E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods

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Название E-Pack HQN Sherryl Woods 1
Автор произведения Sherryl Woods
Жанр Языкознание
Серия Pack
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788413756486



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escapar de allí.

      El señor Forrest miró a Jess.

      –Has sido muy buena con el chico.

      Ella sacudió la cabeza.

      –No, fue Gail la primera en ver su potencial.

      –Bueno, te debo una por haberle dado una oportunidad en un principio.

      –Me alegra que haya salido bien –dijo Jess antes de ir a hablar con el resto de comensales.

      A las once, cuando el último de los clientes se había marchado, no solo estaba exhausta, sino que estaba entusiasmada.

      Levantó la mirada del libro de registros y allí vio a Will.

      –Llegas demasiado tarde. La cocina ya ha cerrado.

      –Esperaba que tuvieras tiempo para una copa antes de irte a dormir –dijo justo cuando la puerta de la cocina se abrió y su improvisada cuadrilla salió al comedor. Will los miró con la boca abierta–. ¿Qué está pasando aquí?

      Kevin se rio.

      –Hemos acudido a una llamada de emergencia.

      –Y hemos hecho un trabajo fantástico –añadió la abuela con los ojos brillantes de emoción, a pesar del evidente cansancio en su rostro.

      –Sí, es verdad –asintió Abby–. Pero tengo que irme a casa con mi marido y las niñas. Se estaban partiendo de risa cuando les he dicho adónde venía. Abuela, ¿vienes conmigo?

      –Sí, claro –contestó Nell, aunque no parecía que tuviera muchas ganas de irse. Abrazó a Jess con fuerza–. Gracias por dejarme formar parte de esto. Me ha encantado hacer de pinche.

      –¿Dejarte? No podríamos haberlo hecho sin ti. Soy yo la que está agradecida.

      Kevin se sentó en una silla.

      –¿Qué tiene que hacer un hombre para tomarse una copa en este sitio?

      Will lo miró divertido.

      –¿Te apetece un vino? Sé dónde están.

      –Trae una botella de vino –le gritó Jess y miró a Ronnie–. ¿Te quedas un rato?

      Él chico asintió con ganas.

      –Si no os importa… Estoy demasiado nervioso como para irme a casa.

      –Claro que no nos importa. Eres una parte vital de este equipo. Hoy lo has hecho muy bien –y le dijo a Will–. ¡Trae cuatro copas!

      Kevin miró a Will.

      –Se te ve muy cómodo por aquí.

      Jess se encogió de hombros.

      –Ha venido unas cuantas veces.

      –¿Ah, sí?

      –No vamos a hablar de esto –le dijo muy seria–. Que hayas ayudado a salvarme el trasero esta noche no significa que ahora puedas tener el privilegio de interrogarme.

      –Pero ser el hermano mayor sí me da ese privilegio.

      –Puedes preguntarle a Connor cómo le ha salido a él hoy la jugada –respondió aliviada al ver que Will regresaba. Al menos confiaba en que su hermano no diría nada que avergonzara a Will delante de Ronnie, una persona ajena a la dinámica de la familia.

      Relajada tras la frenética noche, Jess vio que estaba feliz de que Will estuviera allí formando parte de lo sucedido. Era como en los viejos tiempos, cuando todos habían salido juntos. Por segunda vez ese día se preguntó si tal vez se había agobiado demasiado con el paso de amistad a pareja, ya que, tal vez, ese cambio solo significaría más noches agradables como esa.

      Miró y vio cómo Will estaba mirándola con deseo. Se le aceleró el pulso y pensó. Daba un poco de miedo el impacto que él estaba provocando en todos sus sentidos, pero uno de esos días tendría que decidirse. Hasta entonces tal vez podía actuar como una adolescente y restringir las citas a cosas que pudieran hacer con mucha gente. Imaginar la reacción de Will ante su estrategia de autoprotección la hizo sonreír.

      La demanda de los servicios de Almuerzo junto a la bahía superó todo lo que Will se había imaginado. Aunque hubiera querido tener una cita… ya fuera con Jess o con cualquier otra chica… habría estado demasiado ocupado para organizarla. Al menos esa era la excusa que se había dado para no salir con nadie tras la desastrosa cita con Anna Lofton unas semanas atrás.

      Sí, de acuerdo, eso y el hecho de que las cosas parecieran haber dado un cambio para mejor con Jess. Sabía que no podía meterle prisa, y por eso estaba intentando esperarla, esperar a que ella llegara a la misma conclusión que había llegado él: que ambos merecían una oportunidad.

      Ocasiones como el encuentro casual en el festival y la relajada noche que habían pasado ese mismo día en el hotel parecían estar derribando las defensas de Jess. Solo tenía que ser paciente. Sí, tenía experiencia, llevaba muchos años siéndolo, pero cada vez le resultaba más difícil.

      Unos días después de la noche en el hotel, estaba trabajando con el ordenador en su consulta cuando la puerta se abrió y Jess entró. La miró sorprendido. Era la primera vez que había cruzado el umbral de su lugar de trabajo y, ahora que lo pensaba, era la primera vez que ella había hecho un acercamiento y había ido a buscarlo.

      Jess miraba a su alrededor con curiosidad.

      –No hay diván.

      –No todos los psicólogos los tenemos –respondió mientras intentaba averiguar qué le había hecho adentrarse en territorio enemigo–. La mayoría de la gente prefiere sentarse en un sillón cómodo.

      –¿Has probado con un sofá grande?

      –Durante un tiempo lo tuve, pero luego renové el mobiliario –sonrió–. ¿Has venido para hablar de mi decoración y mis muebles?

      –Sinceramente, no sé qué hago aquí.

      –¿Querías una sesión? –le preguntó disfrutando de ese rubor que había despertado su pregunta.

      –Eres la última persona que querría que husmeara en mi psique. Ya lo haces demasiado cada vez que nos encontramos.

      –Jess, al contrario de lo que tú crees, tu psique es lo último en lo que pienso cuando me encuentro contigo.

      –¡Oh!

      Y ya que él no quería ponerle el corazón a sus pies para que se lo pisoteara, cambió de tema.

      –¿Por qué estás aquí?

      Ella se movió por el despacho, agarró una revista y vio alguna que otra escultura antes de mirar curiosamente una caracola.

      –¿La has encontrado por aquí?

      –En la playa junto a tu casa, precisamente –la miró a los ojos–. ¿Es que no te acuerdas?

      –Seguro que hay miles de caracolas, Will. ¿Por qué iba a recordar esta?

      –Te cortaste en el pie con ella cuando tenías catorce años. Estabas sangrando mucho e intentabas no llorar. Te llevé a casa para que Nell pudiera vendarte el pie.

      –¿Y guardaste la caracola? –preguntó incrédula.

      Él se encogió de hombros sintiéndose ridículo.

      –En su momento pensé que me la llevaba para que nadie volviera a hacerse daño con ella, pero después, no sé por qué, se quedó conmigo.

      –¿Para recordarte que jugabas a ser Sir Galahad? –preguntó ella.

      –Algo parecido.

      –¿Puedo preguntarte algo?

      –Me encantaría.

      –¿Alguna vez has pensado en besarme? Quiero decir, antes de aquella noche en Brady’s.

      Él sonrió ante su tono de solemnidad.