Sueños De Un Juez I. Serna Moisés De La Juan

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Название Sueños De Un Juez I
Автор произведения Serna Moisés De La Juan
Жанр Эзотерика
Серия
Издательство Эзотерика
Год выпуска 0
isbn 9788835403852



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hombre estaba brillante y se sabía escuchado y como buen conocedor del público no alargó el tema para no estropearlo, y así terminó:

      ―Por ello os digo, si aprobáis tal cosa, no seréis dignos de ser etíopes.

      Y al que así planteaba la cuestión y que se tomó unos minutos de silencio para que, en la mente de todos, hubiera entrado bien su última afirmación, se sentó, después de saludar y decir que había terminado.

      Todos se quedaron mirando al Juez, el cual levantándose se acercó al Rey y saludándolo le dijo:

      ―Veréis mi Señor es tarde, si queréis seguimos luego pues la mañana está terminada y hace tiempo que se escuchan los ruidos en las tripas de los asistentes ―Y todos sonrieron pues era verdad, y el mismo Rey lo notaba y dijo:

      ―Bien seguiremos luego, pero entender que no se puede alargar tanto un tema, pues se tiene a toda la ciudad sin hacer Justicia ―Y levantándose salió del aposento.

      Cuando reanudaron la sesión, el Rey que esperaba el momento dijo:

      ―Pues bien, ¿Ahora es el momento en que vas a hacer Oración y pedir consejo para dar tu Sentencia? ―y se quedó mirando al Juez, el cual le contestó:

      ―Ver mi Señor que la Justicia no puede tener prisa, recordar que el Acusador o Fiscal se había reservado el último turno después de la Defensa así que le corresponde a él continuar.

      El Juez al que se había referido, tomó la palabra y se quedó cortado, pues en realidad había pensado hacer un gran discurso, pero la prisa que el Rey había demostrado aconsejó que no lo hiciera, así que determinó que no tenía nada nuevo que añadir y así quedó para Sentencia.

      El juez, Cuerpo Espiritual, se vio así mismo como Juez en aquella sesión en que todo era un Sueño, y así vio cómo tomaba la palabra y decía:

      ―Veréis Señor, que tal y como se ha presentado el asunto no resulta nada fácil, y yo no tengo sabiduría dado que soy un Juez Rural.

      »Recordar que solo administro en el Zoco la Justicia y para ello, necesito de la ayuda que se me pueda dar, por eso siempre me retiro para pedirla y lo hago por medio de la Oración, todos conocéis que cuando lo hacemos nuestro Espíritu se pone en contacto con el Maestro Espiritual que de joven nos está atendiendo.

      »Conocéis también que ese Maestro que para mí es SUPREMO, es quien aconseja como es mi caso, en todos los aspectos de la vida en que se le quiera consultar, a mí me aconseja en los Juicios, y me dice lo que tengo que decir, y luego lo único que hago es repetir con palabras lo que se me ha dicho con ideas.

      Cuando el Rey escuchó esto, y aunque le había visto en un Juicio al que había asistido disfrazado, no creía que el consejo que recibiera aquel hombre, le pudiera dar una sabiduría mayor de la que él mismo tenía, por ello con guasa le dijo:

      ―Ve y pide consejo, y mira que sea bueno y que sea diferente al que todos sabemos, pues si no, entonces veremos que quien te da el consejo es tu propia cabeza, y que buscas en la Oración el tiempo que se necesita para pensar porque ya eres anciano.

      El juez, se puso colorado y consideró aquello como un insulto y se volvió al Rey y le dijo:

      ―Señor vos tenéis la fuerza, pero no la razón, si la razón se sostiene por la fuerza seréis odiado y no querido, decidir qué es lo que esperáis de vuestro pueblo, pues si la justicia se hace bajo presión y por la fuerza nadie tendrá sino el resultado del miedo, ¿es eso lo que esperáis?

      Todos se quedaron asustados por las palabras que había dirigido al Rey, e incluso el juez, y puso por ello una actitud de sumisión que complació al Rey y este dijo:

      ―Me parece bien tu comentario, aunque ha sido un poco duro, creo que es justo, en verdad quiero que mi pueblo no me tema, por ello escoge el tiempo que necesites y ya veremos si ese consejo vale la pena el tiempo que perdemos.

      El juez Espíritu, vio como el Juez se retiraba de aquel lugar y en un sitio en solitario se ponía a hacer Oración, y así al cabo de un tiempo vio como el que estaba inclinado asentía, y volvía a hacerlo, y así estuvo un tiempo y así se puso sentado sobre sus talones, y con los ojos cerrados escuchaba, cuando terminó de hacerlo, salió de la habitación y se reunió con todos y así el Rey dijo:

      ―Es tarde, así que como necesitas tu tiempo seguiremos mañana, marchar todos y volver a la segunda guardia ―Y que todos conocían que era la hora en que el sol estaba en vertical.

      Por la mañana se reunieron todos, y así el Juez se expresó, primero saludando al Rey y al Consejero de Justicia, y a los otros consejeros que habían acudido, y que ya había varios aparte de los llamados por el Rey, pues enterados de ello y no queriendo quedarse aparte, vinieron por propia iniciativa, y luego saludó a sus compañeros y se expresó así.

      ―Veréis Señor ―y de dirigió al Rey― aquel que me escucha y aquel que me aconseja también ha escuchado vuestras palabras y me ha dicho lo siguiente:

      ―Dile a tu Rey que puede cortarte la cabeza porque tiene ese poder, que puede cortarte la lengua porque tiene ese poder, y que te puede vender como esclavo a los Egipcios porque tiene ese poder, pero la voz del Espíritu no puede callarla, si hoy no habla por mi boca, lo hará por la de otro, pues si el Espíritu se tiene que manifestar el poder del Rey no es suficiente para pararlo, y mirar que si quisiera, haría que vuestra propia boca, fuera la escogida para él hablar a través vuestro a los demás.

      Todos se quedaron asustados pues sabían de ese poder de los Espíritus, y entendieron que el Espíritu de aquel hombre tenía que ser muy poderoso, para explicar que podía hacerlo, y así allí mismo, delante estaba el que mandaba el Templo o Escuela Espiritual, el cual, al escuchar estas palabras, se asustó y acercándose al Rey le dijo algo en reservado, y el Rey se vio serio y nada dijo hasta que El juez terminó. Entonces tomó la palabra el Rey y dijo:

      ―Ver que todo esto es nuevo para mí, y que nunca he querido ofender a nadie, ni Espíritu ni a mis súbditos, y tú mismo para mí eres respetado, pues eres anciano y yo mismo te he puesto de Juez, así que sigue con el tema y demos por terminado el asunto.

      Entonces El juez, empezó a explicar lo que se le había dicho.

      ―Veréis, el hombre tiene dos cuerpos, uno Espiritual y otro físico, sabemos muy bien que nosotros vemos y sufrimos con el físico, pero mirar que ninguno de los dos cuerpos los hemos hecho nosotros, por ello voy a preguntar, ¿quién ha hecho los cuerpos?, el físico los padres, ¿y el Espiritual?, ¿quién es aquel que con una disposición del mundo físico puede condenar a algo al cuerpo del mundo Espiritual?, ¿acaso no tenemos la obligación de hacer que nuestro cuerpo no sufra para que el Espiritual encuentre reposo?

      El juez hizo más preguntas, pero unas parecían que iban dirigidas a ayudar y otras a condenar, y continuó:

      ―La Sentencia es la siguiente dependiendo de los casos que voy a presentar. Si los hijos o las personas que tienen a su cargo al de edad se han beneficiado de los bienes que este tuvo durante su vida, deberán acogerlo con amor y prontitud y si así no fuera o si le dieran maltrato, la Autoridad les quitaría al anciano, pero también a los bienes de éste y se los daría a alguien que quisiera acogerlo.

      »Si el anciano no tuviera bienes, los hijos no están obligados ni parientes alguno, sino aquel que ha recibido sus beneficios que generó en su vida, si él crio a alguien o él aportó algo, en Justicia será aquel que recibió, el que tiene que devolver cuando hace falta, y en esto incluye al Reino que recibe los impuestos de las personas.

      »Ver que como se pueden generar muchos casos, en particular solo voy a referirme a tres, el primero está dicho, el segundo es aquel que tiene hijos y estos no le quieren, porque es un estorbo o quieren matarlo por que ocupa un sitio o porque no tiene la cabeza bien, entonces el Rey, en nombre de la Justicia debería intervenir a través de los Jueces, para escuchar la situación y ponerle remedio.

      »Todos los ciudadanos podrán acudir a la Justicia y pedirla