Название | Destinada |
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Автор произведения | Морган Райс |
Жанр | Героическая фантастика |
Серия | Diario de un Vampiro |
Издательство | Героическая фантастика |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781632911056 |
Kyle sabía que no debía responder. Necesitaban su pequeño orgullo. Los dejaría terminar su discurso.
"Pero, admiramos tu determinación y tu futura guerra", el juez continuó. "Sí, la admiramos mucho."
Un silencio espeso se produjo nuevamente.
"Te permitiremos seguirla", continuó el juez, "pero si la encuentras, no la matarás. Vas a capturarla con vida y la traerás con nosotros. Preferimos disfrutar matándola nosotros y verla morir lentamente. Ella será la candidata perfecta para los Juegos."
Kyle sintió que hervía de rabia. Los Juegos. Por supuesto. Eso era todo lo que a estos vampiros ancianos y enfermos les importaba. Recordaba ahora. Convirtieron al Coliseo en una arena para su deporte de vampiro contra vampiro, vampiro contra humano, vampiro contra las bestias, y les encantaba verlos desgarrarse en pedazos. Era cruel, y a su manera, Kyle lo admiraba.
Pero eso no era lo que deseaba para Caitlin. Quería verla muerta. Punto. No era que le importara que la torturaran. Pero no quería perder el tiempo, dejar algo librado al azar. Por supuesto, nadie había escapado o sobrevivido a los Juegos. Pero al mismo tiempo, nunca se sabía lo que podría suceder.
"Pero, mis señores," Kyle protestó, "Como usted dijo, Caitlin proviene de un linaje poderoso y es mucho más peligrosa y difícil de alcanzar de lo que imagina. Solicito su permiso para matarla instantáneamente. Hay demasiado en juego."
"Todavía eres joven", dijo otro juez ", y así que vamos a perdonar tu comentario a nuestro dictamen. A cualquier otra persona, la hubiéramos matado en el acto."
Kyle bajó la cabeza. Se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Nadie nuca se había opuesto a los jueces.
"Ella está en Asís. Ahí es donde irás después. Ve rápidamente y no te demores. Ahora que lo has mencionado, no podemos esperar a verla morir ante nuestros ojos."
Kyle se volvió para irse.
"Y Kyle", uno de ellos lo llamó.
Él se dio la vuelta.
El juez principal se retiró la capucha, revelando la cara más grotesca que Kyle jamás había visto en su vida, cubierta de protuberancias y líneas y verrugas. Abrió la boca y sonrió con una sonrisa espantosa, mostrando los dientes amarillos y afilados y sus brillantes ojos negros. Él sonrió aún más: "La próxima vez que te presentes sin previo aviso, tú serás quien muera lentamente."
CAPÍTULO SEIS
Caitlin sobrevoló la idílica región de Umbría, pasando por encima de las colinas y los valles, mientras observaba el exuberante paisaje verde iluminado por la luz de la mañana. Debajo de ella, se desparramaban las pequeñas comunidades agrícolas, pequeñas casas de piedra rodeadas de cientos de acres de tierra, el humo salía de sus chimeneas.
Cuando se dirigió hacia el norte, el paisaje cambió: eran las colinas y los valles de la Toscana. Vio viñedos en las colinas, los trabajadores con grandes sombreros de paja ya estaban trabajando, cuidando las viñas desde temprano. Este país era increíblemente hermoso, y una parte de ella deseaba poder descender allí, establecerse y sentirse como en su casa en una de las pequeñas cabañas de las granjas.
Pero tenía trabajo que hacer. Siguió volando hacia el norte, sosteniendo con fuerza a Rose que iba acurrucada adentro de su camisa. Caitlin pudo sentir que Venecia estaba cerca y se sintió como un imán atraído hacia ella. Cuanto más se acercaba, más sentía el su corazón latía en expectativa, podía sentir que allí había gente que había conocido una vez. Pero aun no sabía a ciencia cierta quién. No podía percibir si Caleb estaba allí, y si estaba aún con vida.
Caitlin siempre había soñado con ir a Venecia. Había visto fotos de sus canales, las góndolas, y siempre se había imaginado yendo algún día, tal vez con alguien a quien amaba. Incluso había imaginado que le proponían matrimonio en una de esas góndolas. Pero nunca había imaginado ir de esa manera.
Mientras volaba y volaba, acercándose cada vez, se le ocurrió que la Venecia que estaría visitando ahora, en 1790, podría ser muy diferente de la Venecia que había visto en fotos en el siglo 21. Probablemente, sería más pequeña, menos desarrollada, más rural. También imaginaba que no estaría tan llena de gente.
Pero pronto se dio cuenta de que no pudo haber estado más equivocada.
Cuando Caitlin finalmente llegó a las afueras de Venecia, se sorprendió de ver, incluso desde esta altura, que la ciudad era sorprendentemente similar a sus imágenes de los tiempos modernos. Reconoció la histórica y famosa arquitectura, reconoció todos los pequeños puentes y las mismas vueltas y más vueltas de los canales. De hecho, se sorprendió al darse cuenta de que la Venecia de 1790 no era, al menos en las apariencias, tan diferente a la Venecia del siglo 21.
Cuanto más pensaba en ello, más sentido le encontraba. La arquitectura de Venecia no tenía sólo 100 o 200 años: tenía cientos y cientos de años. Recordó una clase de historia, en una de sus muchas escuelas secundarias, cuando aprendió de Venecia, de algunas de sus iglesias, construidas en el siglo 12. Ahora deseaba haber escuchado con mayor atención. La Venecia debajo de ella, una extensa masa de los edificios, no era una ciudad nueva. Incluso en 1790, ya tenía varios cientos de años.
Caitlin se sintió reconfortada. Se había imaginado que el año 1790 sería como un planeta diferente, y se sintió aliviada al saber que hay cosas que en realidad no había cambiado mucho. Esencialmente parecía ser la misma ciudad que ella habría visitado del siglo 21. La única diferencia inmediata que podía ver era que sus canales no contenían un solo bote motorizado, por supuesto. No había lanchas rápidas, ni grandes ferris, ni cruceros. En cambio, los canales estaban llenos de enormes buques de vela, sus mástiles trepaban decenas de metros de altura.
A Caitlin también le sorprendió la multitud. Se zambulló hacia abajo para estar un centenar de metros por encima de la ciudad, y pudo ver que, incluso ahora, temprano en la mañana, las calles estaban totalmente llenas de gente. Y que los canales estaban absolutamente repletos de botes. Eso la sorprendió. Esta ciudad estaba más congestionada que Times Square. Siempre había imaginado que regresar en la historia significaría menos gente, multitudes menores. Estaba equivocada en eso, también.
Mientras volaba sobre la ciudad y daba vueltas una y otra vez, lo que más la sorprendió, sin embargo, fue que Venecia no era solo una ciudad y una isla, se extendía por muchas islas, había decenas de islas en todas direcciones, cada una tenía sus propios edificios, su propia ciudad pequeña. La isla en la que se asentaba Venecia tenía la mayoría de los edificios y era la más urbanizada. Pero las decenas de otras islas parecían estar conectadas, formando una parte vital de la ciudad.
Otra cosa que la sorprendió fue el color del agua: era azul brillante. Era tan ligera, tan surrealista, era el tipo de agua que podría haber esperado encontrar en algún lugar del Caribe.
Mientras volaba en círculos sobre las islas, una y otra vez, tratando de orientarse y saber dónde aterrizar, se arrepintió de no haberla visitado en el siglo 21. Bueno, al menos tendría una oportunidad ahora.
Caitlin también se sentía un poco abrumada. Se veía como un lugar muy expandido. No tenía idea dónde bajar, donde empezar a buscar a las personas que pudo haber conocido, si es que estaban aquí. Había imaginado tontamente que Venecia era más pequeña, más pintoresca. Incluso desde allí arriba, podía decir que podría caminar esta ciudad durante días y no llegar al otro extremo.
Se dio cuenta de que no había un lugar para aterrizar discretamente en la isla de Venecia. Estaba demasiado lleno de gente, y no había manera de acercarse sin que la notaran. No quería llamar ese tipo de atención. No tenía idea de las cofradías que habría allí y cuan territoriales eran; no tenía ni idea si eran amables o malévolas; y no tenía idea de si los humanos allí, como los de Asís, estaban a la caza de vampiros, y la perseguirían. Lo que menos necesitaba era otra multitud atemorizada.
Caitlin decidió aterrizar