Peregrinaje al Bicampeonato. Gustavo Villafranca Cobelli

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Название Peregrinaje al Bicampeonato
Автор произведения Gustavo Villafranca Cobelli
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9789563384987



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mucha llegada a las respectivas áreas, pero Universidad de Chile terminaría haciéndolo suyo con un disparo de media distancia y un penal del Pato Mardones, además de otro doblete del Matador Salas y anotación del Polaco Goldberg. Para Osorno, en cambio, solo anotaron Burella y Barría.

      Al volver del estadio, en vez de estudiar para las clases de periodismo, llegué directamente a anotar los resultados en mi nuevo cuaderno del Campeonato 1995. Al hojear los anteriores, recordaba mi primera gran alegría en un debut del Torneo Nacional: el 7 × 3 a Unión Española en Santa Laura, en una llovida tarde sabatina del año 1982. Aunque, pensándolo fríamente, el resultado que más recordaba era el 5 × 0 durante el debut del torneo pasado ante el mismo rival, donde Marcelo Salas también anotó dos goles.

      Con esos resultados y el 7 × 1 de Cobreloa sobre Huachipato, mi ilusión de que el Romántico Viajero peleara el título estaba intacta, a pesar de no tener refuerzos y contar con un plantel tan estrecho. Mis compañeros de universidad, algunos albos y otros cruzados, comenzaron a molestarme desde el primer día, pues sus respectivos equipos estaban bien reforzados. Decían que la “U” pasaría otros 25 años sin salir campeón, que el argentino Óscar Acosta parecía rockero en vez de futbolista, y que Traverso era más tronco que Luis Abarca, así de malo era.

       DEL ÉXTASIS AL DOLOR

      Tras el estreno del campeonato y con la visita del gran Atlético Nacional, se venía la semana decisiva en la Copa Libertadores. Recuerdo que San Carlos estaba completamente lleno, vi el partido por Canal 13, apoyando completamente a los colombianos, pues la “U” peleaba el último cupo con la UC. El conjunto cruzado resultó ser un oponente digno para el equipo de Medellín, que tenía al gigante René Higuita en el arco, a Luis “Chonto” Herrera como defensa, a Chicho Serna en mediocampo y a los cracks Aristizábal y Juan Pablo Ángel en delantera. Es más, cuando el empate a 0 ya se conjuraba, hubo un penal sobre la hora que disparó el Beto Acosta y que fue tapado por Higuita.

      Con el 0 × 0 de San Carlos, un triunfo el día viernes dejaba a la “U” en octavos de final, así que la expectativa fue enorme. Nos organizamos para ir con unos amigos, así que le presté mi tarjeta Andes al colega de mi viejo para que fueran juntos a esa ubicación, a cambio de que me diera las lucas correspondientes para ir a galería. Si bien tengo anotado que 44.418 espectadores llegaron ese día al estadio, lo cierto es que por lo menos había 60 mil personas en Ñuñoa. Con Pastel y el Negro dimos vueltas por el sector sur tratando de ingresar, pero encontramos todas las puertas cerradas, así que nos instalamos en el lado norte, bien arriba, próximos a la diagonal que está cerca de la marquesina. Ese día, la “U” jugó un partidazo, en gran parte por la decisión de Socías: dejar definitivamente a Acosta en la banca e ingresar a Víctor Hugo Castañeda, cuyas pausas en los momentos más adecuados contrarrestaban la vertiginosidad característica de Valencia, Goldberg y Salas. Y, en defensa, la entrada del Relojito Romero ayudó a la dupla de Abarca y Traverso, que a punta de mañas y agarrones trataban de frenar al duro de Aristizábal.

      Durante el segundo tiempo, a la “U” le tocaba atacar hacia el sector sur, por lo que ver a los once azules correr hacia la multitud de Los de Abajo era un espectáculo sublime. La barra ya no era ese grupo de muchachotes que cantaba bajo el tablero marcador de goles sin una estructura definida, ahora se organizaba estratégicamente con distintos líderes que hacían saltar y moverse a todo el sector. En cada C-H-I, el movimiento de los brazos y las palmadas formaban una perfecta coreografía que me tenía tan preocupado de la barra como de la pelota. Sin embargo, a pesar del frenesí en la tribuna, recuerdo perfectamente una clara falta de Higuita sobre Salas que ameritaba un penal, pero era muy difícil que sancionaran con otra pena máxima al equipo del Cartel de Medellín, que ya había sido castigado en el partido contra la UC hacía un par de días.

      Ya en los últimos minutos, la “U” atacó con todo, ingresó Ángel y estuvieron cerca del gol, pero Vargas fue rápido para salir del área y cortar un par de cargas. Un gol de Universidad de Chile nos dejaba en octavos de final, mientras que el empate llevaba a una definición con la UC, mientras la derrota nos eliminaba. Finalmente, el 0 no se movió y nos fuimos con la amargura de haber tenido todo para enterrar a la Católica.

      Por reglamento, Universidad de Chile y Universidad Católica tenían que definir la clasificación chilena a octavos de final en un partido adicional, a pesar de que la “U” tenía mejor diferencia de goles que el equipo cruzado. Pero antes, por la segunda fecha del Campeonato Nacional, el cuadro del Lulo conseguía un sufrido empate en Las Higueras ante Huachipato con cabezazo de Luis Abarca, mientras la UC se imponía en Antofagasta con gol de Acosta, y Colo-Colo saltaba a la punta tras derrotar a Concepción 2 × 1 en Pedrero.

      El partido con la UC definía al equipo que enfrentaría a River Plate y se jugó un martes en vísperas de Semana Santa. Asistí al encuentro con varios compañeros de periodismo, presintiendo una inminente derrota, pues la “U” había tenido todo para pasar a la otra ronda de la Copa y, a pesar de haber jugado bien, no pudo timbrar los pasajes. Por otro lado, la Franja había perdido los tres primeros partidos por paliza y el acceso a la siguiente etapa prácticamente se les había escapado, lo que les daba un motivo extra para llegar crecidos al encuentro.

      La definición tuvo muy pocos hinchas de la Católica. El sector norte, destinado a sus seguidores, estaba dividido entre integrantes de la barra Los del Este, muchachos de Los de Abajo y familias completas. A varios hinchas de la “U” ya no les importaba tanto la rivalidad deportiva porque iban directamente al estadio con la idea de amedrentar a los forofos de la UC. Es más, para un clásico universitario del año 1993, recuerdo haber tenido que escapar de fanáticos de mi propio equipo. Fue un día de invierno en que caminaba tranquilamente junto a un amigo, sin ningún atuendo que nos identificara como seguidores de Universidad de Chile. Al salir por los accesos de avenida Grecia, nos encararon unos barristas azules, para amedrentarnos con voz amenazante: “¿Andan pasando piola?”. Por suerte, casi en forma instantánea, se armó otro matonaje entre azules y cruzados cerca del mono en pelota, lo que alejó a nuestros atacantes.

      El clásico universitario de definición por los pasajes a octavos de final de la Copa comenzó mal desde un inicio, porque la “U” perdió el sorteo y le tocó cambiar de lado. A eso, se sumó una clara superioridad del equipo de Manuel Pellegrini en el primer tiempo, que se fue con un 2 × 0 al descanso tras el cabezazo de Ardiman a poco de iniciado el partido y definición de Acosta en el segundo gol. Una de las grandes lecciones que dejó ese primer tiempo, fue el paupérrimo nivel de Óscar Acosta y la lentitud de Cristián Romero ante la presencia de Marcelo Barticciotto que, quizás por su pasado colocolino, jugó lejos su mejor partido con la camiseta de la UC.

      Nosotros estábamos en el sector sur, muy cerca de Los de Abajo y, tras el descanso, era poco lo que se podía ver hacia el otro arco, pues había mucha neblina. A pesar de la inferioridad, Universidad de Chile entró atacando con mucho amor propio y, gracias a un remate de distancia del Pato Mardones, vino el descuento y el equipo se acercó al empate, aunque con más ganas que fútbol. Socías sacó a Óscar Acosta, pero en vez de ingresar a Víctor Hugo Castañeda, puso a Ibáñez, lo que dejó al equipo desarmado. La “U” tenía la pelota, se acercaba, pero en las contras podría venir el tercero en cualquier momento y así pasó con el gol de Gorosito a 20 minutos del final. De ahí comenzaron los cambios y roces, generando un partido cada vez más interrumpido que finiquitó Acosta con el cuarto gol cuando solo quedaba 1 minuto. Tras anotar, Rodrigo Gómez, eterno suplente en la UC, comenzó a burlarse de los jugadores azules al festejar mostrando la camiseta. Inmediatamente sacamos la voz desde la tribuna con el cántico: Ojo, tengan cuidado. Ojo, tengan cuidado con el León, su bravura es feroz y su hinchada la mejor, que opacó cualquier atisbo de CEATOLEÍ desde el sector norte. Finalmente, el autor de las burlas y Sergio Vargas fueron expulsados, mientras en la radio, el soberbio de Néstor Raúl Gorosito declaró terminado el partido: “¿Querían jugar con River? Como somos argentinos, quizás les consigamos un amistoso”. Yo lo odiaba.

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