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que hoy, usted no me salvó de nada. Destruyó planes que había estado elaborando cuidadosamente desde hace meses”.

      “No hay necesidad de hacer tanto escándalo. Solo es un caballo. ¿Cómo podría obtenerlo haciendo que usted destruyera algo?”. Levantó una ceja burlona. “Hay otros caballos”. Hizo un gesto a otro semental que estaba siendo subastado mientras discutían. “Eso servirá para lo que sea que usted pudiera necesitar”.

      Ella levantó la barbilla desafiándolo. “No, no lo hará, maldito patán”. Lady Katherine sacudió la cabeza y lo miró como si estuviera tragando algo muy desagradable. “Solo hay un caballo que funciona para lo que había planeado y usted me lo quitó. Sabía que yo no le agrado mucho desde esa noche en el teatro, pero no creía que me odiara”.

      “Yo no la odio”. Eso sugeriría más sentimientos o pensamientos de los que le hubiera dedicado. Era una chica encantadora, con cabello oscuro y llamativos ojos azules, pero no le interesaba de ninguna manera. “Compré el caballo porque lo quería. El deseo de poseerlo, no tiene nada que ver con usted. Sir Goliath será un corredor”.

      “Imbécil”, ella estaba enfurecida. “Para empezar, él es la razón de que viniera a la subasta.” Lady Katherine apretó sus labios con fuerza. “No necesito ninguna explicación de usted sobre la calidad de caballo que es Sir Goliath”.

      Se alejó de él y no le dio ninguna otra oportunidad de que hablara. Él no pudo evitar seguir mirándola mientras ella dejaba el patio. Todavía tenía que liquidar el pago de Sir Goliath, antes de poder marcharse. Bennett volvió a considerar su primera impresión sobre Lady Katherine. Seguía creyendo que era un demonio, pero descubrió que le gustaban sus explosiones. Si tuviera la oportunidad, se tomaría el tiempo para conocerla mejor. Tal vez la llamaría y averiguaría sus motivos por querer adquirir a Sir Goliath. Quizás podría ofrecerle una rama de olivo de algún tipo...

      CAPÍTULO DOS

      Katherine dejó Tattersall y fue directamente al salón de Fortuna. Tenía que estar rodeada de personas que la apoyaran y que no fueran condescendientes en saber lo que era mejor para ella. Abiertamente, previo a la subasta, no le había disgustado el marqués de Holton. Ahora, sin embargo...casí gruñó con ira por su fuerte prepotencia. Lo último que necesitaba era un hombre arrogante que se entrometiera e intentara controlarla. Lord Holton podría ser uno de los ‘lords’ más guapos del montón, pero ella nunca olvidaría lo que le había hecho. Nunca más volvería a verlo de la misma manera.

      Hubo un tiempo en que pensó que tal vez podía ser un hombre con el que valiera la pena relacionarse. Incluso había asistido ansiosamente al teatro, con su amiga Diana, para poder conocerlo. Había sido educado, pero distante. Casi había sido grosero, pero ella le había permitido esa postura, considerando que no se conocían y que él probablemente no había querido alentarla. Algunos hábiles caballeros, no deseaban dar una idea equivocada a una dama.

      Probablemente lord Holton no deseaba casarse pronto. En algún momento tendría que hacerlo, pero muchos caballeros retrasaban lo inevitable tanto como podían.

      La tienda de moda de madame Debroux se encontraba al frente de donde estaba el salón de Fortuna, y no deseaba ser molestada ni ella, ni sus clientes. Cuando llegó a la tienda, miró a su alrededor antes de dirigirse a la parte posterior y entrar al salón de Fortuna. A esta hora del día no había mucha actividad en el infierno de los juegos de mujeres, dirigido por lady Narissa, la duquesa de Blackmore. Lady Lulia, la duquesa de Clare, generalmente se podía encontrar en una de las habitaciones de atrás, dando clases de esgrima. Había una buena posibilidad de que lady Diana, la condesa de Northesk, también estuviera allí. Todos eran queridos amigos suyos y ella necesitaba desesperadamente estar al menos con uno de ellos. Incluso con la duquesa de Blackmore, a pesar de que ella no era tan cercana a ella, como lo eran las demás.

      Prácticamente, Katherine corrió por las escaleras hasta que llegó a la puerta que conducía al club. Empujó la puerta y entró. Había más gente de lo que esperaba. La puerta de la oficina de Narissa estaba abierta. Miró dentro y notó que la duquesa estaba ocupada trabajando en su escritorio. Un libro de algún tipo estaba abierto, y ella lo miraba fijamente. Su cabello oscuro estaba recogido en un elegante moño y se mordisqueaba el labio inferior. Un hombre sorprendentemente guapo estaba a su lado, el duque de Blackmore, esposo de Narissa que la había acompañado al club. No es que nunca fuera al salón de Fortuna, pero era extraño. Ella necesitaba su consejo acerca de algo...

      Ella los dejó mirando los libros y se dirigió a la trastienda. Lulia se encontraba en la sala, pero no daba lecciones a ningún nuevo estudiante. Diana se encontraba haciendo esgrima con ella, aunque probablemente no debería. Si su esposo supiera que ocultaba algo. Diana estaba embarazada de su primer hijo. Fácilmente llegaba a los tres meses de embarazo. Katherine entró a la habitación y miró a las dos, pero ambas la ignoraron. Continuaron desviándose de un lado a otro hasta que Diana se lanzó hacia adelante y empujó el extremo más ancho de su sable, contra el hombro de Lulia. “Yo gano”, declaró con voz triunfante.

      “Lo hiciste”, acordó Lulia. Su acento aludía sus raíces gitanas. “Aunque dudo que lo hubieras hecho si no te lo hubiera puesto fácil”. Ella rió ligeramente.

      Ambas se volvieron hacia Katherine y le dirigieron una feliz sonrisa. Diana se quitó su equipo de esgrima y lo dejó a un lado. Caminó hacia Katherine y le dio un abrazo de bienvenida. “¿A qué debemos el honor de tu presencia? Pensaba que te encontrabas en tu nueva granja de caballos”.

      Katherine suspiró. “Vine a la ciudad para asistir a la subasta en Tattersall”. Frunció el ceño al recordar nuevamente esa horrible experiencia. “No debí haber intentado apostar por un caballo”.

      “Ay, querida”, Diana dijo con simpatía. “¿Qué ocurrió?”.

      Lulia, que también se había quitado el equipo, tomó los de Diana y los guardó en el cofre de cedro donde solía guardarlos, luego se acercó para unirse a ellas. Katherine esperó hasta que llegó a su lado para hablar de nuevo. “Lord Holton es un pedante arrogante”.

      Lulia rió entre dientes. “Conocí al hombre y no podría estar más de acuerdo. Reprime a la pobre Lenora. Intenté hacerme amiga de ella, e incluso la invité a visitarme en Tenby, cuando estemos en la ciudad. Aún no me ha aceptado la oferta. Fin y yo volveremos pronto a casa de su familia”. Hizo un gesto hacia Diana. “Es el único motivo por el que cedí a su necesidad de practicar la esgrima. Cuando regrese, será tan grande como una casa e incapaz de moverse adecuadamente”.

      Diana fulminó con la mirada a su prima. El padre de Lulia era el hermano del padre de Diana. Recientemente se acababan de dar cuenta de que estaban relacionadas, pero habían sido amigas desde mucho tiempo atrás. “No hay necesidad de ser grosera”.

      “Solo digo la verdad”, dijo ella, su acento era fuerte al mencionar las palabras. “Estoy segura de que recuperarás tu hermosa figura en poco tiempo, después de que nazca el bebé”.

      Diana arrugó la nariz con desagrado ante la afirmación de Lulia y después acarició su vientre y su rostro se iluminó con una leve sonrisa. “De cualquier manera, no lo lamento. Doy la bienvenida a este niño y a todo lo que traiga con él”.

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