Название | La justeza del cine mexicano |
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Автор произведения | Jorge Ayala Blanco |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786070295133 |
– independiente del monto de las inversiones (con participación gubernamental-pulpo) en juego,
– independiente del indispensable y arriba invocado estímulo fiscal 226 que resuelve en gran medida el problema del financiamiento a la producción (sin recuperación posible),
– independiente de su no-pertenencia definitiva al grupo de las 25 películas anuales que jamás llegarán a cines establecidos,
– independiente de la reducción del Imcine estatal a simple castrado limosnero de salas,
– independiente de sus premios o recompensas acaso obtenidos en el extranjero,
– independiente del número de copias (de 350 a una sola) y pantallas concedidas (puede ser sólo una para una sola función al día, o ninguna),
– independiente de la ubicación de las salas asignadas dentro de la zona metropolitana (pueden ser nada más algunas periféricas),
– independiente de los millones o centavos gastados en publicidad,
– independiente de las películas extranjeras, a veces dotadas de un marketing brutal en los medios, con las que le haya tocado competir,
– e independiente del bien cultivado desinterés de sus espectadores potenciales, quienes creen que su verdadero cine nacional es el estadunidense.
Gracias Bi100, pues, por tu justeza, por haber reventado, de manera tan independiente y revolucionaria, al cine mexicano, cual dulce pústula enconada, haciendo realidad el sueño entusiasta de nuestro imperecedero filósofo de cabecera, el Emperador Ming del Planeta Mongo, según el cual nunca hay que desearle la muerte a nadie, pudiendo desearle una agonía larga y dolorosa, como la agonía del cine nacional.
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Esta reversión literaria de la justeza del cine mexicano plantea balsámicamente y quiere conceder brillante vida alternativa, pero no puede resolver, la añoranza del Cine a sala llena.
Esta versión de la justeza del cine mexicano ofrece a través del examen de sus productos una nueva versión minimalista de cierto maoísmo irónico: una minoría (de elementos) en la línea estético-política justa deja de ser una minoría.
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Décimo volumen de mi Abecedario del cine mexicano, este libro incluye ensayos sobre cintas de todos formatos, géneros y corrientes, para seguir formando una Historia Viva de nuestro cine. Las seis partes que lo integran son bastante explícitas en sus títulos, pues corresponden y abarcan exactamente lo que anuncian: “La justeza summa” reúne las películas de cineastas veteranos o que ya tienen una carrera atrás, por corta que ésta sea; “La justeza prima” conjunta las de realizadores debutantes y es por supuesto la más numerosa, ya que en el México actual las nuevas carreras son difíciles y ópera prima y ópera póstuma suelen ser en muchos casos la misma cosa; “La justeza secunda” abarca los filmes de aquellos directores que han logrado vencer la adversidad y la esterilización al poder mostrar sus segundas obras; “La justeza documental” se ocupa de documentales y docuficciones, sin importar sus duraciones; “La justeza mínima” ofrece textos sobre cortos y mediometrajes; “La justeza femenina” contempla en exclusiva cintas de cualquier dimensión y formato realizadas por mujeres, o dominadas por una personalidad femenina, y “La justeza bicentenaria/centenaria” enfoca las películas conmemorativas oficiales del Bicentenario de nuestra Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana.
Todos sus materiales son inéditos, flamantes, ya que por decisión propia, desde hace ya una década no publico artículos sobre el cine mexicano, ni en el periódico en que colaboro (El Financiero), ni en revistas, ni en ningún otro de los abundantes medios electrónicos o ciberespaciales que hoy se ofertan tentadoramente a nuestra atención. Para la investigación iconográfica conté, como de costumbre, con la colaboración de mi colega Julia Elena Melche, muchas gracias.
Cuauhtémoc, DF, agosto
de 2008-septiembre de 2010.
1. La justeza summa
Vámos dándole, porque estamos cansados
de vivir y aterrados de morir.
Gérard Depardieu, en entrevista
La justeza de la lealtad
Enviado desde Ciudad Guerrero, en las faldas de la impresionante Sierra Towhí de Chihuahua llena de barrancas insondables, y fechado a mediados de abril de 1916, un parte militar federal tiene “el honor de informar” a la superioridad que, luego de atacar la ciudad estadunidense de Columbus, en el distante Ohio, y haber provocado una expedición punitiva de cinco mil efectivos en territorio nacional, meses después de la insólita agresión, el general revolucionario Francisco Villa “está en todas partes y en ninguna”.
Así pues, como única respuesta posible al hecho anterior, con casi once meses de estancia en los llanos del norte de México ambicionando capturar vivo o muerto al antiguo robavacas vuelto hiperodiado enemigo extranjero inlocalizable y contando con la velada protección de un Coronel carrancista (Alejandro Navarrete), el impotente y despistado Mayor estadunidense Butch Fenton (Daniel Martínez) demuestra ser tan cruel y carnicero como su tautológico nombre lo indica, al hacer atormentar a latigazos a un silencioso prisionero aferrado que se niega a revelar el paradero de su jefe Villa (“Where is Villa, dónde está Vila”) y al dejarlo morir en esa infame tortura amarrado a un poste de su mazmorra, pese a la intervención del contrastante humanístico y caritativo médico gringo Timothy Wesley (Juan Manuel Bernal). Sin embargo, no todo es favorable para el archibuscado y ultraprotegido general Villa de gruesos bigotes caídos (Alejandro Calva), ahora prácticamente inmovilizado, caído por entero también él, desplomado e inerme, perseguido, acosado y malherido en una pierna durante una escaramuza con carrancistas, doliente y refugiado en cuevas, aún mandón y gritoneante, si bien al devoto cuidado de sus rústicos correligionarios ignorantes y dependiendo por completo de la buena voluntad de ellos. Como la férrea voluntad indomable del humilde revolucionario maduro Chicogrande Damián Alcázar echándole verdaderas ganas a su no-personaje meramente plástico y verbal), perteneciente a la plebe aunque cercano al caudillo (“Ya llegaron los gringos, por montones, con un chingo de patrullas, n’hombre General, el avispero de gringos”), encarnación viviente de la lealtad, tanto al transportar por el páramo un valioso caballo prieto azabache (“¿Qué pues, Chicogrande?”) como al aceptar de buena gana el encargo de bajar a caballo hasta el pueblo más cercano, junto con el joven alzado inexperto Guánzaras (Iván Rafael González), y de exponer su vida metiéndose en el nido mismo de los soldados invasores, para ir en busca de un médico, mexicano o gringo, lo mismo da, que atienda las inaplazables dolencias del caudillo.
Mientras esto sucede, nada se detiene, la vida continúa. El desalmado Mayor Fenton confronta su belicismo de pretexto protector con los sedentarios afanes pacíficos y pacifistas de una orgullosa paisana indómita aún guapa llamada Janice (Lisa Owen) y casada en segundas nupcias con un mexicano, irritándola y ocasionando que ella lo corra de su cabaña, pero todavía así, incapaz de darse por enterado, el hombre seguirá pelando y prestando sus viriles oídos a la afortunada recepción de bienvenidas y útiles denuncias antivillistas, tanto por el lado del colono gringo leporino de la caravana invasora Douglas (Johnny Gerald Randall) como por el lado del chihuahuense traidor Viejoreséndez feamente carimarcado por el mal del pinto (Jorge Zárate), quien ha tenido el privilegio de pasar por su rancho a una inquiriente pareja de jinetes sospechosos (“Que si Villa no aparece es porque está herido, que si dos hombres iban en busca de un doctor”). El médico gringo Tim ya escupe su naciente pero infructuoso repudio hacia la guerra, en las arrepentidas cartas que envía a sus lejanos seres queridos, aunque aun así motivando el desprecio de un altanero médico local, el Dr. Terán (Tenoch Huerta), a quien ya le confesaba, sin embargo, su admiración clínica. El coronel carrancista se vuelve cada día más soberbio, ambiguo y presionante, dándose tiempo para platicar anécdotas brutales como la referente al glorioso acatamiento desafiante de su propio martirio por