Название | Kara y Yara en la tormenta de la historia |
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Автор произведения | Alek Popov |
Жанр | Языкознание |
Серия | Sensibles a las Letras |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788416537921 |
En aquellos primeros años de lucha, el destacamento Patarinska —nadie supo por qué se llamaba así— contaba con cerca de diecinueve partisanos. Decimos «cerca de» porque algunos de ellos bien volvían a sus pueblos cuando los empapaba la lluvia o empezaban a echar de menos a sus mujeres, bien volvían al monte cuando estaban hasta las narices de dichas mujeres. Estos movimientos eran aceptados con compasión y comprensión por parte de sus camaradas. Todos sin excepción calzaban alpargatas. La mayoría llevaban gorros de pelo; había también un par de boinas y una gorra de guardabosques. Muchos de ellos vestían los tradicionales pantalones fondones de lana; uno se había fugado con su traje de bodas y otro lo había hecho con su uniforme militar. Su armamento sumaba cuatro carabinas, una escopeta de caza de dos cañones y un fusil de chispa. La munición ascendía a un total de 44 cartuchos, 13 de los cuales eran para el sistema Mannlicher, aunque todavía no disponían del propio fusil Mannlicher. El fusil de chispa tenía sobre todo un valor simbólico; se creía que en tiempos había pertenecido al mismísimo voivoda Valyo y era el talismán del destacamento. Contaban además con cinco revólveres y una Parabellum, tomada al enemigo en una acción independiente del miembro de más edad del grupo, el conocido por el peculiar nombre de «Enterrador del Capitalismo». También tenían seis bombas de la Primera Guerra Mundial con mangos de madera. Las tapas de dos de ellas se habían perdido y no quedaba claro si iban a explotar ni, aún más importante, cuándo lo harían.
El resto eran palos y cuchillos.
En comparación con ellos Medved parecía un arsenal andante: un subfusil automático Shpaguin, una pistola Tulskiy Tókarev y siete granadas de mano: cuatro de asalto y tres de defensa. Por no mencionar el resto de maravillas que escondía su mochila… Todo lo que llevaba era de cuero: desde la gorra y la cazadora hasta la funda de la pistola y las botas altas. Sus pantalones estaban hechos de un material nunca visto, totalmente impermeable.
Los miembros del destacamento lo observaban con muda admiración, como si fuera una deidad que hubiera descendido de la brillante cumbre del comunismo para llevarlos por caminos ignotos pero, sin duda, gloriosos. Sin embargo, Medved no sentía lo mismo. Miró con escepticismo a los hombres que lo rodeaban, se sentó en un tocón, sacó su último cigarrillo Belomorkanal,11 sacudió la boquilla en el tacón de la bota y profirió pensativo:
—Ну, таак…12
4 Kombrig (ruso: комбриг), contracción de командир бригады (‘comandante de brigada’). Fue una graduación militar del Ejército Rojo entre los años 1935 y 1940, que en parte tiene la equivalencia de general de brigada en los ejércitos modernos.
5 El Levantamiento de Septiembre estalló el 23 de este mes del año 1923 y se produjo como respuesta al golpe militar perpetrado en junio de aquel mismo año en Bulgaria. Los dos acontecimientos sentaron el inicio de conflictos que algunos historiadores definen como una guerra civil.
6 El atentado en la iglesia Sveti Kral (hoy conocida como Santa Nedelia) es el mayor acto terrorista en la historia de Bulgaria, perpetrado el 16 de abril de 1925, el Jueves Santo, por un grupo de la extrema izquierda de la organización militar del Partido Comunista Búlgaro que dinamitó el techo del templo durante el funeral del general Konstantín Gueorguíev, asesinado dos días antes por otros miembros del Partido Comunista. Al desplomarse la cúpula sobre la concurrencia, provocó la muerte de cerca de ciento treinta personas y causó unos quinientos heridos, parte de los cuales murieron más tarde en el hospital. Entre las víctimas se encontraban numerosos políticos y oficiales del Ejército búlgaro.
Entre las consecuencias del atentado estuvo la imposición inmediata de la ley marcial y la aplicación de duras medidas represivas por parte del Gobierno. Poco después el Comité Central del Partido Comunista Búlgaro condenó el atentado como un acto nefasto para el movimiento antifascista y acusó a sus responsables de sectarismo.
7 Los shopis son un grupo etnográfico de la actual Bulgaria occidental, el este de Serbia y el noreste de Macedonia del Norte. Muestran una conciencia nacional búlgara, serbia o macedonia.
8 En ruso, ‘oso’.
9 Los montes Balcanes, Stara Planina o el Balcán, como se denomina con frecuencia en Bulgaria, es la cordillera que da nombre a la península balcánica. Empieza en Serbia y atraviesa Bulgaria de oeste a este.
10 Nombre oficial del PCUS entre 1925 y 1952.
11 Famosa marca de cigarrillos soviéticos, sin filtro y con una boquilla larga de cartón.
12 En ruso: «Pues vaya…».
4. LAS REGLAS DE LA CONSPIRACIÓN
El Enterrador se agachó, cogió dos piedras del suelo y las hizo chocar tres veces. Esperó unos diez segundos y volvió a hacerlas sonar. Le respondieron cuatro golpes idénticos. Un poco más adelante, como si hubiera brotado de la tierra, apareció un centinela con gorro de soldado y fusil con bayoneta. Lenin lo llamó Valyo.
Al ver a las dos chicas se le iluminó la cara.
—Nuevas incorporaciones, ¿eh?
—Gabriela y Mónica. —Las chicas extendieron sus manos.
—¡Camaradas! —las regañó Lenin—. ¡Observad las reglas de la conspiración!
—¡Son nuestros nombres clandestinos! —respondió una de ellas—. Siempre hemos querido llamarnos Gabriela y Mónica. Ella es Mónica.
—No, ella es Mónica y yo Gabriela. ¿No teníamos un acuerdo? —intervino la otra.
—Quedamos en que una semana tú serías Gabriela y la siguiente sería yo. Esta semana me toca a mí.
Valyo se rascó la cabeza:
—¿Acaso es malo ser Mónica?
—¿Pero qué son esos nombres? —se enfadó Lenin—. ¿Os creéis que esto es un baile de sociedad?
Las muchachas arquearon las cejas de la manera ya conocida que señalaba un importante proceso reflexivo. Después de dar unos diez pasos, una de ellas dijo con aparente indiferencia:
—Yo no sé de bailes que no sean de sociedad. El camarada probablemente quería decir «vienés»…
—¡Oye, Lenin! —se echó a reír el Enterrador—. A mí me enterraron, pero