Lunes por la tarde... Reuniones con familias - 21. José Kentenich

Читать онлайн.
Название Lunes por la tarde... Reuniones con familias - 21
Автор произведения José Kentenich
Жанр Сделай Сам
Серия Lunes por la tarde
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9789567598601



Скачать книгу

ángel percibimos sus capacidades intelectuales y espirituales

       Los ojos de Dios nos indican que el Dios Trino

      La fe arroja luz

       sobre el hombre y su destino y

       sobre el acontecer mundial en su conjunto

      En la luz de la fe descubrimos

       que somos hijos de Dios y miembros de Cristo y

       que nuestro destino es participar de la vida

       crucificada y transfigurada del Señor

      Consecuencias prácticas

      Es natural que existan desilusiones en nuestra vida matrimonial

      Amamos a nuestro cónyuge porque es un pedazo de Cristo

      Formas de nuestro amor mutuo

       Primer grado: amo a mi cónyuge como a mí mismo

       Segundo grado: amo a Cristo en mi cónyuge

       Tercer grado: amo a mi cónyuge como Cristo lo ama

       Cuarto grado: la corriente de amor de Cristo pasa a través de todos: padre, madre e hijos

      Una de las causas más importantes de por qué nos falta amor es que nuestros ojos de fe son demasiado débiles y que los utilizamos demasiado poco

      Medios para fortalecer los ojos de la fe:

       Cumplir diariamente con la meditación y la lectura espiritual

       Vivir de la fe, vale decir, realizar actos de respeto y amor

      La Sma. Virgen como madre y modelo de fe:

      Aprender a creer inspirándonos en su ejemplo

      Implorar ojos de fe claros, apelando a su intercesión

      La oración por una fe más profunda contribuirá a que nuestra vida matrimonial y familiar se acerque cada vez más al ideal

      ¿Pues bien, de qué les hablaré esta tarde? Por ejemplo, si echamos una mirada retrospectiva...

      (Alguien de entre los oyentes le pide al P. Kentenich que relate vivencias de Dachau).

      Esta tarde quisiera proseguir tratando un poco más el tema que nos ocupa desde hace tanto tiempo. ¿Saben? Es importantísimo aprender a vernos cada vez más a la luz de la fe. Y ver también a nuestro prójimo.

      Pues bien, quien ha nacido de Dios, vence el mundo ¿Qué se entiende aquí por “mundo”? En primer lugar, el mundo que envía tantos estímulos a nuestro interior. Esos estímulos pretenden apartarnos de Dios. Nos referimos al mundo que esta fuera de nosotros, al mundo que está debajo de nosotros y al mundo que está en nosotros. El mundo fuera de nosotros... El mundo debajo de nosotros es el mundo del demonio. Y el mundo que está en nosotros es lo que llamamos la mala concupiscencia.

      Por ejemplo, (frente a) lo que leemos en los diarios, a todas esas crueldades, nos preguntamos espontáneamente: ¿Cómo es posible que Dios permita tales hechos? Y con igual espontaneidad pensamos también en las cosas incomprensibles que han acontecido en nuestra propia vida.

      Por eso, ¿quién habrá de vencer al mundo, vale decir, todas las dificultades que acabamos de mencionar de manera sucinta? Y al repasar las dificultades que enfrentamos en nuestra calidad de esposos, fíjense que naturalmente pensamos en el primer punto: He aquí el mundo que nos envía tantos estímulos, que busca continuamente sublevar nuestra sensualidad, vale decir, nuestra rebelde vida instintiva.

      De ahí la pregunta: ¿Qué hacer para superar todas esas dificultades, es, para allanar nuestras dificultades concretas a nivel conyugal?

      San Juan nos ofrece dos respuestas, que acabamos de escuchar.

      La primera: Quien ha nacido de Dios... Bueno, pero, ¿quién ha nacido de Dios? Lo sabemos desde hace mucho tiempo. Por el bautismo nacemos de Dios. Vale decir que por medio del Santo bautismo nos convertimos en hijos de Dios y miembros de Cristo. Por lo tanto, si somos hijos de Dios y miembros de Cristo, con el transcurso del tiempo seremos capaces de vencer el mundo, y concretamente a este mundo de hoy.

      Pasemos a examinar la primera pregunta, ¿qué frutos da la fe? Aquí nos estamos refiriendo a la fe en Cristo y su enseñanza.

      Tres son los frutos que menciona San Juan y que podemos y debemos cosechar: En primer lugar, la fe es luz para nuestra razón; en segundo lugar, la fe es fuerza para la voluntad; y por último, la fe nos transmite energía para nuestra afectividad.

      Así pues, en primer lugar la fe nos proporciona luz para el entendimiento. Bueno, creo que aquí debería adelantarles algo que quizás ya conocemos, pero que deberíamos grabarnos una y otra vez: La fe es en sí misma luz, y por eso puede irradiar luz.

      ¿A qué ojos alude San Juan cuando habla de la fe?

      Bueno, cuando hablamos de ojos de mosca, ¿a qué tipo de ojos aludimos? A los ojos en cuanto sentidos corporales los órganos materiales. Compartimos con los animales esa condición de seres dotados de órganos para ver. Pero entonces yo podría haber dicho simplemente “ojos de animal”. ¿Por qué tomar la imagen de los ojos de la mosca? Por la siguiente razón: las moscas tienen unos ojos relativamente grandes, pero sólo ven lo que pueden palpar en su cercanía inmediata. ¿Qué queremos decir con esto? Que nuestros ojos puramente naturales sólo pueden percibir los objetos exteriores, lo que se puede palpar; pero no ven lo que hay detrás de las cosas.

      Para ello disponemos de un segundo ojo, los ojos de ángel, vale decir, los del entendimiento. Fíjense que con el entendimiento podemos ver a través de las cosas y captar su esencia.

      Pero asimismo poseemos un tercer ojo, los ojos de la fe o bien de Dios. Esto quiere decir que mediante la fe, que se nos inculcó e infundió en el santo bautismo, adoptamos “la manera de pensar” de pensar de Dios.

      Apliquemos ahora estos pensamientos a nuestra mutua relación conyugal. Meditemos entonces un momento... ¿Qué imagen tenemos uno del otro en nuestra calidad de esposos?

      Si observamos esa imagen con ojos de animal, con ojos de mosca, sólo veremos la belleza o la fuerza exteriores del otro. Y quizás esto haya sido lo que en un principio nos atrajo fuertemente el uno hacia el otro.

      Ahora