Название | Rebelde, Pobre, Rey |
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Автор произведения | Морган Райс |
Жанр | Героическая фантастика |
Серия | De Coronas y Gloria |
Издательство | Героическая фантастика |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781640290327 |
Ahora corría a toda velocidad hacia los árboles. Intentaba que su carrera fuera impredecible, pero sobre todo, se concentraba en la velocidad. Cuanto más rápido pudiera llegar para cubrirse bajo los árboles, mejor. Disparó otra flecha sin mirar, se apartó a un lado por instinto y evitó otra flecha y, a continuación, se lanzó detrás del árbol que estaba más cerca justo cuando una vara perforó su tronco.
Thanos se detuvo por un momento a escuchar. Por encima del latido de su corazón, podía oír a Elsio dando órdenes.
“Id a buscar más carceleros”, ordenó. “Yo continuaré buscando al príncipe”.
Thanos empezó a arrastrarse entre los árboles. Sabía que tenía que ganar terreno ahora, antes de que vinieran más guardias armados. Unos cuantos de ellos podrían rodearlo fácilmente. Entonces no podría escapar, por muy bien que luchara.
Pero todavía debía ser cauteloso. Escuchaba que Elsio estaba en algún lugar tras él, entre el crujido de ramas y alguna que otra ramita que se rompía. El hombre todavía tenía su arco y ya había demostrado que estaba deseando usarla.
“Sé que puedes oírme”, dijo Elsio detrás de él. Su tono era familiar, como si hablar así con el hombre al que estaba intentando matar fuera lo más normal del mundo. “Tú eres un príncipe y habrás cazado, por supuesto”.
Thanos no respondió.
“Oh, ya sé”, dijo Elsio. “No quieres revelar tu posición. Quieres quedarte perfectamente escondido y esperar a perderme de vista. Todos aquellos a quienes perseguí lo intentaban. Tampoco les funcionó”.
Una flecha salió de entre los árboles, Thanos se agachó y no le tocó por poco. Él disparó también y echó a correr entre los árboles.
“Aún mejor”, respondió Elsio. “Asegúrate de que los Abandonados no te cogen. A mí me temen. Tú… tú solo eres una presa”.
Thanos lo ignoró y siguió corriendo, dando vueltas y giros aleatorios hasta estar seguro de que había suficiente distancia entre él y su perseguidor.
Se detuvo. Ya no escuchaba a Elsio. Sin embargo, oía el ruido de alguien que lanzaba insultos, medio enfadado y medio lloroso. Avanzó con cuidado, desconfiado. No se fiaba de nada allí.
Llegó al límite de un pequeño claro. Para su sorpresa, en él había una mujer colgada del revés por el tobillo, atrapada en un lazo. Su pelo oscuro estaba recogido en una trenza que colgaba por debajo de ella, rozando el suelo. Vestía unos rudos calzones cortos y la túnica de un marinero, atada con un cinto. Y, desde luego, blasfemaba como un marinero mientras intentaba desenredarse de la cuerda que la sujetaba, sin éxito aparente.
Todo su instinto le decía a Thanos que aquello era parte de alguna trampa mayor. O era una estratagema intencionada para hacerle perder velocidad o, como poco, los insultos de la mujer atraerían rápidamente a los Abandonados.
Pero él no podía dejarla de aquel modo. Thanos entró en el claro, con el cuchillo que llevaba alzado.
“¿Quién eres tú?” preguntó la mujer. “¡No te acerques, escoria espantacabras de los Abandonados! Si tuviera mi espada…”
“Será mejor que te calles antes de que atraigas a todos los prisioneros hasta aquí”, dijo Thanos mientras le cortaba su lazo. “Me llamo Thanos”.
“Felene”, respondió la mujer. “¿Qué estás haciendo aquí, Thanos?”
“Escapando de unos hombres que quieren matarme, intentando volver a mi barco”, dijo Thanos. Una idea le asaltó y empezó a recolocar el lazo.
“¿Tienes un barco?” dijo Felene. Thanos se dio cuenta de que mantenía las distancias. “¿Una manera de fugarse de esta roca del demonio? Entonces creo que vendré contigo”.
Thanos negó con la cabeza. “No creo que quieras quedarte cerca de mí. La gente que me está persiguiendo pronto estará aquí”.
“No será peor de lo que me he encontrado aquí hasta el momento”.
Thanos negó con la cabeza de nuevo. “Lo siento, pero no te conozco. No estás en esta isla por nada. Por lo que yo sé, me apuñalarás por la espalda tan pronto como tengas la oportunidad”.
Parecía que la mujer quería discutir, pero un ruido le hizo alzar la vista como un cervatillo sorprendido y se adentró en los árboles a toda velocidad.
Thanos siguió su ejemplo y se escondió detrás de unos árboles. Vio aparecer a Elsio en el claro, con el arco desenfundado. Thanos echó mano del que había cogido y se dio cuenta de que no le quedaban flechas. Al no tener ninguna opción mejor, salió del árbol detrás del que estaba escondido.
“Pensaba que serías mejor presa”, dijo Elsio.
“Acércate más y verás lo peligroso que puedo ser”, respondió Thanos.
“Oh, esto no funciona así”, respondió Elsio, pero dio un paso adelante de todos modos.
Thanos escuchó el chasquido del nudo al atraparlo, y vio que Elsio caía hacia atrás. Las flechas cayeron de su aljaba. Thanos las cogió y marchó en dirección a los árboles. Ya podía escuchar el ruido de los otros al acercarse: los Abandonados o los carceleros, eso daba igual.
Thanos iba a toda velocidad entre los árboles, ahora que no lo seguían y podía dirigirse hacia su barca. Le pareció entrever siluetas entre el follaje y, tras él, Thanos escuchó un grito que solo podía venir de Elsio.
Uno de los Abandonados apareció de los árboles que había cerca de Thanos y se lanzó hacia delante. Thanos debería haber imaginado que no podía esperar esquivarlos a todos. El hombre blandía un hacha que parecía estar hecha del hueso de la pierna de un enemigo muerto. Thanos consiguió meterse dentro de su oscilación y lo apuñaló, lo empujó y continuó corriendo.
Ahora escuchaba a más, a través de los árboles se oían gritos de caza. Apareció en campo abierto y vio a un grupo de carceleros de Elsio que se acercaban por la otra dirección. El corazón de Thanos daba golpes cuando, tras él, al menos una docena de figuras con armaduras hechas pedazos aparecieron de entre los árboles. Thanos golpeó a la derecha, esquivó a una figura que iba a por él, y continuó corriendo mientras los dos grupos chocaban entre ellos.
Algunos continuaban persiguiéndole, pero Thanos vio que más estaban luchando entre ellos. Vio a los Abandonados colisionar con los carceleros y quebrarse contra ellos. Ellos tenían la bravura, pero los que venían del lado fortificado de la isla tenían armaduras de verdad y armas mejores. Thanos dudaba que tuvieran alguna posibilidad de ganar, y no estaba seguro de querer que lo hicieran.
Rodeó las rocas de la isla como un rayo, intentando encontrar el camino de vuelta a su barca. Si pudiese llegar hasta allí… bien, sería difícil, pues los contrabandistas lo habían traicionado, pero encontraría la manera de salir de la isla.
La parte difícil era intentar encontrar su camino. Si hubiera corrido de vuelta directo por la ruta que había tomado al principio, retrocediendo sobre sus pasos, hubiera sido fácil encontrarla, pero no hubiera habido modo de burlar a los hombres que lo perseguían. Thanos tampoco se atrevía a parar completamente, aunque los ruidos de caza tras él habían dado paso a ruidos de batalla.
Le pareció reconocer el principio del camino que llevaba a la playa y fue a toda prisa por él, con los ojos bien abiertos ante posibles emboscadas. Allí no parecía haber nadie. Solo un poco más adelante y estaría de vuelta en su barca, podría…
Giró la esquina que llevaba a la playa y se detuvo. Uno de los Abandonados, enorme y musculoso, estaba allí. Estaba de pie sobre la barca de Thanos o, al menos, sobre lo que quedaba de ella. Mientras Thanos miraba, el prisionero le dio un golpe con una espada que parecía un palillo en sus manos, destrozando algunas de las tablas que quedaban.
A Thanos se le encogió el corazón.
Ahora