Название | El río de la herencia intergeneracional |
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Автор произведения | Gustavo E. Jamut |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Sanación en el Espíritu |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877620603 |
y ríos en la estepa (Is 43, 19).
Hace algunos años, mientras vivía en la ciudad de San Bernardo en Chile, me invitaron a participar de un retiro espiritual que llevaba como título Transformación espiritual y psicológica, el cual era guiado por el sacerdote jesuita, padre Carlos Aldunate.
Antes de esta invitación, yo no había tenido la oportunidad de conocer personalmente al padre Carlos, pero a partir de ese retiro Dios permitió que comenzara a gestarse entre nosotros una relación de maestro/discípulo, por medio de la cual el Señor quiso enseñarme muchas realidades sobre el proceso de la sanación interior que Dios puede realizar por medio de la oración.
Esta transmisión de valores y carismas –que proceden del Espíritu Santo– fue para mí toda una novedad; en primer lugar, por lo que el Señor fue realizando en mi vida, y por lo que continúa haciendo aún hoy en mí; y luego al poder constatar cómo el uso de los dones y carismas que nos concede el Espíritu Santo son una herramienta fundamental para la tarea pastoral que el Señor me ha encomendado y que encomienda a todo sacerdote, llamados a ser como Jesús “médicos del alma”, ya que como dice el mismo Señor: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos (cf. Lc 5, 31).
En ese retiro espiritual, el predicador nos invitó a meditar en la propia historia utilizando la imagen de un río, el cual partía desde las tendencias o instintos fundamentales con los cuales fuimos concebidos, y que terminaba en el estuario de la propia personalidad. En aquel entonces, el gráfico solo presentaba los aspectos negativos de la propia historia, que de un modo u otro estaban influyendo en la formación de la personalidad, y llevaba como título: Obstáculos en nosotros al plan de Dios.(8) Sin embargo, algunos años después, el padre Carlos elaboraría otro gráfico, al cual llamaría: El nuevo río.
En este nuevo gráfico del nuevo río, el padre Carlos consideró necesario agregar todo lo positivo que hemos recibido a lo largo de la vida y que también forma parte del proceso de plasmación de nuestra personalidad.(9)
Cuando con el pasar de los años y después de sucesivos encuentros y retiros le hice llegar al padre Carlos mi primer trabajo sobre la herencia intergeneracional, Seremos bendecidos de generación en generación, él –con una gran paciencia y metodología– se tomó el trabajo de leer cada uno de sus capítulos, agregando notas aclaratorias y desarrollando algunas ideas donde le parecía que era necesario hacerlo.
Fue en uno de esos encuentros donde él me manifestó una idea que me inspiró a escribir este segundo trabajo sobre la herencia intergeneracional. La idea fue la siguiente: “el río no debería quedar limitado a la época de la propia historia, sino que en sus cauces fundamentales tendría que incluir el aporte sano y enfermo que recibimos de nuestros padres y demás antepasados, como así también de las diversas culturas que han ido influyendo en los miembros de la familia”. De este modo, surgieron algunas ideas que me servirían para plasmar este libro, las cuales pasaron antes por el proceso de la rumia reflexiva, la predicación y la experiencia pastoral que vino de escuchar una gran cantidad de testimonios.
A continuación, presento algunos elementos del río intergeneracional, tomando como base algunas de las ideas del padre Carlos, pero sumándole mi reflexión sobre todo aquello que en la familia –sea positivo o negativo– heredamos o recibimos en la transmisión del inconsciente familiar, así como también todo lo bueno o negativo que por diferentes canales, aprendemos del medio en el cual nos hemos desarrollado.
Origen del Río
Bendiciones desde el origen del hombre
Muchos ríos nacen en los lugares más elevados de las cadenas montañosas, y el agua con su canto cristalino, va descendiendo incansablemente por las laderas de las altas montañas, recorriendo valles, atravesando pueblos y ciudades, para desembocar finalmente en el mar.
De manera similar, todo de lo que somos y tenemos lo hemos recibido de parte de Dios, quien al crear a nuestros primeros padres, Adán y Eva, los bendice para legarnos a través de ellos y por intermedio de todos nuestros antepasados un sinnúmero de cosas buenas (bendiciones). Esto esencialmente lo encontramos en el libro de los orígenes, es decir el Génesis:
Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra. Y continuó diciendo: Yo les doy todas las plantas que producen semillas sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde. Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno (colmado de bendición). Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día (Gn 1, 27-31).
Esta bendición encuentra su punto central en que Dios, fuente y origen de todo bien, ha querido habitar en nosotros dándonos su Espíritu, que es aliento de vida: Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente (Gn 2, 7).
Haré caer lluvias de Bendición en el tiempo oportuno (Ez 34, 26). |
Las 4 vertientes
El libro del Génesis 4, 10 dice: De Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos.
De aquí podríamos deducir que nos estamos refiriendo a las tendencias básicas o cuatro instintos fundamentales con los que Dios crea al ser humano. Los psicólogos proponen varios instintos, pero, fundamentalmente, pueden reducirse a cuatro:
1. Instinto de conservación
2. Instinto de desarrollo
3. Instinto de socialización
4. Instinto de trascendencia
Esos cuatro instintos son como las cuatro fuentes de donde surge el agua que corre siempre en nosotros, y que viene desde los orígenes de la creación del ser humano, formando parte del caudal de un gran río en nuestras familias y en nuestro ser, los que representan nuestra vida física, emocional, social y espiritual.
1. Instinto de conservación
Al crear al género humano, Dios ha grabado en nuestro ser la conciencia de que la propia vida es un don invalorable, el cual, por lo tanto, debe ser salvaguardado a cualquier precio de todo peligro. Aquí están codificadas todas las experiencias de vida, protección y seguridad que se han dado en nuestras familias a lo largo de las diversas generaciones, como así también aquello que pudo haberles afectado de algún modo.
2. Instinto de desarrollo
Este instinto nutre en cada persona la necesidad de crecer y de madurar en los niveles físico, material, intelectual, emocional, social, creativo, etc. Todos son elementos en relación con una vida digna que debería tender a desarrollarse continuamente.
Todo lo material, que ha sido creado por Dios para la vida del hombre, está en íntima relación con este instinto, marcando en las diversas generaciones de la familia la relación que se tiene con el trabajo, el dinero, la comida, y todo el mundo material; y generando una influencia positiva o negativa en las generaciones siguientes.
3. Instinto de socialización
Desde el instante en que Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada (Gn 2, 18), el ser humano experimenta la necesidad de comunicación y de complementación mutua con otras personas para compartir la vida, trabajar y regocijarse. Es la necesidad básica de todo ser humano de sentirse amado y dar amor. Es además todo lo que ha tenido una incidencia crucial en las relaciones familiares y sociales que se han ido entretejiendo a lo largo de los siglos, y que se