Historia breve de Japón. Irene Seco Serra

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Название Historia breve de Japón
Автор произведения Irene Seco Serra
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788415930235



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líticos son redondeados, con una cara plana, a modo de base, y una gran protuberancia irregular; se conocen como sekkan o ‘coronas de piedra’. Su propósito y significado continúan siendo inciertos, aunque claramente desempeñaron un papel concreto en las creencias del momento.

      Para las tumbas infantiles, de las que se han excavado hasta la fecha más de setecientas, se reutilizaban las mismas jarras de cerámica empleadas en la vida cotidiana. Tampoco en este caso solían depositarse ajuares, aunque a veces hay dentro del vaso un guijarro o dos.

      Había tres accesos principales a Sannai Maruyama: desde el sur, desde el este y desde el oeste. Se trataba de caminos bien establecidos, de varios metros de anchura. Al igual que se haría en Occidente muchos años más tarde, un gran número de tumbas de adultos se situaron a los lados de estas vías de entrada a la población.

      Han salido también a la luz talleres de alfarería, y dos túmulos, formados a lo largo de los siglos por acumulación de basura doméstica, pero en los que también han aparecido objetos rituales, como adornos de jade o figurillas dogu de arcilla cocida y un gran número de vasos cerámicos, algunos de los cuales estaban intactos en el momento de ser depositados en el lugar. Las piezas excavadas en estos inmensos basureros, que tal vez tuvieron también propósitos religiosos, abarcan un periodo de aproximadamente mil años.

      La cerámica de Sannai Maruyama es muy similar a la que aparece, en general, en el norte de la isla de Honshu y en el sur de Hokkaido; es del tipo conocido como Ento, que se caracteriza por sus vasos alargados de boca muy abierta y profusa decoración cordada. El hecho de que aparezca en las dos islas al mismo tiempo nos indica que, incluso en estas fechas tan tempranas, existía comunicación regular por mar entre ellas. De hecho, en el yacimiento se han documentado materiales con un origen todavía más lejano, como el asfalto de Akita, la obsidiana de Hokkaido o el ámbar de Iwate, que nos hablan de toda una red comercial extendida entre numerosos asentamientos de época Jomon.

      Otro dato muy interesante tiene que ver con la laca. Durante mucho tiempo se ha considerado que la tecnología de la laca se originó en China, desde donde se extendió por otros lugares. Sin embargo, en Sannai Maruyama no solo han aparecido objetos de laca en las fases más antiguas del yacimiento, sino también instrumental para este tipo de trabajo, e incluso semillas del árbol de la laca. Todo esto está haciendo pensar que tal vez la laca se descubriera y desarrollase de manera independiente en China y en Japón prehistórico, aunque sigue siendo factible una propagación desde el continente, que se daría así en momentos mucho más antiguos de lo que en principio se había pensado.

      En Sannai Maruyama se han hallado también útiles líticos en gran número, entre los que se cuentan hachas, puntas de flecha o morteros. Las excavaciones han proporcionado asimismo multitud de elementos de hueso, como agujas, anzuelos o arpones, e incluso piezas orgánicas muy frágiles, como una cesta completa, preservada en una de las zonas húmedas del yacimiento.

      No hay que olvidar tampoco los abundantes materiales relacionados con el adorno personal, como agujas para el pelo, colgantes y pendientes de piedra y hueso, y los objetos rituales, entre los que destacan de forma especial las ya mencionadas figurillas de arcilla dogu y las curiosas sekkan o ‘coronas de piedra’.

      Como ya sabemos, en la actualidad, buena parte del yacimiento de Sannai Maruyama está musealizado, y se ha convertido en toda una atracción turística en la zona. Cuenta con un centro de interpretación y con una sala de exposiciones, y se han reconstruido algunas de las principales estructuras para dar idea al visitante del aspecto del lugar durante el periodo Jomon.

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      Santuario de Ise

      Una parte importante del conocimiento de la religiosidad japonesa más antigua proviene de las dos obras fundamentales de la literatura japonesa inicial, que ya se mencionaron en la historia de Jimmu Tenno: el Kojiki o ‘Relación de las cosas antiguas’, del año 712 y el Nihonshoki o ‘Crónica de Japón’, del 720 de nuestra era. Aunque ambas están escritas en chino, su objetivo es la legitimación política de tinte nacional de los dirigentes japoneses de la zona central del país. Por ello no recogen la totalidad de la temprana mitología de Japón, sino una selección más o menos sesgada de los mitos y leyendas que se consideraron adecuados en su tiempo para exaltar el buen gobierno de un reino unificado. Aún así, ambos libros resultan imprescindibles en la cadena de transmisión de los mitos japoneses, y su valor para el estudio de la religión de Japón antiguo es incalculable.

      El sintoísmo o shinto, el ‘camino de los dioses’ (mencionado por primera vez con ese nombre en la crónica Nihonshoki), es la religión tradicional japonesa, centrada en las divinidades locales o kami que pueblan la naturaleza. Estas deidades, cuyo culto se entremezcla con el que se tributa a los antepasados, habitan bosques y montañas, rocas y ríos; hay además kami del fuego y del cereal, y otros asociados a distintos animales.

      Los lugares naturales donde los kami se manifiestan se señalan mediante cuerdas sagradas hechas de paja de arroz y denominadas shimenawa. El santuario sintoísta más antiguo es casi con toda seguridad el de Izumo, aunque probablemente no fuera fundado, como quiere la tradición, en el lejano siglo III a.C. Algo más moderno pero todavía más importante es el santuario de Ise, sobre el que se volverá más abajo. Pero, en realidad, todo el territorio japonés se considera un producto de la expresión divina; no es casual que se aluda a Japón como Kami no Kuni o el ‘País de los Dioses’. Como ya se apuntó en el apartado dedicado a Jimmu Tenno, según las ideas sintoístas, los dioses creadores Izanagi e Izanami formaron personalmente cada isla del archipiélago, desde el puente flotante de los Cielos, en medio del Océano Primordial.

      A menudo se habla del shinto como ‘religión nativa’ de Japón. Sin embargo, como recordamos, los pobladores del archipiélago llegaron a él desde el continente y quizá también desde las islas polinesias, por lo que resulta lógico pensar que las ideas religiosas que más tarde llegarían a sistematizarse en el shinto también viajaron con ellos. De hecho, hay quien explica la noción de kami poniéndola en relación con el concepto polinesio de mana o fuerza numinosa.

      Ya vimos con anterioridad que la religiosidad japonesa de las etapas más antiguas se conoce solo de forma indirecta a través del registro arqueológico. Se supone que una religión más o menos próxima a lo que después sería el sintoísmo comenzó a desarrollarse durante los primeros siglos de nuestra era. Los historiadores japoneses suelen hablar de ‘sintoísmo primitivo’ para definir la etapa que va desde estos nebulosos orígenes hasta aproximadamente el siglo VI, cuando el budismo inició su expansión por el país. Desde estos momentos se produjo una progresiva estructuración y homogeneización del sintoísmo. Llegado el siglo X, el antiguo y amplio abanico de ritos y mitos locales se había convertido en una religión organizada, de mitología más o menos coherente, con un sacerdocio bien definido y una cabeza visible: el emperador.

      La diosa sintoísta más conocida de Japón es sin duda Amaterasu, ‘la Radiante’ divinidad del sol y antepasada de la Casa Imperial, a la que ya se aludió a propósito de Jimmu Tenno. Junto con su hermano Susanowo, Amaterasu protagoniza uno de los ciclos míticos más célebres del sintoísmo, el denominado Takama no Hara o ‘Llanura de lo Alto’, que merece la pena resumir aquí.

      Llanura de lo Alto es el nombre del reino que la asamblea de los dioses decide confiar a Amaterasu a petición de su padre, el dios creador Izanagi. Su hermano Susanowo, ‘el Varón Impetuoso’, es nombrado gobernador de la Llanura Marina. Pero Susanowo, desolado por la muerte de su madre, la diosa creadora Izanami, está provocando la devastación de las tierras a su cargo y además pretende bajar a los Infiernos para visitarla. Ante ello, su padre lo expulsa de la Llanura Marina.

      Antes de partir al exilio, Susanowo va a despedirse de su hermana Amaterasu. Ella le recibe armada, temiendo una invasión, pero él le asegura que sus intenciones no son tales, y para demostrárselo le propone que juntos generen nuevas deidades, cosa que hacen empleando el collar de ella y la espada de él. Estos ocho dioses y diosas surgidos de las joyas de Amaterasu y de la espada de Susanowo serían los antepasados de