Название | Viaje al centro de ti - Los 12 mandamientos del siglo XXI |
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Автор произведения | Luis Fernando arean Alvarez |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | Harpercollins Nf |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788491395645 |
Había trabajado duro, me había sacrificado para conseguir todo aquello, había perdido cosas por el camino para obtener mis metas y por fin las había logrado. Estaba en la cima.
No nos preguntamos por el despertar cuando la vida nos sonríe porque pensamos que son cosas místicas de gente que tiene tiempo que perder.
Estaba on fire y sin saber que la vida me había preparado algunos interrogantes para los que no tenía respuesta y cerrojos para los que no tenía salida. ¿Para qué desperdiciar momentos reflexionando sobre quién era yo en realidad si me encantaba el Luis en el que me había convertido? No me interesaba nada la persona porque disfrutaba con el personaje. Las preguntas llegan cuando la vida te golpea y te sientes tan hundido o perdido que buscas dónde agarrarte.
¿QUÉ OCURRIÓ?
Ocurrió algo que nadie podía controlar ni esperar. España se vio golpeada por los atentados del 11-M. El país se quedó congelado ante las imágenes que no paraban de repetirse por televisión, los ciudadanos se asustaron, vieron que lo imposible era posible y que, quizás, les podía tocar a ellos también, que quizás lo peor no estaba tan lejos. Hechos terroríficos que cambian la vida de un país y de todos nosotros en cuestión de un segundo, y así fue.
¿Qué tuvo que ver esto conmigo? Nada y a la vez todo. El miedo se apoderó de los seres humanos, el pánico, la tristeza, la rabia, el desanimo, la desilusión. España cayó en depresión y lo último en lo que pensaba la gente era en salir a divertirse.
¿CUÁLES FUERON LAS CONSECUENCIAS?
El teatro cayó en picado, la taquilla se paralizó y empezamos a dar pérdidas. Unas pérdidas que me obligaron a cerrar un musical, que tenía previsto estar en cartel unos cinco años, a los seis meses del estreno.
En aquel momento, como me creía Superman, pensé que estaba por encima de cualquier circunstancia. En vez de tomar medidas rápidas para contener las pérdidas de la empresa, me quise hacer el salvador de todos los marineros que había en el barco, trasmitiéndoles que no pasaba nada y que yo podría soportar cualquiera de los problemas a los que nos enfrentábamos. Está claro que el hombre propone, pero es la vida quien dispone.
Y mientras salvaba a los marineros, cuando me quise dar cuenta el barco se había hundido. Fue lo que se conoce como un fracaso total. De repente el glamour que me rodeaba desapareció. El dinero que seguía llegando se fue mucho más rápido de lo que pensaba. Aprendí en horas que en el mundo del espectáculo se gana en pesetas, pero cuando se pierde salen los euros a gran velocidad.
¿QUÉ PASÓ CUANDO SE TORCIERON LAS COSAS?
La vida social se esfumó y el teléfono dejó de sonar. Peor aún, dejaron de cogerlo.
Ya no estaba de moda.
Ya no tenía el musical de la temporada.
Ya no podría recuperar la inversión que se hizo.
Puede parecer que no es tan grave, pero para mí fue mi ruina y lo que eso conllevaba. De tenerlo todo, como digo, a no tener nada, solo problemas, deudas, incertidumbre sobre el futuro y con ello la perdición.
Es fácil saber dónde ir cuando las cosas van bien, pero cuando se tuercen, de pronto los caminos se ocultan, las caras amables ya no están y lo único que te acompaña día y noche es la angustia. Conoces esa sensación, ¿verdad?
Entonces surgieron las preguntas, esas que hasta ahora no conocía. ¿Por qué me ha pasado esto? ¿Por qué ahora? ¿Por qué solo me ocurre a mí? ¡Qué injusto! Seguro que también te suenan, todos las hemos pronunciado en algún momento, y yo en aquella época empecé a decirlas muchísimo. No entendía nada. ¿Cómo podían cambiar las cosas tanto de un día para otro? En solo un segundo. Sentía que después de lo que había trabajado no me lo merecía.
Las preguntas estaban todo el tiempo en mi cabeza, les daba vueltas y más vueltas. Los problemas crecían a la misma velocidad que lo hacía mi incapacidad para pensar cómo solucionar la avalancha que arrastraba de acreedores. A diario me llegaban amenazas de los bancos con embargarme mi casa. Y la de mis padres, las de mis hermanas que, las pobres, en su afán de ayudarme, firmaron el aval del préstamo para poder acometer mis sueños.
Hasta ese momento parecía que lo entendía todo porque todo me salía más o menos como yo quería. Como te he dicho antes, cuando las cosas van bien, cuando suceden como uno quiere o espera, es raro que te hagas ciertas preguntas. ¿Para qué? Pero cuando la vida cambia los planes, cuando no entendemos que ella tiene otros y que no siempre coinciden con los nuestros, es cuando llegan las preguntas, porque entendemos lo bueno, nunca lo difícil.
Y ahí estaba yo, justo en esa situación. Explorando los caminos de lo desconocido, rutas incómodas que en situaciones así te ves obligado a descubrir. Es la única manera de avanzar. Me veía en una posición totalmente nueva, despidiendo personal, cerrando el teatro, buscando maneras de conseguir dinero. Me vine abajo. ¡Me rendí! Mi ánimo se desplomó.
Llegar hasta donde lo había hecho había sido duro, es verdad que todo había fluido, pero, como digo, con mucho trabajo y mucho sacrificio. Una vida entregada a mi profesión y, este momento, el estreno de We Will Rock You, era el premio. Por fin había llegado a mi meta, el trabajo había merecido la pena. Aunque si este era el final, tal vez nada lo habría merecido.
Más tarde aprendí que todo acababa bien, y si no ha acabado bien, es que todavía no ha terminado, pero, obviamente, en ese instante no lo veía. Buscaba salidas y no encontraba puertas. Hacía preguntas y no llegaban respuestas. Me encerré en mí mismo. Me volví arisco. Me sentía fracasado, hundido, tanto esfuerzo para qué. Continué buscando respuestas. ¿Por qué me había pasado esto a mí? Y cada día que no recibía soluciones me volvía peor persona. Lo que no sabía era que las respuestas, a veces, están en sitios inesperados. Y lo que tampoco sabía era que mi golpe de varita estaba a punto de llegar, de una manera y en un lugar al que nunca hubiese ido si la vida no me hubiese puesto en esta situación.
He escrito este libro esperando que te dé respuestas a tus preguntas y para que confíes en que las soluciones están más cerca de lo que piensas, aunque quizás no estés escuchando con atención. Tengo que confesar que he tardado bastante en hacerlo porque, a pesar de mi toque de varita, de mi despertar diario y del viaje que estoy realizando desde hace tiempo a mi interior, el mundo de lo físico me absorbe en ocasiones con intensidad y me aparta de lo realmente importante.
Estoy tan ocupado con toda la nada que tengo que hacer que confundo lo urgente con lo importante.
Aun así, como siempre regreso a mi camino, por fin lo he escrito. Es curioso porque he conseguido terminarlo en otro golpe, esos que no entendemos pero que tenemos que aceptar. He aprendido que con la vida es mejor no discutir, siempre gana.
Mientras escribo esto estamos en estado de alarma, confinados entre cuatro paredes, viviendo una pandemia mundial. Llevamos sesenta días encerrados en casa padeciendo una gran crisis sanitaria. Un momento que solo ha visto una generación.
Tú y yo podremos decir que hemos crecido en una sociedad completamente distinta a la que nacimos y que hemos conocido una revolución industrial tecnológica y un confinamiento sin precedente. Eso solo puede decirlo una generación en la historia: la nuestra.
Imagino que habrás adivinado que hablo de la COVID-19, de ese bicho que tanto daño está haciendo al mundo entero. De ese bicho que ha destrozado familias y que ha instalado el miedo entre los humanos. No voy a desarrollar este tema porque me llevaría otro libro, pero es importante que sepas que estas páginas las concebí en los días de confinamiento.
Llevaba en mi cabeza mucho tiempo y pensaba escribirlo una vez inaugurase mi último proyecto, la rehabilitación de la antigua estación de Príncipe Pío para convertirla en teatro. Proyecto que me ha llevado seis años de obra y de duro trabajo, pero que por fin conseguí estrenar el 1 de marzo