¿Podemos adelantar la Segunda Venida?. Marcos Blanco

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Название ¿Podemos adelantar la Segunda Venida?
Автор произведения Marcos Blanco
Жанр Религиозные тексты
Серия
Издательство Религиозные тексты
Год выпуска 0
isbn 9789877981131



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del fin?

      El paso del tiempo: una cuestión de percepción

      Se cuenta el caso de un edificio de oficinas en Nueva York donde sus usuarios se quejaban de la excesiva cantidad de tiempo de espera para el ascensor. La antigüedad del edificio, junto con otros factores, impedía que se le realizaran mejoras o modernizaciones. Los ocupantes amenazaban con romper los términos de sus contratos de alquiler como resultado de la cantidad de tiempo que tenían que esperar por los ascensores. Se llamó a una reunión de los administradores del edificio para buscar una solución. Uno de los miembros allí presentes era psicólogo, y quedó perplejo por el hecho de que los inquilinos se molestaran tanto por tener que esperar solo uno o dos minutos.

      En la actualidad, es bastante común ver espejos en los vestíbulos donde se encuentran los ascensores. La moraleja es que el tiempo de espera se experimenta de manera diferente si hay algo para hacer durante la espera. Esto quiere decir que la manera en que interpretamos un ínterin está íntimamente relacionada con la manera en que interpretamos ese tiempo de espera. Y ese tiempo se interpreta de acuerdo con lo que tenemos para hacer durante él. Si no estamos haciendo nada durante la espera, el tiempo transcurrido se nos ocurrirá eterno. Por otro lado, si estamos ocupados, el tiempo se pasará “volando”.

      Y el tiempo puede parecer que se arrastra todavía más lentamente si eres del tipo impulsivo, que se inquieta o incluso se enoja cuando no obtiene lo que quiere de inmediato. En un estudio realizado por el psicólogo alemán Marc Wittmann, las personas obligadas a sentarse en una habitación sin hacer nada durante siete minutos y medio sintieron que el tiempo pasaba de manera diferente, dependiendo de su tipo de personalidad. Algunos dijeron que la duración había sido de solo dos minutos y medio, mientras que para los más impulsivos se habían sentido como veinte minutos. Entonces, no son solo factores externos, sino también quiénes somos, lo que influye en nuestra percepción del tiempo.

      Una pregunta crucial

      Claro, sería muy fácil adjudicar la incomodidad que nos genera la “demora” de la Segunda Venida solo a una percepción subjetiva de los eventos del tiempo del fin. Si bien esta respuesta no nos deja bien parados, ya que esa percepción estaría influida por factores subjetivos y no por la verdad bíblica, es mucho más fácil de digerir que el hecho de que esa demora se deba a la falta de celo misionero o a la falta de consagración; ¡o a la falta de ambos! Es mucho más fácil sacarnos la responsabilidad de encima, colocándola exclusivamente en Dios, o resguardarnos detrás del misterio de una tensión imposible de explicar.

      No obstante, cuando estudiamos la Biblia con detenimiento, con un espíritu de humildad y con el deseo de que ese mismo Espíritu Santo que inspiró las Escrituras ilumine nuestra mente, las piezas empiezan a encajar dentro de ese gran rompecabezas de los eventos del tiempo del fin. Así, el papel que tanto Dios como el ser humano desempeñan en la determinación de la fecha de la Segunda Venida queda claramente delineado en las Sagradas Escrituras.

      En los capítulos siguientes, analizaremos en profundidad las diferentes posturas que los adventistas han asumido con respecto a la cuestión de la demora de la Segunda Venida, explicando sus debilidades y sus fortalezas. Pero, ese primer paso estaría incompleto si no estudiáramos la Biblia para buscar la respuesta a esta tensión teológica, por lo que dedicaremos varios capítulos a estudiar conceptos amplios como la providencia divina, la relación entre la omnisciencia divina y la libertad humana, y la manera en que la Biblia define el papel que desempeña el ser humano en la historia del plan de salvación y, particularmente, en la fecha de la Segunda Venida. Además de esto, dedicaremos un capítulo a estudiar ciertas declaraciones de Elena de White con respecto a la inminencia y la demora del regreso de Cristo.

      Solo entonces estaremos listos para plantearnos una respuesta más bíblicamente informada con respecto a este asunto crucial no solo para nuestra vida espiritual sino también para la misión de la iglesia y el destino de este mundo. Porque este libro no fue escrito para satisfacer una curiosidad teológica trivial. No, mi intención es que pueda impactar tu vida espiritual y dejarte, así, un paso más cerca de la Segunda Venida, porque “dentro de muy poco tiempo, Aquel que viene vendrá sin demorarse” (Heb. 10:37).

      1 Josiah Litch a William Miller y Joshua V. Himes, 24 de octubre de 1844.

      2 Manuscritos de Hiram Edson; ver George R. Knight, A Brief History of Seventh-day Adventists (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1999), p. 25.

      3 Salvo que se indique lo contrario, las citas bíblicas se han tomado de la Biblia Nueva Traducción Viviente.

      4 https://signalvnoise.com/posts/1244-defining-the-problem-of-elevator-waiting-times

      5 https://www.abc.net.au/news/science/2017-08-29/science-explains-why-time-flies-when-youre-having-fun/8831478

      No el “qué”, sino el “cuándo”

      El 20 de marzo de 1942 es una fecha muy recordada. Ese día, el general Douglas MacArthur arribó a Australia luego de escapar de las Filipinas. En esa ocasión, afirmó: “Me fui, pero volveré”. Hizo esta promesa debido a que tuvo que abandonar a sus hombres en la Isla de Corregidor, en las afueras de Manila, a manos del ejército japonés, que tomó la isla y el control de Filipinas, durante la Segunda Guerra Mundial.

      En realidad, MacArthur no huyó, sino que muy a su pesar tuvo que obedecer las órdenes del presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, quien le pidió que abandonara la isla y se dirigiera a Australia, para ser investido como el comandante de todas las tropas de los Estados Unidos.

      Tres años más tarde, el 3 de febrero de 1945, las tropas del general MacArthur entraban en Manila para comenzar la batalla que lleva el nombre de esa ciudad, que duró más de un mes y con la que finalmente MacArthur recuperó las Filipinas y cumplió su promesa de volver por los suyos y recuperar ese territorio.

      Algo semejante sucedió cuando Cristo tuvo que ascender a los cielos después de su muerte y la resurrección. Allí en la Cruz, obtuvo la victoria sobre el pecado y la muerte, al pagar el rescate por nuestra salvación. Sin embargo, el gran conflicto entre él y Satanás no acabó allí, por más deseos que él tuviera. Ni siquiera pudo quedarse con los suyos, aunque envió al Espíritu Santo como su representante en nuestra ayuda.

      Estoy seguro de que Cristo tenía más deseos de quedarse aquí para proteger a los suyos que los que tuvo MacArthur. Pero, como Comandante en Jefe de los ejércitos de los cielos, tenía una misión mayor: interceder por nosotros ante el