Название | E-Pack HQN Susan Mallery 3 |
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Автор произведения | Susan Mallery |
Жанр | Языкознание |
Серия | Pack |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788413756455 |
Capítulo 2
En cuanto pronunció la palabra «hija», supo que había un problema. ¿Cómo iba a decir sin más que no estaba casada delante de su hija y mientras Justice no dejaba de mirarle el dedo anular izquierdo? E igual de complicado fue contener el deseo de ir directa al grano y decir: «estoy soltera». Sin embargo, se resistió. Darle información era una cosa; parecer desesperada, otra.
—Hola —dijo Lillie con timidez y curiosidad a la vez que se inclinaba hacia su madre—. ¿De qué conoces a mamá?
—La conocí cuando era solo un poco mayor que tú ahora.
Lillie se giró hacia ella.
—¿De verdad, mamá?
—Ajá. Tenía catorce años cuando conocí a Justice. Vivió aquí un tiempo, aunque después tuvo que irse. Somos viejos amigos.
«Más amigos que viejos», pensó. O, al menos, eso esperaba.
Seguía rodeando a su hija con el brazo.
—Lillie tiene diez años y es la niña más inteligente, más preciosa y con más talento de todo Fool’s Gold.
Su hija se rio.
—Mamá siempre dice eso —se inclinó hacia Justice y bajó la voz—. No es verdad, pero me quiere y por eso se cree eso.
—Es el mejor amor que te pueden dar.
Ella estaba a punto de aprovechar para decir que no estaba casada cuando pensó que no sabía nada de la vida íntima de Justice. Respiró hondo y luchó contra el calor que ardía en sus mejillas. ¿Y si era la mitad de una feliz pareja con una docena de niños encantadores?
¿Pero por qué había admitido que había estado coladita por él sin haberse esperado a enterarse de algunos datos? Tenía que empezar a poner en práctica eso de pensar antes de hablar. Las noticias de la noche siempre hablaban de grandes historias sobre personas de ochenta años que se sacaban el diploma del instituto o que aprendían a leer, así que seguro que ella podía aprender a controlarse.
—Justice ha vuelto a Fool’s Gold. Va a... —se detuvo—. No tengo ni idea de lo que vas a hacer aquí.
—Voy a abrir una academia de entrenamiento de guardaespaldas. Mis socios y yo aún no hemos estudiado los detalles, pero vamos a ofrecer entrenamiento de seguridad para profesionales junto con actividades de incentivo para grupos corporativos y programas de defensa personal.
—¿Son cosas que se hacen al aire libre? —preguntó Lillie.
—Eso es.
—A mamá no le gusta eso.
—No soy una gran admiradora ni de las inclemencias del tiempo ni del barro, pero tampoco es que me guste vivir en una burbuja de plástico —esbozó una débil sonrisa—. Entonces... eh... ¿te mudarás aquí con tu familia?
—¿Tienes familia? —le preguntó Lillie—. ¿Algún hijo?
—No. Estoy solo yo.
«¡Punto para el equipo local!», pensó Patience aliviada.
—Yo solo tengo a Lillie —dijo esperando sonar natural y despreocupada—. Su padre y yo rompimos hace mucho tiempo.
—No lo recuerdo —apuntó Lillie—. No lo veo —parecía como si fuera a decir algo más, pero se detuvo.
Patience había esperado algún tipo de reacción por parte de Justice ante la noticia de que no estuviera casada; que hubiera cerrado el puño en señal de victoria habría sido perfecto, pero no hubo forma de descubrir en qué estaba pensando. Bueno, al menos no había salido corriendo del establecimiento, así que suponía que eso podía interpretarlo como una buena señal. Y, además, él mismo había ido a buscarla. No es que ella hubiera ido tras él ni que se hubieran encontrado por casualidad.
Por otro lado, era probable que hubiera abandonado el programa de protección de testigos hacía años y ni aun así se había molestado en contactar con ella en ningún momento. Los hombres de su vida solían abandonarla. Su padre. El padre de Lillie. Justice. Estaba claro que Justice no había elegido marcharse, pero tampoco había elegido volver a contactar con ella. Al menos, no hasta ahora.
Respiró hondo. Necesitaba poner un poco de distancia de por medio para verlo todo con perspectiva. Justice era un viejo amigo, no tenía por qué valorar su personalidad ahora mismo. Ella también tenía cosas que hacer y miles de detalles de los que ocuparse en su vida. Quería pasar más tiempo con él, conocer al hombre en quien se había convertido. Pero no ahí, en mitad del pueblo.
—Ven a cenar —le dijo antes de poder arrepentirse—. Por favor. Me gustaría que nos pusiéramos al día y sé que a mi madre le encantaría verte.
La expresión de él se suavizó.
—¿Aún vive por aquí?
—Vivimos juntas —le respondió Lillie—. Mamá, la abuela y yo. Es una casa de chicas.
Patience se rio.
—Está claro que ha oído esa frase antes —se encogió de hombros—. He vuelto a casa. Me marché poco después de casarme, y después volví con Lillie. Nos va muy bien juntas —porque, de ese modo, Ava tenía compañía, Patience tenía apoyo como una madre soltera y Lillie gozaba de la estabilidad que todo niño necesitaba.
Agradecía que la intensa mirada azul de Justice no la juzgara por ello.
—Hoy es noche de lasaña —le dijo Lillie—. Con pan de ajo.
Justice sonrió.
—Bueno, en ese caso, ¿cómo voy a decir que no? —se giró hacia Patience—. ¿A qué hora?
—¿Te viene bien a las seis?
—Sí.
Ella se levantó.
—Genial. Pues, entonces, luego nos vemos. ¿Recuerdas dónde está la casa?
Él se levantó y asintió.
—Nos vemos a las seis.
Patience se obligó a caminar a su paso habitual. Quería correr, o al menos ir dando saltitos, pero eso requeriría algún tipo de explicación y probablemente generaría algunas llamadas a las autoridades locales por parte de los vecinos.
Lillie le hablaba sobre cómo le había ido el día en el colegio y ella hizo todo lo que pudo por prestarle atención, aunque le resultó complicado. Su mente no dejaba de revivir el inesperado encuentro con Justice. No podía explicarse que hubiera aparecido así, sin previo aviso. Eso sí que era un buen regalo del pasado.
Doblaron la calle que conducía a su casa y se detuvo a observarla con ojo crítico mientras se preguntaba qué vería Justice al estar frente a ella.
El color había cambiado. Ahora era amarillo pálido en lugar de blanco. El invierno había llegado tarde y no habían caído las primeras nevadas hasta Nochebuena, pero después se habían quedado durante semanas. Los narcisos, el azafrán y los tulipanes habían llegado a mediados de marzo para iluminar el jardín y los que quedaban estaban haciendo un último esfuerzo antes de desaparecer con la calidez de los días de primavera. El césped no estaba demasiado mal y el porche delantero resultaba acogedor. Había sacado el banco y dos butacas justo la semana anterior.
La casa tenía dos plantas. Al igual que muchas casas de esa parte del pueblo, se había construido en los años cuarenta y era de estilo Craftsman con grandes ventanas frontales y pequeños detalles encastrados y molduras.
Lillie fue la primera en subir las escaleras y entrar por la puerta.
Las cosas habían cambiado dentro un poco. Además de cambiar el sofá y un par de electrodomésticos en la cocina, su