Название | Talavera de la Reina. Fragmentos |
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Автор произведения | Daniel Moral |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418230219 |
Un improvisado museo arqueológico al aire libre se puede disfrutar en la parte trasera de la Basílica de Nuestra Señora del Prado. Quizás no sea el lugar más apropiado para albergar estas piezas que forman parte de la historia de la ciudad, pero, saltando el debate de si es o no el sitio donde deberían estar, allí podemos ver auténticos fragmentos de nuestra propia identidad.
Según reza una placa de cerámica instalada en el lugar, los restos arqueológicos fueron recogidos por Enrique García Sánchez, profesor de Geografía e Historia en el Colegio Cervantes y mayordomo del templo cuando era ermita. Falleció en 1975.
Allí está el escudo de armas de Bernardino de Meneses, extraído de la antigua fuente de los Leones del paseo Padre Juan de Mariana, o el del cardenal don Pedro de Mendoza. También es posible disfrutar del escudo del arzobispo fray Bartolomé Carranza, que estuvo colocado en la Puerta de Cuartos, entre otros escudos nobiliarios.
También hay estelas funerarias romanas, como la originaria del Palacio de los Condes de la Oliva, con un delineado muy particular. Una muy curiosa, dedicada a los mares infernales, procede del derribo del Cine Palenque.
Por supuesto, un escudo de la ciudad no podía faltar y aquí se encuentra incrustado el proveniente de la desaparecida Puerta de Cuartos, al igual que un escudo originario de la Real Fábrica de Sedas, Paños y Oro que se conserva muy bien.
Por último, destacar la columna de Adán y Eva, procedente del derribo de una casa para levantar el Cine Coliseum, ubicado en la calle San Francisco.
Columna de Adán y Eva en la trasera de la Basílica de Nuestra Señora del Prado
Cementerios y necrópolis
En este capítulo vamos a ubicar antiguos cementerios y necrópolis que a lo largo de la historia se han encontrado en la ciudad.
Comenzamos con la época romana y nos desplazamos hasta la necrópolis que se encontró en el terreno que se extendía desde la Torre del Polvorín, callejón de la Caridad y calle Doña María de Portugal hasta las inmediaciones de la actual plaza de Santa Leocadia, que fue descubierta tras la construcción del moderno edificio del arquitecto Manuel de las Casas. Esta necrópolis tuvo que condicionar la construcción de la iglesia mudéjar de Santa Eugenia como opción para cristianizar ese lugar de carácter pagano. También se sabe que por Santa Leocadia había restos de un cementerio romano y musulmán, los cuales han sido localizados en distintas partes de la calle San Francisco.
Existió otro pequeño cementerio romano en la actual calle Fernando de Rojas, esquina con la calle Luis Jiménez. Quizás el más conocido de esta etapa, concretamente tardorromano, sea el que se encuentra a medio excavar en Entretorres.
De época islámica se encontró la maqbara o cementerio musulmán en la ampliación de los jardines del Prado, próximos a la plaza de toros. Se descubrió en el año 2007 realizando labores arqueológicas y se cree que podría estar compuesto por entre ochocientas y mil tumbas. Podría abarcar desde el siglo XIII al XVI. La gran mayoría de los cuerpos se enterraron siguiendo el rito musulmán: de lado, por el costado derecho y la cabeza mirando hacia La Meca. Había niños y adultos de ambos sexos. Parece ser que eran ciudadanos moriscos, musulmanes que tras la Reconquista fueron bautizados con el rito cristiano, pero se les permitía conservar algunas de sus tradiciones.
En la calle Adalid Meneses se encontró hace unos años un cementerio medieval, que podría pertenecer a una iglesia jacobina. Era común encontrar cementerios cercanos a las iglesias como el que apareció en la plaza del Salvador, que pertenecía a la iglesia colindante, fechado entre los siglos XIII y XV.
En el siglo XVI se habilitó un cementerio para acoger a las víctimas de la peste de 1598-1599. Junto a este camposanto se levantó la ermita de los Santos Mártires, más allá de la Puerta de Zamora, pasando el arroyo Berrenchín, en el barrio de la Enramada. Cerca de esta zona también se ubicaba el cementerio judío, siempre a las afueras de la ciudad amurallada.
Lugar donde se encontró en 2007 la maqbara o cementerio musulmán, datado entre los siglos XIII y XVI
¿Ébora?
En cierta ocasión escuché que Talavera de la Reina no había tenido nunca el nombre de Ébora. Por supuesto, me llevé las manos a la cabeza pensando en todas esas referencias que hay en la ciudad: en nombres de empresas, clubes deportivos, asociaciones, etc. Tras investigar, parece ser que se debe a un error etimológico.
La culpa la puede tener Tito Livio, el famoso historiador romano. Tal cual narra este autor, en el año 182 a. C. se produjo una batalla entre romanos y celtíberos en un lugar llamado Ebura o Aebura. Los romanos ganaron la contienda, causando numerosas bajas e incorporando ese territorio a su imperio. Tito Livio da detalles geográficos que podrían situar esta Ebura en la localización de la actual Talavera de la Reina, ya que afirma que estaba cerca de Toledo, que la batalla se produjo en el margen derecho del río Tajo o que esta ciudad era un llano rodeado de colinas. Está claro que Talavera de la Reina podría tener muchos puntos en común para ser esa Ebura o Aebura, pero hay autores que rebaten esta hipótesis, situándola en tierras cacereñas. En todo caso, el nombre sería Ebura o Aebura y no Ébora.
No obstante, el debate podría estar entre confundir Talavera de la Reina con la ciudad de Évora, en Portugal. La sede episcopal de Elbora está documentada como una de las más antiguas de la península ibérica, datando de época visigoda. Se situó en la ciudad portuguesa de Évora, pero siempre la tradición popular, acrecentada por los Santos Mártires y tras la conquista por Alfonso VI en 1083 de Talavera de la Reina, ha querido ver una plaza fuerte en esta ciudad, considerando que tendría muchas opciones de albergar una sede episcopal propia. Ya entrado el siglo XVI comenzó un debate entre humanistas e historiadores, uno de ellos el padre Juan de Mariana, que defendieron sus posturas sin terminar de aclarar o definir dónde se situaba esta Elbora.
El debate ha llegado casi hasta nuestros días, ya que hasta los años 90 del siglo XX no se han publicado trabajos como el de Margarita Vallejo, en que da por cerrado el debate, situando esta Elbora en el emplazamiento que ocupa la actual ciudad de Talavera de la Reina.
Sus razones son las claras alusiones en las actas entre Toledo y Mérida a una ciudad llamada Elbora. Además, existieron más ciudades en la península ibérica con nombres parecidos, situadas en Galicia o Cádiz, por ejemplo. Otra alusión que hace esta autora es la huida que realizan los mártires a la ciudad de Ávila desde Elbora, teniendo que ser una ciudad relativamente cercana. Los hallazgos numismáticos en la zona de Talavera de la Reina, mucho más numerosos que en Évora (Portugal), sitúan la sede episcopal en la Ciudad de la Cerámica.
Por último, nos viene a dar la referencia del actual nombre de la ciudad, que procede de época árabe (Talabira) y que significaba «barrio de los elborenses».
Como conclusión, existen referencias y pistas que podrían confirmar el nombre en época visigoda de la ciudad de Talavera de la Reina, pero, en mi humilde opinión, debemos tener cuidado con cómo llamamos a nuestros negocios y asociaciones porque podemos estar cometiendo un error histórico.
Liuva II, rey visigodo que regaló a la ciudad la imagen de la Virgen del Prado
Puertas desaparecidas
Numerosas puertas o portezuelas existieron en las murallas talaveranas