El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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Название El libro de las mil noches y una noche
Автор произведения Anonimo
Жанр Книги для детей: прочее
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Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788026834847



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Ibrahim se moriría del susto". Entonces el califa dijo: "¡Oh Giafar! tienes que indicarme un medio de saber todo lo que se refiere a este lance, sin que ellos lo adviertan ni me conozcan".

      Y el califa y Giafar, mientras pensaban cómo se las compondrían para lograr lo que deseaban, iban avanzando hacia el estanque que estaba en medio del jardín y comunicaba con el Tigris. Contenía una enorme cantidad de peces, que iban a refugiarse allí en busca del alimento que se les echaba. Así es que el califa había sabido que allí acudían algunos pescadores, pues cierto día estaba asomado á una de las ventanas del Palacio de las Maravillas y vió a los pescadores, y dió orden al jeique Ibrahim de que no les permitiese la entrada en el jardín ni la pesca en el estanque, encargándole que castigara severamente al que se desmandase.

      Pero aquella noche, como había quedado la puerta abierta, entró un pescador, que se había dicho: "¡He aquí una buena ocasión de hacer una pesca magnífica!" Y se llamaba Karim este pescador, y era muy conocido entre todos los pescadores del Tigris. Echadas las redes en el estanque, se puso a esperar, mientras recitaba estos versos: ¡Oh, tú que viajas por el agua! Al viajar olvidas los peligros y la perdición!

      Pero ¿cuándo dejarás de inquietarte, cuándo te convencerás que la fortuna nunca viene cuando se la busca? ¿No ves al mar enfurecido y al pescador cansado? ¡Rendido está de cansancio por las noches, mientras las noches están llenas de estrellas, mientras las noches están serenas y llenas de estrellas! ¡Echó su red de cuerdas, la golpean las olas, y sus ojos no miran mas que el seno de la red! ¡No hagas como el pescador, oh viajero! ¡Mira! ¡He aquí al hombre que conoce el valor de la vida y de la tierra, que sabe gozar de los días y de las noches, de la tierra y de sus bienes! ¡Es dichoso, su espíritu está tranquilo, y él vive de todos los frutos de la tierra! ¡Mira! ¡He aquí que se despierta por la mañana, después de una noche de delicias! ¡Se despierta por la mañana bajo la sonrisa de una joven gacela, bajo la mirada de dos ojos de gacela que le pertenecen y le sonríen! ¡Gloria al Señor! ¡Da a unos y priva a otros! ¡Unos pescan y otros se comen el pescado! ¡Gloria al Señor!

      Cuando el pescador Karim acabó de cantar avanzó hacia él el califa, y le dijo de pronto:

      "¡Oh Karim!"

      Y Karim se volvió sobresaltado al oír su nombre. Y a la claridad de la luna conoció al califa, v se quedó paralizado de terror.

      Después se repuso un poco, y dijo: "¡Por Alah! ¡Oh Emir de los Creyentes! no creas que hago esto por infringir tus órdenes, pues la pobreza y el tener una familia tan numerosa como la mía me han impulsado a obrar así esta noche". Y el califa dijo: "Está bien, ¡oh Karim! Hagamos cuenta de que no te he visto. ¿Quieres echar la red en mi nombre para ver qué tal suerte tengo?"

      Entonces, contentísimo el pescador, se apresuró a echar la red invocando el nombre de Alah, y esperó a que llegara al fondo. La sacó después, encontrándola llena de pescados de todas clases y en cantidad incalculable.

      Y el califa quedó muy satisfecho, y le dijo:

      "Ahora, ¡oh Karim! desnúdate". Y Karim se apresuró a despojarse de sus prendas una por una: el ropón de anchas mangas, remendado con piezas de todos colores y lleno de chinches y de pulgas en número suficiente para cubrir la superficie de la tierra; el turbante, que no habría desenrollado en tres años, hechos con trapos, y que encerrraba piojos grandes y chicos, blancos y negros y de otras clases. Y luego de haberse quitado el ropón y el turbante, se quedó desnudo delante del califa.

      Entonces el califa empezó también a desnudarse, quitándose el ropón de seda, iskandarní y el de seda baalbakí, el de terciopelo y el chaleco, y dijo al pescador:

      "Karim, toma esta ropa y póntela". Por su parte, el califa cogió el ropón del pescador y su turbante, y se los puso, se enrolló la bufanda de Karim, y le dijo: "Ya te puedes ir por tu camino".

      Y el hombre dió las gracias al califa, y le recitó estas dos estrofas: ¡Me has hecho dueño de una riqueza sin límites, y no lo ha de olvidar mi gratitud! ¡Me colmaste de todos los dones sin llevar cuenta! ¡He de honrarte, pues, mientras esté entre los vivos, y después de muerto aún te darán mis huesos las gracias dentro del sepulcro!

      Pero apenas había acabado de recitar estos versos el pescador, cuando notó el califa que le invadían los piojos y las chinches domiciliados en aquellos andrajos, y toda aquella miseria empezó a circular activamente a lo largo de su cuerpo. Y empezó a coger puñados de parásitos que le corrían por el cogote, el pecho y todas partes, y los tiraba muy lejos, lleno de repugnancia.

      Y tal fué su espanto, que llegó a decir al pescador: "¡Oh, desgraciado Karim! ¿Cómo hiciste para reunir en tus mangas y en tu turbante todos estos animales dañinos?"

      Y Karim respondió: "¡Oh mi señor! no los temas para nada, pues ahora sientes sus picaduras; pero si tienes paciencia y haces lo que yo, nada sentirás dentro de una semana, y como ya no te molestará que te piquen, no les harás pizca de caso".

      El califa, a pesar de su horror, se echó a reír, y dijo: "Pero desdichado, ¿cómo voy a resistir esta suciedad sobre mi cuerpo?" Y repuso el pescador: "¡Oh Emir de los Creyentes! quería decirte una cosa, pero me impone la presencia de mi augusto califa". El rey dijo: "Habla en seguida". Y así habló el pescador: "Se me ocurre, ¡oh Príncipe de los Creyentes! que para tener un oficio con qué ganarte la vida has querido aprender a pescar. Si así fuese, ¡oh soberano Emir! he aquí que esa ropa y ese turbante han de serte muy a propósito para eso".

      Entonces el califa, riéndose de esto que le decía el pescador, se despidió de él. Y Karim se fué por su camino, mientras que el califa cogió la banasta de palma donde estaban los peces, la cubrió con hierba fresca y corrió en busca de Giafar y de Massrur, que le aguardaban a cierta distancia.

      Y al verle creyeron que era Karim el pescador, y Giafar, temiendo que descargase sobre el pescador la cólera del califa, le dijo:

      "¡Oh Karim! ¿qué vienes a hacer aquí? Huye a escape, que el califa está en el jardín esta noche".

      Y cuando el califa oyó esto que decía Giafar, le dió tal risa, que se caía de trasero.

      Y Giafar exclamó: "¡Por Alah! ¡Si es nuestro amo y califa, el mismo Emir de los Creyentes!" Y dijo el califa: "Efectivamente, ¡oh Giafar! Y si tú que tú eres mi gran visir, al llegar a tu lado no me has conocido. ¿Cómo quieres que me reconozca el jeique Ibrahim, que está completamente borracho?

      Quédate aquí y espera a que yo vuelva". Y Giafar dijo: "Escucho y obedezco".

      Entonces el califa llamó a la puerta del palacio. Y el jeique Ibrahim se levantó para preguntar: ¿Quién llama? Y contestó el califa:

      "Soy yo, jeique Ibrahim".

      Y el anciano dijo: "¿Pero quién eres tú?"

      Respondióle el califa: "Soy el pescador Karim. He sabido que tenías convidados esta noche, y he venido a traerte buen pescado, vivito y coleando".

      Precisamente a AlíNur y a DulceAmiga les gustaba mucho el pescado. Y al oír al pescador se alegraron hasta el límite de la alegría. Y DulceAmiga dijo: "Abre pronto, ¡oh jeique Ibrahim! y déjale entrar con el pescado que trae". Entonces el jeique Ibrahim se decidió a abrir la puerta, y el califa, disfrazado de pescador, pudo entrar sin ningún contratiempo y fué a saludar a los presentes.

      Pero el jeique le contestó con una carcajada, y le dijo: "¡Bien venido sea entre nosotros el más ladrón de sus compañeros! ¡Ven a enseñarnos ese pescado tan bueno que traes!" Y el pescador quitó la hierba fresca y mostró el pescado que llevaba en la cesta, y vieron que estaba vivo aún y coleando todavía; y DulceAmiga exclamó entonces: "¡Por Alah! ¡Oh señores míos, qué hermoso es ese pescado! ¡Lástima que no esté frito!"

      El anciano Ibrahim asintió en seguida:

      "¡Por Alah! verdad dices'". Y volviéndose hacia el califa, exclamó: "¡Oh,pescador! ¡qué lástima que no hayas traído frito este pescado! Cógelo, ve a freírlo y tráenoslo en seguida". Y comentó el califa: "Pongo tus órdenes sobre mi cabeza. Lo voy a freír y en seguida lo