Название | Encuentro Con Nibiru |
---|---|
Автор произведения | Danilo Clementoni |
Жанр | Научная фантастика |
Серия | |
Издательство | Научная фантастика |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788873047421 |
«¡Granada!» gritó y se echó sobre el asiento.
Mientras una nueva ráfaga de AK-47 rompÃa el parabrisas y destruÃa la luz intermitente trasera derecha, la granada de mano rodó tranquilamente en medio del grupo de los agresores que, conscientes del peligro inminente, se echaron a tierra aplastándose el máximo posible. La bomba explotó con un sonido ensordecedor y un resplandor deslumbrante rompió la oscuridad de la noche.
El tipo gordo, aprovechando la acción sorprendente del general, corrió hacia el lado del pasajero, subió a bordo y, quedando con una pierna por fuera, gritó «¡Vamos, vamos!»
El flaco pisó a fondo el acelerador y el automóvil, con un gran chirrido de neumáticos, arrancó hacia delante en dirección a la vieja puerta del cobertizo abandonado. La masa del vehÃculo lanzado a la carrera salió ganando a la plancha oxidada del panel, que cayó pesadamente hacia el interior. El coche prosiguió su loca carrera destruyendo todo aquello que encontraba a su paso. Viejas macetas de cerámica, cajas de madera podridas, sillas e incluso dos viejas lámparas, fueron arrolladas y tiradas por los aires, levantando una enorme polvareda de arena y detritos. El flaco que estaba conduciendo intentaba esquivar el mayor número de cosas posibles usando todo el peso de su cuerpo para girar el volante a derecha e izquierda pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguió evitar la columna central de madera medio marchita que sostenÃa toda la cubierta, seccionándola de cuajo. El cobertizo tembló, luego un estremecimiento, después, como si una enorme roca le hubiese caÃdo sobre el techo, se plegó literalmente sobre si mismo. Todo esto ocurrió exactamente en el momento en que los tres, después de haber desfondado incluso la pared de atrás, salÃan disparados del viejo garaje, seguidos por un espantoso ruido y una enorme polvareda oscura. El auto, ahora ya sin control, cayó sobre un montón de inmundicia dejada sobre el borde de la carretera y quedó bloqueado.
«¡Maldita sea!» exclamó el general que ya se habÃa dado unas cuantas veces con la cabeza en el apoyabrazos de la puerta. «¿Pero a ti quién te ha enseñado a conducir?»
Por toda respuesta, el flaco pisó a fondo de nuevo el acelerador e intentó pasar entre la basura. Diversos trapos de colores se enredaron entre las ruedas y un viejo televisor quedó enganchado en el parachoques de atrás. Tuvieron que navegar entre la basura todavÃa un buen rato antes de alcanzar el borde de la carretera. Con un ruido sordo el auto se bajó de la acera y los tres se encontraron en la carretera principal en dirección este.
«¿Quiénes eran essos?» preguntó el gordito mientras se colocaba sobre el asiento e intentaba cerrar la puerta.
«DeberÃas preguntárselo a tu amiguito el del restaurante» replicó secamente el tipo flaco.
«Como se me ponga a tiro le hago engullir todo el menaje, cazuelas incluidas.»
«¿Qué más da, amigo mÃo? Hace tiempo que tendrÃas que haber comprendido que aquà no te puedes fiar de nadie.» Y mientras giraba en una pequeña calle a su derecha, añadió «Al menos hemos podido comer algo.»
El automóvil oscuro se encaminó rugiendo hacia la oscuridad de la noche, dejando, sin embargo, detrás de si, una anómala estela de lÃquido sin identificar.
Astronave Theos â El Presidente
«¿Dónde consigues la energÃa para crear un campo de fuerza tan potente?» preguntó con curiosidad el coronel mientras observaba el candelabro apenas fabricado.
«La energÃa está por todas partes, en cada lugar del universo» replicó Azakis. «Todo aquello que lo compone está hecho de materia y la materia no es otra cosa que una forma de energÃa y viceversa. Incluso los seres vivos no son otra cosa que formas simples de energÃa y de materia.»
«Estamos hechos con la misma materia de las estrellas» susurró Elisa fascinada, recordando una vieja cita de alguien del cual en estos momentos no recordaba el nombre.
«En cuanto a esto, estoy de acuerdo, pero de aquà a poder aprovecharla de esta manera⦠va un mundo»
Estaba a punto de pedir más aclaraciones cuando una musiquilla de blues, proveniente de su teléfono móvil, lo interrumpió.
«¿Y ahora quién diablos será?» dijo en voz alta mientras leÃa el nombre del que llamaba âCamp Adder - Prisiónâ.
«Coronel Hudson» se oyó secamente al micrófono.
«Coronel, por fin»
Jack reconoció inmediatamente el vozarrón del sargento negro que le habÃa acompañado en tantas misiones. «Sargento, ¿qué sucede?»
«Lo busco desde hace horas. ¿Dónde se encuentra?»
«Esteâ¦podemos decir que estoy âgirando como una peonzaâ. De todos modos, dÃgame sargento, ¿cuál es el problema?»
«Sólo querÃa decirle que su petición de traslado del general se ha llevado a cabo sin problemas.»
«¿Petición de traslado del general? ¿De qué demonios está hablando?»
«Tengo delante de mà una orden escrita, firmada de su puño y letra, que autoriza al general Richard Wright y al coronel Oliver Morris a llevarse al general Campbell para ser transferido a un lugar top secret. He verificado la firma y es la suya.»
«Yo no he autorizado nunca una cosa parecida». El coronel hizo una pequeña pausa y luego dijo. «¿Y entonces dónde está ahora el general?»
«No tengo ni idea, señor. Está custodiado por los oficiales de los que le he hablado»
«Maldito sea, ha conseguido escapar.» a continuación tuvo una intuición y dijo. «Sargento, ¿podrÃa describirme a los dos militares que se lo han llevado?»
«Claro. Uno era alto y delgado mientras que el otro era más bajo y con un evidente sobre peso. TenÃanâ¦Â»
«Vale, sargento, nada más. He comprendido. Gracias.»
«Espero no haber metido la pata.»
«No se preocupe. No ha sido culpa suya» y cortó la conversación.
«¿Qué ha ocurrido?» preguntó preocupada Elisa.
«Los dos que te habÃan asaltado y que habÃamos capturado han conseguido escapar y han conseguido también ayudar a evadirse al bastardo del general Campbell.»
«Lo siento, querido, lo siento de veras pero no te preocupes tanto. Tenemos problemas más importantes de los que ocuparnos ahora, ¿no?»
«Tienes razón.» Mientras hablaba asà le quitó de la mano el candelabro y, mostrándoselo a Azakis, le preguntó «¿Dónde habÃamos quedado?»
«La fuente de energÃa»
«SÃ, es verdad. En resumen, ¿cómo demonios funciona esto?»
«No es tan sencillo de explicar, de todos modos podemos decir que consigue absorber la energÃa que lo rodea y darle la forma para la cual ha sido programado.»
«Pero» dijo Jack perplejo. «No es que haya comprendido gran cosa.