Flechado Por Mi Pícara Navideña. Dawn Brower

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Название Flechado Por Mi Pícara Navideña
Автор произведения Dawn Brower
Жанр Исторические любовные романы
Серия
Издательство Исторические любовные романы
Год выпуска 0
isbn 9788835415527



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desconfiaba de sus propios sentimientos.

      "No puedo esperar a verlos", dijo ella sonriendo afablemente. "Ve a terminar tus regalos. Voy a quedarme aquí un rato más".

      "Te los mostraré cuando termine", prometió el jovencito, y luego salió de la habitación.

      Adeline se volvió hacia la ventana. El clima había mejorado un poco. El cielo era más visible, y las estrellas parecían titilar para ella. Dio un suspiro. ¿Qué significaba eso? Decidió no hacerse más preguntas. No había razón para seguir esperando una estrella fugaz. Era una expectativa imposible, y no necesariamente su deseo se haría realidad.

      En lugar de esperar lo imposible, cerró los ojos y pidió su deseo. Ella quería amor, aunque sólo fuera por una noche, eso le bastaría.

      No era mucho pedir, rezaba para que no lo fuera. Un hombre guapo que la quisiera ella y no al título y la fortuna de su padre. Alguien que la besara hasta dejarla sin aliento, y que la acariciara como si fuera irresistible, y que le dijera dulces palabras hasta que su corazón latiera con fuerza. Un instante de amor y toda una vida de recuerdos. Sería suficiente. Dios, como la esperaba...

      Adeline abrió los ojos y miró al cielo. Nada había cambiado afuera, y no se sentía diferente por dentro. Tal vez su deseo no había sido escuchado, pero tal vez sí. Los invitados comenzarían a llegar mañana, y quizás, entre ellos llegaría alguien que pudiera amarla.

      Y tal vez, su amor sería real, y no solo el deseo desesperado y fantasioso de una dama.

      CAPÍTULO UNO

       Dos días después...

      Devon Hayes, el conde de Winchester, miró por la ventanilla del carruaje y suspiró. No podía creer que su mejor amigo, Zachariah Barton, el marqués de Merrifield le había convencido de que asistir a este baile de Navidad era una buena idea. Odiaba este tipo de fiestas, y la Navidad nunca había sido su estación favorita del año. La única vez que disfrutó de las fiestas fue cuando tuvo la suerte de pasarlas con la familia de Zachariah cuando aún asistían a Eton.

      "Prometo que no será tan malo", dijo Merrifield por centésima vez en las últimas horas. "Intenta al menos fingir que estás dispuesto a divertirte. Seguramente allí habrá gente que conozcas".

      Devon se volvió hacia él y levantó una ceja. "¿Quiénes crees tú que asistirán?".

      "Goodland y Lindsey seguro", respondió Merrifield. "Tal vez Hampstead. Nunca se decide hasta el último segundo, pero su hermana debe asistir y necesitará un chaperón. Estoy dispuesto a apostar que su madre le hará asistir".

      Jonah Adams, el Vizconde de Goodland; Matthew Grant, el Duque de Lindsey; y Daniel Andrews, el Conde de Hampstead eran sus amigos íntimos, pero eso no significaba que Devon estuviera ni remotamente emocionado de asistir a esta tonta fiesta de quince días. De solo imaginarlo se le revolvía el estómago. "Me estás diciendo lo que crees que quiero oír”, dijo Devon mirando a su amigo. "Ninguno de ellos va a asistir, ¿verdad?".

      "Puede que sí", insistió Merrifield.

      Lo más probable es que los otros tres amigos irían a sus casas para pasar las fiestas junto a sus familias. Todavía tenían padres que los adoraban después de todo. Sólo Devon y Merrifield eran huérfanos. Merrifield al menos aún tenía a su madre, pero la evitaba a toda costa. Su amigo no toleraba las gélidas miradas que la vieja dama le lanzaba.

      Devon había estado solo desde que tenía cinco años. Fue criado por su institutriz y luego fue enviado a la escuela cuando llegó a la mayoría de edad. Después de eso, los abogados, tutores y sirvientes fueron sus únicos compañeros. Mientras la madre de Merrifield lo trataba con frialdad, Devon ni siquiera tenía nadie que lo desaprobara. Su vida era vacía, exceptuando a sus amistades, y le gustaba que fuese así. No deseaba ampliar su círculo social ni buscar una esposa. A las mujeres solo las quería en un lugar en su vida: en su cama para que lo complacieran, y no necesitaba encadenarse a una durante el resto de su vida para obtener eso.

      "Eso es lo que yo pensaba", dijo Devon mientras se pasaba una mano por su cabello castaño oscuro. "Me mentiste".

      "No lo hice", dijo Merrifield en un tono ligeramente ofendido porque Devon lo había llamado mentiroso "Puede que sí vengan, es la verdad. Me dijeron que vendrían más tarde, después de sus celebraciones familiares".

      "Así que", empezó Devon. "Ellos estarían un día o dos mientras que nosotros estaremos atrapados aquí catorce días. Eso no es un acuerdo equitativo" .Si no le agradara Merrifield, Devon podría considerar el asesinato... o una mutilación al menos. De cualquier manera, haría pagar a su amigo por la tortura a la cual estaría sometido.

      "Sigo pensando que te comportas como un niño mimado", le dijo Merrifield, con frustración. "Tuve que hacerlo. ¿Realmente me habrías dejado sufrir solo?".

      Devon suspiró. Otra vez. Puede que siguiera repitiendo esa molesta charla varias veces durante los próximos días. Merrifield tenía razón. No habría dejado que asistiera a esta fiesta solo. Su amigo aún no tenía el control de su dinero. No lo haría hasta que alcanzara la mayoría de edad en tres años más, o cuando se casara. El hombre a cargo de los fondos de Merrifield lo obligaba asistir a las fiestas. Merrifield tenía que aparecer dos veces al año para que el Duque de Whitewood pudiera charlar con él y asegurarse de que no había hecho ninguna estupidez, entonces aprobaba su asignación para el siguiente trimestre, y Merrifield odiaba profundamente esto.

      "Podrías casarte y acabar con Whitewood y sus constantes interrogatorios", le propuso Devon.

      "Estás de mal humor, ¿verdad?", dijo Merrifield dándole una patada desde el otro lado del vagón. "¿Qué vas a sugerir a continuación?”, dijo levantando una ceja. "¿Que me case con la hija del duque?".

      "¿Está en edad de casarse?" .Puede que luego se arrepintiera de la dirección que estaba tomando la conversación, pero ahora que había empezado no podía parar. "Podría tratarte con más amabilidad si su hija se enamora de ti".

      "Ni lo sueñes", dijo Merrifield con disgusto. "Prefiero comer pasteles de barro durante los próximos meses que...", se estremeció. "Cásate con su simple hija".

      Devon nunca había visto a la hija del duque. Ni siquiera sabía su nombre, y tampoco quería saberlo. Conocer a cualquier mujer elegible para casarse ni siquiera estaba al final de su lista de actividades, y no pensaba comenzar a hacerlo ahora. "Lo simple no es feo", dijo. Merrifield podría golpearlo en cualquier momento...

      "Tampoco es exactamente hermosa", dijo suspirando. "El punto es discutible de cualquier manera. Podría ser la mujer más hermosa del mundo y sin embargo no me casaría con ella. No tienes ni idea de cómo es el duque. Es un pirata mercenario. Le encantaría llevarme al mar y hacerme caminar por la plancha si eso fuera posible".

      "Ahora estás exagerando. Nadie haría eso, y un duque no recurriría a la piratería para empezar. No creo que sea tan malo como piensas".

      "Está bien, tal vez no sea un pirata de verdad, pero si lo fuera sería de los mejores. Tiene todas las características. No sé cómo mi padre se hizo amigo de él y pensó que sería un buen tutor para mí. Está loco, te lo aseguro".

      "Me reservaré mi opinión", dijo Devon. Cuanto más escuchaba sobre este duque que parecía un pirata, más quería conocerlo. No podía creer que fuera tan terrible como lo describía Merrifield.

      Adeline estaba usando su vestido más viejo y pidió prestado un delantal a una de las criadas para ponerse a colgar decoraciones en la biblioteca. Era su habitación favorita en la mansión y quería darle algunos toques personales. Se bajó de la escalera después de terminar de colgar ramas de acebo a lo largo de las vigas del techo. Luego se limpió el sudor de su frente y miró fijamente su trabajo. Se veía parejo y hermoso contra la madera oscura. El acebo estaba uniformemente dispuesto. Ahora todo lo que tenía que hacer era colgar el muérdago