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suspiró y se ablandó.

      —Vale, tienes razón, pero ya te he dicho que habrá más ingresos. Y tendré más clientes privados que nunca —por supuesto, lo que aún tenía que explicarle era que parte de ese dinero estaba destinado a devolverle a sus socios su inversión que le habían adelantado.

      Aunque su recordatorio pareció hacerla callar, estaba seguro de que no estaba convencida del todo.

      —¿Qué? Vamos a poner todas las cartas sobre la mesa.

      —Me dijiste que no te ibas a plantear lo de hipotecar la casa.

      —Y no lo haré. Ya sé que no estás nada de acuerdo con eso.

      —Entonces ¿de dónde viene la inversión adicional, Elliott? Te conozco. Tu orgullo no te permitirá no contribuir con la parte que consideras justa. ¿De dónde lo sacarás? No le habrás pedido un préstamo a tus hermanas o a tu madre, ¿verdad?

      Y ahora llegaba el momento en que todo se derrumbaba.

      —Claro que no. Los demás socios me harán un préstamo y yo se lo devolveré a medida que el gimnasio dé beneficios.

      —Entonces, ¿te has metido en un préstamo, aunque no sea con nuestra casa? Se lo estás pidiendo a nuestros amigos.

      —Yo no se lo he pedido, se han ofrecido —respondió a la defensiva—. Y me darán mucha flexibilidad para devolvérselo, Karen.

      —¿Pero habrá documentos legales? ¿Les deberás este dinero?

      —Claro.

      —¿Y si no se lo puedes pagar?

      —Hay flexibilidad para la devolución —repitió porque estaba claro que Karen no lo estaba escuchando.

      —Seguro que Ray se convenció a sí mismo en muchas ocasiones de eso —contestó con amargura.

      Y eso desató la rabia de Elliott.

      —No me gusta nada esa comparación.

      —No te culpo, ¿pero puedes negar que tenga razón?

      Le dolió ver los tristes recuerdos que estaba removiendo en Karen, pero, al mismo tiempo, esa era su oportunidad de darle a su familia la vida que quería para ellos. Tenía que aprovechar la ocasión y tenía que hacerlo a su modo.

      —Es la mejor opción y funcionará. Tienes que confiar en que no os defraudaré.

      Ella lo miró con lágrimas en los ojos.

      —Sé que jamás querrías hacerlo —le susurró.

      —No lo haré, cariño—respondió con firmeza—. Jamás.

      Era una promesa que mantendría haciendo todo lo que estuviera en su poder.

      Karen estaba empezando a sentirse extrañamente aislada. A su alrededor toda la conversación giraba en torno al gimnasio nuevo. Con todas sus amigas y los maridos de estas implicados directa o indirectamente en el proyecto y trabajando en ello con entusiasmo, parecía que era la única que tenía sus reservas al respecto. Odiaba ser la única que se resistía a aceptarlo del todo, sobre todo cuando eso demostraba una falta de fe en su propio marido.

      Los documentos de la propiedad se habían firmado la tarde anterior y todo el mundo se había reunido esa noche en casa de Maddie y Cal para celebrarlo. A Karen le habría encantado poder poner una excusa, pero ante la mirada de decepción de su marido, había aceptado a ir a regañadientes.

      Los niños corrían por el jardín trasero, muy activos por haber comido demasiado dulce. Los hombres estaban entusiasmados con su proyecto y apiñados en torno a los planos de la reforma. Karen estaba sentada sola entre las sombras del patio deseando poder dejarse llevar por la alegría de la celebración aunque solo fuera por Elliott.

      —¿Aún no estás convencida? —le preguntó Helen con su habitual franqueza y sentándose a su lado en la chaise longue.

      Karen le dirigió una desganada sonrisa.

      —Intento estarlo.

      —¿Quieres un consejo de alguien que ha visto muchos matrimonios derrumbarse? —le preguntó la mujer que era reconocida como una de las mejores abogadas de divorcios del estado.

      Karen no estaba del todo segura de quererlo, pero asintió de todos modos. Conociendo a Helen, sería imposible que se callara si consideraba que era algo que ella tenía que oír.

      —Primero, deberías saber que creo en este proyecto —dijo apoyándose en el peso de su experiencia como abogada y empresaria–. He repasado todo y todas las cifras. Tengo la experiencia del The Corner Spa para basarme y comparar y está claro que no hay garantías, pero estoy convencida de que será un éxito.

      Le lanzó una mirada de complicidad.

      —También sé algo que puede que tú no sepas y que ninguno de los demás sabe tampoco. Hazme caso, es una gran noticia.

      Karen la miró sorprendida.

      —Si sabes algo que pudiera afectar al modo en qué va a funcionar, ¿por qué no se lo has dicho a los chicos?

      —Confidencialidad entre abogado y cliente. Hoy mi cliente me ha dado permiso y me ha dicho que podía contárselo a quien pudiera estar interesado, pero he estado guardándomelo para más tarde —sonrió—. He pensado que podría hacer un gran anuncio y tener mi minuto de gloria.

      —¿Me lo puedes decir ahora, sobre todo si crees que es una noticia reconfortante? —le preguntó Karen con cada vez más curiosidad.

      —Dexter’s va a cerrar —le reveló.

      Incluso Karen veía cómo eso podía impactar positivamente en el proyecto del gimnasio.

      —¡Vaya! No tenía ni idea.

      —Nadie la tenía. Dexter me ha dicho que lleva tiempo queriendo jubilarse, pero que sabía que había hombres en el pueblo que contaban con su cutre gimnasio. No quería marcharse hasta que hubiera una alternativa viable en el horizonte. En cuanto se enteró de esto, vino a mí para que le llevara la documentación necesaria para cerrar su local, ponerlo en venta y modificar su testamento para reflejar que ese negocio ya era historia.

      Karen estaba asombrada con la noticia.

      —¿De verdad lo va a hacer? ¿No hay duda?

      —Ninguna. Está deseando comprarse una casa prefabricada en Florida —le confirmó Helen—. Me ha dicho que su mujer y él quieren pasar el año bajo el sol, jugando al bingo y yendo a las carreras y a los casinos.

      Karen se sintió animada por primera vez desde que Elliott le había revelado los detalles de su plan.

      —Eso sí que podría cambiar las cosas, ¿verdad?

      —Creo que el nuevo local habría tenido éxito de todos modos, pero sí, esto debería garantizarlo.

      —Gracias por contármelo. Tengo que ir a buscar a Elliott. Aún sigo asustada por todo esto, ya que se ha comprometido a devolver mucho dinero, pero ahora estoy mucho más tranquila.

      Helen la agarró del brazo para detenerla.

      —Un consejo más, si me permites. Puede que sea mejor que sepa que crees en él y no que le digas que te has quedado más convencida porque sabes que no tendrá competencia.

      Karen asintió, comprendiendo perfectamente el consejo de Helen.

      —Tienes razón. Y sí que creo en él. Nunca me ha dado ni una sola razón para no hacerlo.

      —Pero imagino que es duro olvidar lo que hizo Ray —sugirió Helen—. Creo que Elliott lo entiende también, aunque tal vez sea hora de que empieces a basar tus decisiones en el hombre con el que estás, en lugar de en el hombre que se marchó.

      —Es verdad. Y el hecho de que Elliott no me