Secretos del ayer. Elizabeth August

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Название Secretos del ayer
Автор произведения Elizabeth August
Жанр Языкознание
Серия Jazmín
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788413751450



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encontrado ante su tumba, Sarita vio que Wolf la miraba como diciendo que estaban en paz. Volviendo a su papel de camarera, preguntó:

      –¿Quieres algo de beber mientras miras el menú, o sabes ya lo que vas a tomar?

      Wolf miró el menú.

      –Café y el especial Cowhand con huevos revueltos.

      –Enseguida –mientras se alejaba, Sarita vio que los demás clientes lanzaban disimuladas miradas a Wolf. Y, a diferencia de otras mañanas, las conversaciones eran un mero murmullo.

      Cuando fue a dejar el pedido de Wolf en la ventana de la cocina, Jules le hizo una seña para que pasara al interior. Sabiendo que antes o después iba a tener que hablar con él, pasó.

      –¿Quién es el tal Wolf O’Malley? –preguntó Jules, tratando de vigilar lo que cocinaba a la vez que echaba un vistazo a los clientes–. Ésta es la primera cosa excitante que pasa en el pueblo desde que Norma Alexander atrapó a Ruper Gordon espiándola por la ventana del dormitorio.

      –Es el hijo mayor de Frank O’Malley. Todo el mundo creía que había muerto –contestó Sarita–. Y ahora debo volver con los clientes.

      Pero antes de que pudiera escapar, Gladys entró en la cocina.

      –¿No os parece excitante? A su excelencia, la señora Katherine O’Malley, no le va a gustar nada.

      Jules parecía confundido.

      –¿No le alegrará saber que su hijo está vivo?

      –No es su hijo –explicó Gladys–. Es su hijastro. Su madre era Willow Pluma Azul.

      –¿Una india? –preguntó Jules, cada vez más interesado.

      Gladys asintió.

      –De pura sangre cherokee. No la recuerdo bien. Pero sí recuerdo que era muy bonita.

      Jules volvió a mirar por la ventana de la cocina.

      –Sí, se nota que tiene sangre de nativo americano.

      –Willow Pluma Azul O’Malley era preciosa y una de las mujeres más dulces del mundo –dijo Sarita, recordando la amabilidad que Willow había mostrado siempre con todos–. Murió a causa de alguna complicación relacionada con la gripe cuando Wolf tenía diez años. Su padre se casó con Katherine cuando cumplió los doce. Él y su madrastra nunca se llevaron bien.

      –Mi Roy siempre ha dicho que Katherine quería librarse de Wolf para que sus hijos lo heredaran todo –en respuesta a la interrogante mirada de Jules, Gladys añadió–: Preston O’Malley fue fruto de un matrimonio anterior de Katherine. Ésta se aseguró de que Frank lo adoptara para que pudiera compartir la herencia. Claudia es hija de Frank y Katherine, pero creo que sólo la tuvo para satisfacer a Frank. Cualquiera puede darse cuenta de que Katherine sólo piensa en Preston.

      Jules asintió.

      –Está claro que lo ha mimado demasiado.

      Sarita sólo había escuchado a medias. Estaba recordando lo mal que se tomó Wolf la muerte de su madre. A pesar de que nunca se llevaron bien, se sintió obligada a ofrecerle sus condolencias. Él le respondió con un gruñido y Sarita nunca volvió a acercarse. Y ahora no quería cotillear sobre él. Señaló con la cabeza el beicon, que se estaba haciendo en exceso.

      –Será mejor que nosotras volvamos con los clientes y que tú prestes atención a lo que cocinas –dijo a Jules.

      Suspirando, Jules volvió su atención al fogón.

      –Parece que la vida se va a volver realmente interesante por aquí durante una temporada –dijo Gladys mientras salían de la cocina.

      –Supongo que «interesante» es una palabra tan buena como cualquiera –replicó Sarita, dudando que Katherine O’Malley hubiera usado ese mismo adjetivo.

      Capítulo 2

      SARITA miró el reloj. Eran casi las tres. Las horas normales de atender a los clientes eran entre las siete de la mañana y las dos de la tarde. Recordando constantemente a la gente que estaba semi retirado, Jules se reservaba el resto del día para trabajar en las recetas del libro de cocina que estaba escribiendo, o para jugar al golf, su segunda pasión. Normalmente, los últimos clientes se iban a las dos y media. Sin embargo, ese día el local seguía casi lleno. Y Jules no estaba ayudando a que los clientes se fueran. En lugar de repetir una y otra vez que se estaba haciendo tarde, no paraba se servir café por todas las mesas y de meterse en las varias conversaciones que había sobre el regreso de Wolf de la tumba.

      Todos opinaban que Katherine se pondría furiosa, y que era una mujer a la que no convenía enfrentarse.

      –Pero Wolf O’Malley puede ser igualmente peligroso –dijo Vivian Kale, lo suficientemente alto como para que todos la oyeran.

      Varias personas asintieron.

      Sarita sabía lo que estaban pensando. Su sentido de la justicia le impidió permanecer en silencio.

      –Nunca se confirmaron los rumores.

      –¿Qué rumores? –preguntó Jules de inmediato.

      –Algunas personas piensan que Wolf empujó a Katherine por las escaleras cuando tenía quince años. Se rompió el brazo –explicó uno de los hombres.

      –Ella dijo que se cayó sola –les recordó Sarita.

      –Sí, pero nadie la creyó –argumentó Vivian–.Y, según recuerdo, Frank envió de inmediato a Wolf a la academia militar.

      –Porque su mujer había tratado de librarse de Wolf desde el principio. No me extrañaría que se hubiera inventado lo de la escalera –Charlie entró en la conversación. Sarita agraceció que aún estuviera allí. Al menos, Wolf contaría con un cliente a su favor.

      –La rotura de su brazo no fue ninguna invención –replicó Vivian.

      –Puede que no tuviera planeado rompérselo –dijo Charlie.

      –Nunca te ha gustado Katherine O’Malley –protestó Vivian–. Habrías estado del lado de Wolf aunque le hubieras visto empujarla.

      Charlie la taladró con la mirada.

      –Nunca mentiría por un hombre ni por una mujer.

      –Vamos, vamos. Calmaos –dijo Jules.

      Uno de los hombres rió.

      –Esto no es nada con lo que debe estar pasando ahora en casa de O’Malley.

      Los demás asintieron, casi al unísono.

      –Yo estoy con Katherine –dijo otro cliente.

      –Tú no estabas cuando Wolf regresó tras acabar sus estudios –replicó otro–. Nunca he visto a un hombre más frío y controlado.

      –Y parece que no ha cambiado mucho en seis años –dijo Vivian–. Hace un rato me he cruzado con él y me ha lanzado una mirada que me ha producido escalofríos.

      Vivian estaba sacando de quicio a Sarita.

      –Probablemente está harto de que la gente se haya pasado el día mirándolo como si fuera un marciano.

      Vivian bufó.

      –No sé por qué estás tan empeñada en defenderlo. No recuerdo que fuerais especialmente amigos.

      Sarita se sorprendió por la intensidad de su afán por defender a Wolf. Era casi una necesidad.

      –No lo éramos, pero no creo que esté bien condenarlo basándose en un cotilleo sin fundamento.

      –Es evidente que a Bradford Dillion le gusta –dijo Jules–. Siempre he considerado que tiene un criterio muy justo.

      –Bradford Dillion era amigo de la madre de Wolf y de su familia. No creo que le pareciera bien el matrimonio de Frank