Crónicas del cielo y la Tierra. Mariano Ribas

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Название Crónicas del cielo y la Tierra
Автор произведения Mariano Ribas
Жанр Математика
Серия Cierta Ciencia
Издательство Математика
Год выпуска 0
isbn 9789878643625



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extendiendo por la costa oeste y sudoeste de la Tierra Verde: tenían huertas y algo de ganado, cazaban zorros, focas, morsas, osos polares y hasta alguna desafortunada ballena varada en la costa. De estos animales obtenían carne, pieles y marfil. También producían quesos y manteca, y comerciaban todos estos bienes y alimentos con Europa a cambio de otras mercaderías (entre ellas, hierro y madera).

      El éxito de los vikingos en Groenlandia se manifestó también en otros ámbitos: durante el siglo XII tuvieron su primer obispo, construyeron una catedral y varias iglesias y hasta constituyeron su propia asamblea nacional (el Althing). Hacia el año 1300, la población vikinga en la isla rondaba los 3 mil colonos repartidos en unas 300 granjas. Fue el punto más alto de un proceso histórico por demás curioso. Pero nada casual: esta suerte de “primavera vikinga”, en una de las regiones normalmente más hostiles del planeta, tuvo un poderoso aliado astronómico. El Sol, por supuesto. Hacía allí vamos.

      Mientras tanto, en el Sol…

      El nacimiento, desarrollo y esplendor de las colonias vikingas en Groenlandia, y sus ocasionales “saltos” al extremo nororiental de América del Norte, coincidieron con un largo período de clima inusualmente cálido en buena parte del planeta. Se extendió, aproximadamente y con algunas oscilaciones, entre 850 y 1300. Durante todo ese tiempo –aunque con vaivenes– los inviernos en la región clave de esta historia fueron mucho menos crudos que en siglos anteriores y posteriores. Y los veranos (otrora apenas frescos, o a lo sumo templados) fueron razonablemente cálidos. Casi amistosos, por momentos. Es más: durante la mayor parte de este período, los hielos a la deriva disminuyeron notablemente en los mares boreales (como el mar de Noruega y el mar de Groenlandia)… circunstancia que, lógicamente, favoreció la navegación y expansión vikinga hacia el oeste.

      Y bien: a partir de diferentes evidencias, los astrónomos y meteorólogos piensan que aquel período cálido medieval –tal como se lo conoce científicamente– estuvo directamente relacionado con el denominado máximo medieval de actividad solar: a 150 millones de kilómetros de la Tierra, nuestra estrella atravesaba una época especialmente activa. En esos años, el Sol mostró gran cantidad de manchas, el síntoma más claro de su actividad. La cantidad e intensidad de las auroras polares –consecuencia directa de las llamadas tormentas solares– también alcanzó niveles muy altos en toda esa franja temporal.

      Muy a grandes rasgos (porque la relación no es absolutamente lineal, y además intervienen factores locales): a mayor actividad solar, mayor emisión de energía, mayor calentamiento de la atmósfera terrestre y climas globalmente más cálidos.

      En suma: el Sol ayudó a los vikingos.

      El frío contraataca: la decadencia vikinga

      Pero nada es para siempre. Tras el auge, el ocaso: a comienzos del siglo XIV, y en forma lenta pero sostenida, aquella larga primavera vikinga en Groenlandia entró en decadencia. Con el correr de los años, el frío extremo y los hielos volvieron a recuperar sus viejos dominios: las latitudes altas de Asia, Europa, toda Groenlandia y parte de América del Norte. Los glaciares comenzaron a derivar hacia el sur, cubriendo tierras que en los siglos previos habían sido habitables y cultivables.

      Como consecuencia de todo lo anterior, las cosechas en Groenlandia se hicieron más y más pobres. Los vikingos americanos fueron muriendo de hambre, frío y soledad. Los niveles de permafrost (la capa de suelo permanentemente helado) subieron sin pausa, obligándolos a enterrar a sus muertos cada vez a menor profundidad, tal como revelaron los ataúdes encontrados en diferentes excavaciones arqueológicas. Las mismas excavaciones revelaron que los esqueletos adultos eran de menor tamaño que en los siglos previos, y presentaban rastros claros de desnutrición.

      La triste decadencia vikinga en Groenlandia se acentuó con los conflictos con los nativos inuit que invadieron sus tierras al bajar desde sitios más boreales en busca de condiciones menos hostiles, y el lento abandono por parte de sus pares en Islandia y Escandinavia: los cruces a la gran isla americana se hicieron cada vez más peligrosos y, a veces, directamente imposibles.

      Hacia 1400 se terminaron las visitas a Groenlandia desde Islandia y Escandinavia. Mucho antes que eso finalizaron los ocasionales cruces a la mítica Vinland, ya completamente abandonada en el extremo noreste de América del Norte.

      Pequeña edad de hielo y Sol calmo

      Había llegado la pequeña edad de hielo, un período de dramático cambio climático que, con algunos altibajos, se extendió hasta bien entrado el siglo XIX. Fue la brutal contracara del período cálido medieval. Una época de tiempo predominantemente gélido que no solo afectó a Groenlandia y América del Norte, sino también a la mayor parte del hemisferio boreal (no hay datos firmes de lo sucedido en el hemisferio sur, aunque se sospecha que el fenómeno tuvo un carácter global). El frío extremo fue amo y señor, especialmente durante los otoños e inviernos, cuando las temperaturas mínimas rondaron los 30, 40 y hasta 50 grados bajo cero en las latitudes más altas.

      La historia revela casos extremadamente gráficos. En el invierno de 1422 a 1423, por ejemplo, el mar Báltico se congeló. Varios ríos europeos corrieron la misma suerte, pero en forma mucho más prolongada: los congelamientos del Támesis, en el sur de Inglaterra, se hicieron rutina en los inviernos de entre finales del siglo XVII y comienzos del XIX. A tal punto, que se celebraban tradicionales ferias populares, con puestos de comida, números de circo y hasta patinaje sobre hielo.

      Pero… ¿qué había ocurrido? ¿Por qué el clima viró tan dramáticamente, pasando de siglos de tiempo mayormente templado y cálido a siglos de fríos extremos y hielos dominantes? Todo indica que el principal factor de cambio climático –aunque no el único– fue el propio Sol. Una vez más.

      Es extremadamente sugerente que, en forma paralela a la pequeña edad de hielo, nuestra estrella haya mostrado un marcado descenso de actividad con respecto al período anterior. De hecho, los períodos más álgidos de este enfriamiento generalizado (al menos en el hemisferio norte) coincidieron con períodos en los cuales el Sol prácticamente no mostró manchas.

      Actividad solar

      Los astrónomos han descubierto que la actividad solar varía con el tiempo: por término medio, la cantidad de manchas (y otros fenómenos) aumenta y disminuye a lo largo de ciclos de aproximadamente 11 años. En forma paralela, su emisión de radiación también sube o baja alrededor de 0,1%. Pero, como no todos los ciclos son iguales, podemos encontrar variaciones mayores. En números concretos: observaciones realizadas con satélites europeos y de la NASA entre 1978 y 2017, revelaron que la Irradiación Solar Total (TSI) ha oscilado entre 1363 y 1359 watts/m2. Una variación de 0,3%, en los últimos 40 años. Y siempre marchando a la par de la mayor o menor cantidad de manchas. La relación más manchas / mayor radiación solar parece indudable.

      Un 0,3% puede parecer muy poco, pero varios investigadores comprobaron que los cambios de la TSI alteran las temperaturas atmosféricas y la circulación del aire (Brasseur, 1993; Balachandran/Rind, 1995; Haigh, 1996; Van Loon/Labitzke, 2000). Otros trabajos confirman que, además, esas mismas oscilaciones hacen subir o bajar varias décimas de grado las temperaturas superficiales del planeta (Cubasch et al., 1997; Tett et al., 1999; Cubasch/Voss, 2000).

      Pero la actividad solar presenta cambios más complejos y profundos a lo largo de los siglos. Todo indica que el período cálido medieval (850 a 1300) que tanto ayudó a la expansión vikinga hacia Groenlandia y América del Norte estuvo ligado a una suba general de la actividad solar. A la inversa, la pequeña edad de hielo (1300 a 1820) parece haber sido exactamente lo opuesto. Y muy especialmente durante los llamados mínimos: de Wolf (1280-1340), de Spörer (1420-1550), de Maunder (1645-1715) y de Dalton (1790-1820), cuando el conteo de manchas solares cayó a niveles bajísimos. Es probable que durante estos “pozos” de actividad, la TSI haya bajado alrededor de 1%.

      A esta altura, es necesario agregar algo más: el Sol es el actor principal en la climatología terrestre… pero no es el único. Otros dos factores reforzaron los efectos de la merma solar durante la pequeña edad de hielo. Por un lado, los cambios en los grandes patrones de circulación atmosférica, particularmente en Europa y América del Norte. Por el otro, un vulcanismo probablemente incrementado: las partículas volcánicas