Si Sólo Fuera Para Siempre. Софи Лав

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Название Si Sólo Fuera Para Siempre
Автор произведения Софи Лав
Жанр Современные любовные романы
Серия La Posada de Sunset Harbor
Издательство Современные любовные романы
Год выпуска 0
isbn 9781094342924



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razón—dijo Emily, exhalando.

      Extendió la mano a Chantelle y la tomó para tranquilizarla. En ese momento, Joe llegó con pilas de panqueques. Todos comenzaron a comer en silencio.

      Emily se sintió frustrada consigo misma por dejar que las palabras de Jayne y Amy le arruinaran la alegría. No era justo. Ayer mismo estaba en las nubes.

      –¿Dejarás que Bailey sea la chica de las flores?—preguntó Chantelle—. ¿Y yo sería una dama de honor?

      –Aún no lo sabemos—explicó Emily, manteniendo sus emociones bajo control.

      –Pero quiero caminar por el pasillo contigo—añadió Chantelle—. Habrá un pasillo, ¿no? ¿Te vas a casar en una iglesia?—la niña hurgó en su mochila y sacó un bloc de notas rosa y un bolígrafo brillante—. Escribamos una lista—dijo.

      A pesar de su angustia subyacente, Emily no pudo evitar sentirse animada al ver a Chantelle en modo organizador. Siempre se veía tan seria, tan madura y más allá de sus años.

      –Lo primero que hay que organizar es el lugar—dijo Chantelle con una voz muy eficiente que hizo que Emily se imaginara a ella dirigiendo la posada un día.

      –Tienes razón—dijo Emily, mirando a Daniel—. Pensemos primero en el lugar y luego trabajemos desde allí. —Se sintió decidida a no dejar que su entusiasmo se arruinara—. No nos apresuremos a tomar decisiones.

      Por primera vez desde que ella empezó a molestarle por respuestas, Daniel parecía relajarse. Las líneas del ceño fruncido en su frente desaparecieron. Emily se sintió aliviada.

      Por la ventana de la cafetería, Emily pudo ver que se estaba levantando un árbol en el centro de la ciudad. Con toda la emoción, se había olvidado por completo del árbol de Navidad del pueblo; se levantaba el día después del Día de Acción de Gracias todos los años. Lo había ido a ver de niña cuando la familia había estado en Sunset Harbor durante las vacaciones de invierno. Recordó que también había un encendido anual del árbol que tenía lugar por la noche.

      –Deberíamos ir a ver el encendido del árbol esta noche—dijo Emily.

      Chantelle levantó la vista de su cuaderno de notas, que ahora estaba lleno de una larga lista de notas escritas con su letra garabateada—. ¿Podemos?—se veía emocionada.

      –Por supuesto—dijo Emily—. Pero primero debemos conseguir nuestro propio árbol. Si el pueblo tiene uno, la posada también debería tenerlo. ¿Qué piensas de eso, Chantelle?

      Emily sintió que su propia emoción crecía al darse cuenta de que la posada albergaría un enorme árbol de Navidad. De niña, su padre solo había conseguido uno pequeño para la sala de estar, ya que solo estaban de vacaciones en la casa. Pero ahora que era su casa podía poner un enorme árbol de dos metros en el vestíbulo. ¡Quizás incluso de tres metros! Ella y Chantelle podían decorarlo juntas, usando una escalera de mano para alcanzar las ramas superiores. El pensamiento la llenó de una expectativa infantil.

      –¿Podemos, papá?—Chantelle le preguntó a Daniel, que estaba sentado en silencio mientras masticaba sus panqueques—. ¿Podemos tener un árbol de Navidad?

      Daniel asintió—. Claro.

      –¿Y luego ir al encendido del árbol en la ciudad?

      –Ajá.

      Emily frunció el ceño, preguntándose qué pensaba Daniel, por qué la idea de una salida familiar tan encantadora no le llenaba de alegría como a ella y a Chantelle. Daniel era tan misterioso para ella como siempre, a pesar de que ahora tenía un anillo en su dedo y estaba más que lista para comprometerse con él para siempre. Se preguntaba si alguna vez sabría realmente lo que estaba pasando por su cabeza, o si incluso, cuando se convirtiera en la Sra. de Daniel Morey, se quedaría preguntándose.

      CAPÍTULO TRES

      La granja de árboles de Navidad de Dory estaba a poca distancia en las afueras de Sunset Harbor. La familia fue en la oxidada camioneta roja de Daniel. Todavía había rastros de nieve del Día de Acción de Gracias en las orillas, y mientras pasaban, Emily tocó el anillo en su dedo, recordando la nieve que había caído a su alrededor cuando Daniel se lo propuso.

      Se detuvieron en el estacionamiento improvisado y todos saltaron de la camioneta. Había muchas familias presentes; claramente todos tenían la misma idea. Los padres se arremolinaban mientras sus hijos corrían entusiasmados por el lugar, atravesando las filas de árboles.

      En lugar de Dory, fue una joven adolescente quien los saludó. Se presentó como Grace, la hija de Dory, y tenía el mismo pelo rubio y ralo que Chantelle. Llevaba una riñonera llena de billetes de dólar y un bloc de papel para escribir recibos.

      –Estos son los árboles listos para la cosecha—dijo, sonriendo con confianza, señalando el campo de pinos—. Todos han estado creciendo durante siete o nueve años,—le sonrió a Chantelle—así que tienen más o menos tu edad, ¿tengo razón?

      Chantelle asintió tímidamente.

      –Una vez que encuentren el árbol que les gusta—continuó Grace—córtenlo y llévenlo al área de carga. Mi padre les llevará a ustedes y al árbol en el carro hasta la empacadora, lo envolverá todo y luego podrán pagarme. También vendemos chocolate caliente y castañas tostadas si quieren algo que les mantenga caliente mientras caminan.

      Emily les compró a cada uno un chocolate caliente en una taza de polietileno y una bolsa de castañas para compartir, y luego se dirigieron a los campos. Chantelle corrió hacia adelante, más emocionada de lo que Emily nunca la había visto.

      El olor a pino era poderoso, despertando esa sensación navideña dentro de Emily. Estaba emocionada por la perspectiva de su primera Navidad con Daniel y Chantelle, con su familia al lado de la chimenea. Sería la primera de muchas.

      Ella y Daniel caminaron de la mano, silenciosamente detrás de Chantelle. Entonces Emily se inclinó hacia Daniel.

      –¿Qué edad crees que tiene Grace?—preguntó.

      –Once, doce—adivinó Daniel—. ¿Por qué?

      –Por nada—respondió Emily—. Ella solo me recuerda a Chantelle. Me hizo pensar en cómo será cuando crezca.

      Más adelante, Chantelle corrió por los senderos entre los árboles, deteniéndose para evaluar la altura, la densidad de sus ramas y la exuberancia de su color antes de pasar al siguiente. Emily podía imaginársela fácilmente como una niña mayor, con un tablero en la mano, trabajando en su primer trabajo para ganar dinero extra.

      Pero mientras se preguntaba sobre el futuro, Emily sintió que su mente se remontaba al pasado. Chantelle, que le recordaba tanto a Charlotte, también le recordó la pérdida de Charlotte, el hecho de que su hermana nunca llegó a crecer, que nunca llegó a tener un trabajo durante las vacaciones de invierno. Había recorrido esta misma granja todos esos años, llena de promesas y potencial, y luego, sin previo aviso, su vida se había apagado en un abrir y cerrar de ojos.

      Emily miró hacia delante a Chantelle, y mientras lo hacía, la niña se transformó en Charlotte. Entonces Emily sintió que se encogía, hasta que habitó un cuerpo de tamaño infantil. Sus manos fueron repentinamente envueltas con guantes. La nieve comenzó a caer a su alrededor, aferrándose a las ramas de los pinos. Emily extendió su pequeña mano con un guante y agitó una de las ramas. Una nube de nieve se elevó en el aire, y el fino polvo blanco se dispersó. Más adelante, Charlotte se reía, despreocupada y feliz, su cálido aliento se arremolinaba en el aire. También llevaba guantes, y sus botas rojas brillantes favoritas se veían muy marcadas con el fondo blanco.

      Emily vio a Charlotte detenerse bajo el árbol más alto de toda la granja y mirar hacia arriba con asombro.

      –¡Quiero este!—gritó la niña.

      Emily se precipitó hacia ella, levantando la nieve al correr. Cuando llegó al lado de Charlotte, ella también miró el enorme árbol. Era asombroso, tan alto que apenas podía ver la copa.

      El crujido de las pisadas en la nieve hizo que Emily arrancara la mirada