Название | En pos de los puritanos y su piedad |
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Автор произведения | J. I. Packer |
Жанр | Философия |
Серия | |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781629462639 |
Si el cielo es algo demasiado alto como para que ustedes piensen en él, y se preparen para entrar en él, entonces también será algo demasiado alto como para que lo posean.108
Todos los puritanos consideraban que los sentimientos religiosos y las emociones piadosas sin conocimiento eran algo peor que inútil. Para ellos, sólo después de haber sentido la verdad, era posible que las emociones se volvieran de alguna manera deseables. Cuando los hombres sentían y obedecían la verdad que conocían, eso se consideraba como una obra del Espíritu de Dios, pero cuando ellos eran sacudidos por sentimientos sin conocimiento, eso era considerado como una señal segura de que el diablo estaba obrando, ya que los sentimientos divorciados del conocimiento, junto con la urgencia por actuar en la oscuridad de la mente, ambas cosas eran consideradas tan dañinas para el alma como lo era el conocimiento sin obediencia. Entonces, la enseñanza de la verdad era la tarea principal del pastor, y de la misma manera, el aprendizaje de la verdad era la tarea principal del laico.
¿Pero de qué manera debía ser enseñada la verdad? Principalmente, desde el púlpito, por medio de un análisis sistemático y una aplicación bíblica de los textos, y todo eso era abordado como declaraciones del Espíritu Santo. El método básico fue establecido por Perkins en su obra The Art of Prophecying [El arte de profetizar]. El predicador tiene la obligación de ser un siervo del texto, convirtiéndose en un simple portavoz de su mensaje. Lo primero que debe hacer es parafrasear el texto, dar la «conexión» (contexto) y señalar su estructura y sus componentes, es decir, «dividir» el pasaje: y todo eso para asegurarse de que sus lectores entiendan el significado general y el alcance que estaba en la mente del escritor bíblico. Después tiene que extraer una o más proposiciones doctrinales que están afirmadas, implicadas, presupuestas, o ejemplificadas en el texto. Por ejemplo, Arthur Hildersam a partir del Salmo 51:1–2 «plantea» las siguientes tres «doctrinas»:
Que el pueblo de Dios, cuando está en aflicción, debe correr a Dios en oración y buscar consuelo de esa manera; que el perdón del pecado es más deseable que la liberación de los juicios más grandes que nos pueden sobrevenir; que aún los mejores siervos de Dios no tienen ningún fundamento para buscar el favor de Dios para el perdón de sus pecados, sino solo el fundamento de la misericordia del Señor.109
John Owen, a partir de la segunda mitad de Romanos 8:13, plantea estas tres doctrinas:
Los creyentes más selectos, quienes tienen la seguridad de que han sido librados del poder condenatorio del pecado, aún deben ocuparse todos los días en la mortificación del poder del pecado interno; El Espíritu Santo (…) es el único suficiente para esta obra (…); El vigor, el poder y el conforte de nuestra vida espiritual dependen de nuestra mortificación de las obras de la carne.110
El libro de Baxter A Call to the Unconverted [Un llamado a los inconversos] es una extensa exposición de siete doctrinas derivadas de Ezequiel 33:11:
Es una ley inmutable de Dios, que los impíos vivirán si se vuelven; Dios se complace en la conversión y la salvación de los hombres, pero no se complace en su muerte o condenación (…); Eso es una verdad innegable, que (…) Dios (…) ha confirmado (…) solemnemente por Su juramento; El Señor reitera Sus mandamientos y persuasiones a los impíos para que se vuelvan; El Señor condesciende al razonar el caso con ellos, y les pregunta a los malvados, ¿por qué moriréis? Si después de todo esto, los malvados no se vuelven, Dios no dejará que pase mucho tiempo antes de que perezcan, pero perecerán por sí mismos (…) ellos morirán porque quisieron morir.111
Una vez que estas doctrinas eran establecidas, los predicadores procedían a «probarlas» por medio de un análisis más profundo del texto, además de apelar a otros pasajes de la Escritura; ellos también tenían la obligación de «aclarar» los posibles malentendidos y dificultades del texto y «confirmar» la veracidad del texto ante las objeciones que pudieran surgir en la mente de los oyentes. Por otra parte, los predicadores debían llevar la «doctrina» hacia la aplicación o «uso». Por lo general ellos subdividían la aplicación en varios «usos» particulares, es decir, los diferentes usos de la información, a través de los cuales la verdad se aplicaría para instruir a la mente y moldear el juicio, de modo que el hombre pudiera aprender a ajustar sus pensamientos y opiniones en conformidad a la mente revelada de Dios. Entre estos usos se encontraban: los usos de exhortación o de disuasión, mediante los cuales le mostraban al oyente qué hacer y qué no hacer a la luz de una doctrina; los usos de lamentación y persuasión, mediante los cuales el predicador intentaba que los oyentes fueran conscientes de la necedad ciega de aquellos que no responden a la gracia de Dios que era demostrada en la doctrina, con el objetivo de despertar en ellos la intención de actuar en respuesta a esta gracia; los usos de consolación, mediante los cuales la doctrina era mostrada como una respuesta a las dudas y la incertidumbre; los usos de juicio, o de auto examinación, mediante los cuales el predicador llamaba a la congregación a juzgar su propia condición espiritual a la luz de una doctrina (la cual, por ejemplo, podía declarar una de las marcas de un hombre regenerado, o alguna obligación o privilegio del cristiano); y muchos otros tipos de usos. Los detalles particulares de este método expositivo pudieron haber variado, pero siempre dentro de los conceptos de la doctrina y los usos. En ese sentido, John Owen comentó: «Si un sermón no tuviera doctrina y uso, sería un sermón muy burdo».112
La aplicación siempre debe ser relevante, de lo contrario lo único que tendríamos en los sermones sería un histrionismo hueco, y debido a que las congregaciones contienen personas con muchas condiciones espirituales diferentes, se debe presentar una amplia gama de aplicaciones constantemente. Siempre debe haber algo de aplicación para cada oyente. Perkins les ofrece a los predicadores una cuadrícula de siete partes para planificar sus aplicaciones.113 En primer lugar, él dice que el predicador se va a encontrar con «no creyentes: sin conocimiento y sin disposición a ser enseñados»; para los cuales propone la estrategia de «reprender en ellos algunos de sus pecados notorios, para que, siendo perforados y aterrados en sus corazones, se vuelvan personas con mayor disposición para ser enseñados». En segundo lugar, habla de que los «no creyentes, sin conocimiento, pero con disposición para ser enseñados», quienes necesitan ser instruidos con las doctrinas fundamentales del evangelio, de preferencia, a través del uso de las preguntas y respuestas del catecismo (un medio de instrucción puritana que tiene muchas ventajas) como ayuda complementaria después de los sermones. En tercer lugar, habla de las «personas con un poco de conocimiento y que no son humildes»: quienes necesitan escuchar la manera en la que la ley de Dios los condena. En cuarto lugar, las «personas humildes»: quienes necesitan escuchar «las doctrinas de la fe y el arrepentimiento, junto con las consolaciones del evangelio». En quinto lugar, las «personas que creen»: quienes necesitan ser cimentados en «(1) las doctrinas relacionadas con el evangelio: la justificación, la santificación y la perseverancia. (2) En la ley sin su maldición, a través de la cual se les debe enseñar a dar frutos dignos de arrepentimiento procedentes de una obediencia renovada». En sexto lugar, las «personas que han caído», ya sea con respecto a la fe o a la verdadera justicia: quienes necesitan « ser instruidos en esa doctrina de la que se han desviado hacia el error (…) siendo persuadidos e inculcados (o en un sentido, siendo azotados) tanto con la doctrina del arrepentimiento, como con un afecto fraternal». Y en séptimo lugar, menciona a «las personas mezcladas, un grupo mixto que se congrega en nuestras iglesias» (esto era cierto. La asistencia a la iglesia era requerida por la ley durante el reinado de Isabel. Existía una cuantiosa multa de un chelín para la primera vez que uno faltaba a la iglesia, la cual se incrementaba si uno repetía la ofensa de faltar. Esta ley, cuyo propósito era acabar con los recusantes católicos, provocó que los pastores tuvieran una audiencia cautiva constantemente, sin embargo, eso no quería decir que siempre fuera una audiencia despierta), ¿qué se recomienda hacer en esos casos? Que los predicadores cambien sus tipos de aplicaciones de manera constante. Luego entonces, las aplicaciones serán relevantes para varios oyentes, y así, el pozo de material para las aplicaciones nunca se quedará sin agua. Muchas formas y niveles de aplicaciones para hacer que uno «regrese a casa» (expresión utilizada por Alexander Whyte) pueden extraerse por inferencia de casi cualquier texto que el predicador esté utilizando.
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