de ideas referidas a la técnica psicoanalítica, tributaria de una genealogía que construyen, de la mano de los maestros, una forma de pensar los hechos y desafíos que la clínica interpela en cada encuentro con un paciente y con nosotros mismos.
1 Racker, H., Estudios sobre la técnica psicoanalítica, Buenos Aires: Paidós, 1960, p. 35.
2 Valeros, J., Sobre la diversidad de teorías psicoanalíticas, Ateneo APdeBA, Pre-simposio 2007, p. 10.
CAPÍTULO 1
Edificar una teoría, una técnica y una genealogía psicoanalítica como un proceso “ecológico”1
Yo moriré pronto, y espero que los demás tarden mucho en seguirme, pero nuestra obra, comparada a la cual somos todos insignificantes, debe continuar.
Sigmund Freud
No tuve yo razones para arrepentirme de esas breves especulaciones, que habían de conducirme a hechos muy concretos.
Wilhem Reich
Nuestra hoja de ruta se inaugura con la obra de S. Freud y las transformaciones que provocó desde su iniciático momento en la última década del siglo XIX hasta el fin de la cuarta década del siglo XX. Tendremos en cuenta temas tales como encuadre, proceso psicoanalítico, transferencia y contratransferencia; interpretación, resistencia y relaciones objetales, insoslayables para pensar una técnica y sus vicisitudes clínicas.
Sigmund Freud, en todo ese devenir teórico-clínico, pensó cómo un sujeto humano se construye desde lo corporal (que porta en parte una energía libidinal sexuada, la inexistencia de un Yo en el comienzo de la vida), pasando por la construcción de una nueva dimensión de la mente signada por lo inconsciente, por esa primera vivencia de satisfacción y sus avatares y la formulación objetal del narcisismo; la égida de los principios de placer y realidad, el lugar de la pulsión y el giro de 1920, con su propuesta de las pulsiones de vida y de muerte, la nueva forma de pensar a la subjetividad en tres instancias (el Yo, el Ello y el Superyó) y su teoría sobre la conformación de un Yo clivado, escindido, “una desgarradura”.
Este sujeto humano legado por S. Freud está ligado al conflicto, al desconocimiento en parte de sí mismo y a la introyección de objetos edípicos (madre y padre), con los que construye su subjetividad, la que se encuentra en permanente remodelación.
Para algunos autores, como Sándor Ferenczi, existe un psiquismo desde antes del nacimiento que se manifestará desde una omnipotencia incondicional (psiquismo fetal) hasta la necesidad de hallar un objeto.2
Melanie Klein permite pensar su obra en tres períodos.3 El primero, más ligado a la obra de S. Freud, aunque sugiere algunas modificaciones, como el complejo de Edipo temprano. En un segundo momento formula la existencia de un Yo incipiente desde el nacimiento, que mantiene relaciones de objeto parciales, signado por las pulsiones de vida y de muerte, que luego se traducirán en envidia (pulsión de muerte) y gratitud (pulsión de vida). Plantea la conformación de la mente desde dos posiciones (esquizo-paranoide y depresiva) y define a una posición como un conjunto de ansiedades, mecanismos de defensa y relaciones de objeto. Los mecanismos que propone como centrales para la posición esquizo-paranoide son la identificación proyectiva, además de la negación, la escisión, la voracidad y la envidia. La identificación proyectiva es un mecanismo omnipotente, guiado por la ansiedad temprana del niño, para salvar al Yo de la pulsión de muerte y dar un lugar vital a la pulsión de vida. Por esa actividad inconsciente, transformará al objeto primario (primero el pecho y luego el objeto total) en bueno (pulsión de vida) y malo (pulsión de muerte). Luego advendrá la integración del objeto en la posición depresiva, el mecanismo central de defensa en la identificación introyectiva, la que integra al objeto en bueno, predominante