Название | El libro de las mil noches y una noche |
---|---|
Автор произведения | Anonimo |
Жанр | Книги для детей: прочее |
Серия | |
Издательство | Книги для детей: прочее |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788026834847 |
Al oír estas palabras, sintió el rey Soleimán-Schah que se le ensanchaba el corazón, y dijo al visir: "¿Qué hombre sabrá realizar mejor que tú esa misión tan delicada? Tú serás quien vaya a arreglar eso, tú solo, que estás lleno de sabiduría y cortesía.
Levántate, pues, y corre a despedirte de los de tu casa, despacha en seguida los asuntos pendientes, y ve a la Ciudad Blanca a pedir para mí la mano de la hija de Zahr-Schah, pues he aquí que mi corazón y mi juicio están muy atormentados con eso y se preocupan mucho". El visir contestó: "¡Escucho y obedezco!"
Y se apresuró a despachar lo que tenía que despachar, y a abrazar a aquellos a quienes tenía que abrazar, y se puso a hacer todos los preparativos de la marcha. Llevó toda clase de regalos que pudiesen satisfacer a los reyes: joyas, orfebrería, alfombras de seda, telas preciosas, perfumes, esencia de rosas completamente pura, y todas las cosas ligeras de peso, pero pesadas en cuanto a precio y valor. Llevó también diez hermosos caballos de las razas más puras de Arabia; y muy ricas armas nieladas de oro, con empuñaduras incrustadas de rubíes; y también armaduras ligeras de acero y cotas de malla doradas. Todo esto sin contar unos grandes cajones cargados de cosas suntuosas y también de cosas agradables al paladar, como conservas de rosas, albaricoques laminados en hojas, dulces secos perfumados, pastas de almendras aromadas con benjuí de las islas cálidas, y mil golosinas capaces de disponer favorablemente a las jóvenes. Mandó cargar todos estos cajones en mulos y camellos, y llevó cien mamalik, cien negros jóvenes y cien muchachas, que al regreso formarían el séquito de la novia. Y cuando el visir se puso a la cabeza de la caravana, y se desplegaron las banderas para dar la señal de marcha, se presentó el rey Soleimán para decirle: "Cuida de no volver sin la joven, y ven cuanto antes, porque me abraso".
Y el visir respondió: "Escucho y obedezco".
Y partió con toda su caravana, y caminó de día y de noche, atravesando montañas, valles, ríos y torrentes, llanuras desiertas y llanuras fértiles, hasta que estuvo a una jornada de la Ciudad Blanca.
Entonces se detuvo a descansar a orillas de un arroyo, y envió a un correo para que anunciase su llegada al rey Zahr-Schah.
Ahora bien; en el momento en que el correo llegó a las puertas de la ciudad, y cuando iba a penetrar en ella, le vió el rey Zahr-Schah, que tomaba el fresco en uno de sus jardines, le mandó llamar y le preguntó quién era. Y el correo dijo: "¡Soy el enviado del visir tal, acampado a orillas de tal río, que viene a visitarte de parte de nuestro rey Soleimán, señor de la Ciudad-Verde. y de las montañas de Ispahán!"
Al enterarse de esta noticia, el rey ZahrSchah quedó en extremo encantado, y mandó ofrecer refrescos al correo del visir, y dió a sus emires la orden de ir al encuentro del gran enviado del rey Soleimán-Schah, cuya soberanía era respetada hasta en los países más remotos, y en el mismo territorio de la Ciudad Blanca. Y el correo besó la tierra entre las manos del rey Zahr-Schah, diciéndole:
"Mañana llegará el visir. Y ahora, ¡que Alah te siga otorgando sus altos favores, y tenga a tus difuntos padres en su gracia y misericordia!" Eso en cuanto a éstos.
Pero en cuanto al visir del rey Soleimán, estuvo descansando a orillas del río hasta medianoche. Después se volvió a poner en marcha, y al salir el sol estaba a las puertas de la ciudad.
En ese momento se detuvo un instante para satisfacer una apremiante necesidad. Y cuando hubo terminado, vió venir a su encuentro al gran visir del rey Zahr-Schah con los chambelanes y grandes del reino, y los emires, y los notables. Entonces se apresuró a entregar a uno de sus esclavos el jarro que acababa de usar para hacer sus abluciones, y volvió a subir apresuradamente a caballo. Y habiéndose dirigido unos a otros los saludos acostumbrados, entraron en la Ciudad Blanca. Al llegar frente al palacio del rey, se apeó el visir, y guiado por el gran chambelán penetró en el salón del trono.
En este salón vió un alto y blanco trono de mármol transparente, incrustado de perlas y pedrería, y sostenido por cuatro pies muy elevados, formados cada uno por un colmillo completo de elefante. Encima del trono había un ancho almohadón de raso verde, bordado con lentejuelas doradas y adornado con flecos y borlas de oro. Y encima de este trono había un dosel, que centelleaba con sus incrustaciones de oro, piedras preciosas y marfil. Y en tal trono estaba sentado el rey Zahr-Schah…
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana, y discreta según su costumbre, se calló.
PERO CUANDO LLEGO LA 108ª NOCHE
Ella dijo:
Y sobre el tal trono estaba sentado el rey Zahr-Schah, rodeado de los principales personajes del reino y de los guardias que inmóviles aguardaban sus mandatos.
El visir sintió entonces que la inspiración iluminaba su espíritu y que la elocuencia le desataba la lengua en palabras sabrosas. Y con un donoso ademán, se volvió hacia el rey e improvisó estas estrofas en honor suyo:
Al verte, me ha abandonado mi corazón para volar hacia ti,!y hasta el sueño ha huído de mis ojos, dejándome entregado a mis torturas! ¡Oh corazón mío, ya que estás con él, quédate donde estás! ¡Te abandono a él aunque seas lo que más quiero y lo que más necesito! ¡Ningún descanso más agradable a mis oídos que la voz de aquellos que saben cantar las alabanzas de ZahrSchah, rey de todos los corazones!
Y después de haberle mirado, auque sea una vez, con eso sería rico para siempre. ¡Oh todos vosotros los que rodeáis a este rey tan magnífico! Sabed que si alguno dijera que conocía a un rey superior a Zarh-Schah, mentiría y no sería un verdadero creyente.
Y habiendo acabado de recitar este poema, el visir se calló, sin decir nada más. Entonces el rey Zahr-Schah le mandó acercarse al trono, y le hizo sentar a su lado, y le sonrió cariñoso, y conversó con él afablemente durante un buen rato, demostrándole su amistad v su simpatía. Después mandó poner la mesa en honor del visir, y todo el mundo se sentó a comer y beber hasta saciarse.
Entonces quiso el rey quedarse solo con el visir, y todos salieron, excepto los principales chambelanes y el gran visir del reino.
Y el visir del rey Soleimán se puso de pie, se inclinó ceremoniosamente, y dijo: "¡Oh gran rey, lleno de munificencia! ¡Vengo hacia ti para un asunto cuyo resultado para todos nosotros estará lleno de bendiciones, de frutos dichosos y de prosperidad! El objeto de mi misión es pedirte en matrimonio tu hija, llena de estimación y gracia, de nobleza y modestia, para mi señor y corona sobre mi cabeza, el rey Soleimán-Schah, sultán glorioso de la Ciudad Verde y de las montañas de Ispahán. Y a este efecto, vengo hacia ti trayendo ricos regalos y cosas suntuosas, para demostrarte el entusiasmo con que desea mi señor poder llamarte su suegro. Quisiera saber de tu boca si compartes igualmente ese deseo, y si le quieres otorgar el objeto de sus ansiedades".
Cuando el rey Zahr-Schah oyó este discurso del visir, se levantó y se inclinó hasta el suelo. Y los chambelanes y los emires llegaron hasta el límite del asombro al ver al rey manifestar tanto respeto a un simple visir. Pero el rey siguió de pie delante del visir, y le dijo: "¡Oh visir, dotado de tacto, de sabiduría, de elocuencia y de grandeza! escucha lo que voy a decirte: ¡Me considero como un simple súbdito del rey Soleimán-Schah, y me parece el mayor honor poderme contar entre los miembros de su familia! ¡De modo que mi hija ya no es en adelante más que una esclava entre sus esclavas, y desde este mismo instante es su cosa y su propiedad! ¡Y tal es mi respuesta a la demanda del rey Soleimán-Schah, soberano de todos nosotros, señor de la Ciudad Verde y de las montañas de Ispahán!".
E