El doctor Thorne. Anthony Trollope

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Название El doctor Thorne
Автор произведения Anthony Trollope
Жанр Языкознание
Серия Ópera magna
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788432160806



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los viajes que realizó por Inglaterra e Irlanda aprovechó sus observaciones para ambientar las novelas que empezó a publicar a partir de 1847.

      Sus dos primeros relatos, localizados en Irlanda, tuvieron una fría acogida. Tampoco tendría mucho éxito The Warden, la primera de las seis novelas de Barchester, inspiradas en la vida de esa ciudad; sin embargo, Trollope alcanzó la fama con las demás novelas de esa serie, que son las que siguen gozando de más popularidad hoy en día. La más destacada es El doctor Thorne.

      Entre sus otras novelas cabe mencionar las que tratan de la vida política, tales como Phineas Redux o The Prime Minister.

      La actitud que Trollope adopta ante la literatura es la de un artesano: rechaza el concepto de la inspiración espontánea e insiste en que la creación literaria es más fruto del trabajo y la constancia.

      Su mejor cualidad es el extraordinario talento que posee para crear personajes convincentes, y cuya autenticidad se mantiene sin altibajos a través de sucesivas novelas. Una vez creados por Trollope, estos personajes parecen cobrar vida y evolucionar por sí solos. Las fisonomías morales de esos personajes, que son su punto fuerte, las retrata desde tres puntos de vista: por lo que hacen y dicen, por lo que dicen que hacen y dicen, y mediante comentarios humorísticos o irónicos del autor.

      Estos personajes son en su gran mayoría tipos medios. Gran parte de la popularidad de las novelas de Trollope se debe a que sus lectores podían reconocerse en ellas e identificarse con los sentimientos y motivaciones de sus protagonistas.

      De las seis novelas de Barchester, El doctor Thorne es la más completa. El autor describe la conmovedora historia de un honrado médico rural de sólidos principios, y su sobrina Mary. Ella se enamora de Frank Gresham, heredero de la muy hipotecada fortuna de Greshamsbury, pero Frank se ve condicionado en su elección por la necesidad de casarse por dinero para recuperar la riqueza de la familia. Las vicisitudes del amor entre Mary y Frank son contadas con la agudeza y la ironía propias del mejor Trollope.

      En esta comedia de corte social, plena de humor inteligente, el autor nos introduce en las grandilocuentes familias Gresham y De Courcy, cuya ostentación sitúa a sus miembros entre las creaciones más felices y logradas del autor, al igual que la realista heredera señorita Dunstable y el deplorable Sir Roger Scatched, que suscitan muchos momentos de comicidad. El doctor Thorne aporta a ese mundo lo mejor de sí mismo: su integridad y su disponibilidad.

      Trollope nos presenta un rico retrato de la vida de la clase alta en el campo a mediados del siglo XIX, con todos sus elementos, aparentemente, en su orden tradicional. Él ama ese mundo, pero sabe, también, que los entornos bellos no respetan más la felicidad humana que los sórdidos y feos. La mansión de los Gresham está llena de problemas, y el mayor de todos es la imperiosa necesidad de que el heredero haga una boda por dinero, cuando él insiste en casarse con Mary, que es ilegítima y pobre.

      Mary Thorne es el tipo de mujer más valorado por Trollope —intrépida, animosa, leal y sincera—. No posee nada de valor salvo ella misma, y lo sabe. A su alrededor, giran las damas de Courcy y Gresham, en sus diversos grados de esnobismo y estupidez, y sirviendo como contraste a la gran valía y dignidad de Mary. Ella sabe amar de verdad, y eso es lo que de verdad importa.

      Esta absorbente historia, es pues, una novela sobre dinero y clase y poder; sobre privilegios y riqueza versus lealtad y cálidos sentimientos, pero sobre todo, es una novela sobre la grandeza de ser fiel a los propios principios.

      C. G. A.

      1. Los Gresham de Greshamsbury

      Antes de presentar al lector al modesto médico rural que va a ser el protagonista de esta historia, vale la pena conocer algunos pormenores en cuanto a los habitantes y al lugar en que nuestro médico ejercía su profesión.

      Como es natural, hay ciudades en él, almacenes que guardan semillas y provisiones, donde se sitúa el mercado y se celebran los bailes, adonde regresan los miembros del Parlamento, en general —y a pesar de proyectos de reforma pasados, presentes y venideros— nombrados gracias al dictado de algún terrateniente poderoso; de donde proceden los carteros rurales y donde se localiza el suministro de caballos de posta necesarios para los visitantes. Sin embargo, estas ciudades no añaden nada a la importancia del condado, pues, con la excepción de la ciudad principal, consisten en una serie de calles vacías, carentes de actividad. Todas poseen dos fuentes, tres hoteles, diez tiendas, quince cervecerías, un vigilante y un mercado.

      En realidad, la población de las ciudades no cuenta en absoluto por lo que respecta a la importancia del condado, con la excepción, como antes se ha dicho, de la ciudad principal, que es además ciudad catedralicia. Existe una aristocracia clerical, que no sería nada si no se le concediera la debida importancia. El obispo residente, el deán también residente, el arcediano, tres o cuatro capellanes y todos los numerosos vicarios y adjuntos, conforman una sociedad lo bastante poderosa como para tener peso en la aristocracia rural del condado. En otros aspectos, la grandeza de Barsetshire depende en su totalidad de sus poderosos hacendados.

      Frank Gresham, aunque entonces sólo contaba veinticuatro años de edad, era un hombre casado y padre de familia. Había elegido esposa y su elección había dado motivos de desconfianza a los hombres de Barsetshire del este. Se había casado nada menos que con Lady Arabella de Courcy, hermana del gran conde whig que vivía en Courcy Castle, en el oeste: del conde que no sólo votó a favor del Proyecto de Reforma, sino que, con infamia, había contribuido activamente a convencer a otros jóvenes nobles para que votaran igual, y cuyos nombres, por tanto, apestaban ante las narices de los incondicionales