Además, gracias a estas propiedades podemos percatarnos del orden y las regularidades que se presentan en nuestra realidad y que esta no es caótica, por lo que no está de más embarcarse en la aventura de intentar comprender este orden.
El apelar a los objetos observables y las propiedades fenoménicas para enfrentar la aventura de conocer nuestra realidad es una primera etapa, la cual es “económica” respecto de los recursos monetarios e intelectuales que se requieren para acceder a ellas, pero no son suficiente para lograr un conocimiento profundo de nuestro universo material. Para ello necesitamos incluir en nuestro análisis a los objetos inobservables y a las propiedades transfenoménicas, de lo contrario los niveles microscópicos y cosmológicos de nuestro universo y las conexiones que presentan estos con nuestro nivel nos estarían limitados.
Si el siguiente párrafo lo hubiese escrito hace 300 años, creo que muy pocos lectores me creerían o me entenderían. Afortunadamente debido a la gran influencia que tiene el conocimiento científico en la base cultural de la mayoría de las civilizaciones actuales, lo que escribiré a continuación será incluso obvio para muchos de ustedes.
En la naturaleza existen muchos objetos que no podemos observar, es decir, que son inaccesibles a nuestros sentidos. Así por ejemplo, los átomos, moléculas, virus, galaxias, agujeros negros, bacterias, células, ácaros, leptones, quarks, neutrinos, bosones (y la lista suma y sigue) son sólo algunos ejemplos de objetos inobservables para nosotros.
Quizás, muchos de ustedes me dirán que sí han visto una célula, pero esas observaciones son a través de instrumentos, como el microscopio. Nótese que los cuatro últimos objetos de la lista anterior son inobservables incluso con el microscopio más poderoso. Por otra parte, tengo entendido que nuestro ojo puede ver con dificultad un objeto del tamaño de un óvulo humano y por ahí anda el tamaño límite de los objetos más pequeños que podemos observar sólo con nuestra visión desnuda.
La naturaleza está constituida entonces por objetos observables e inobservables para nuestros sentidos (entienda observación desde el punto de vista de nuestros 5 sentidos y no sólo de la visión) y existe una zona limítrofe que dependerá de nuestra capacidad de observar directamente o a través de un instrumento a objetos sumamente pequeños como los átomos o sumamente grandes como las galaxias.
Esta afirmación que la mayoría de los niños de hoy pueden asimilar sin mayores dificultades, no es algo menor y es que gran parte de estos descubrimientos de objetos inobservables se los debemos a la ciencia. Así por ejemplo, antiguamente se desconocía la existencia de los micro-organismos y por lo mismo se creía que las enfermedades eran endógenas, es decir, que se producían por un “mal funcionamiento” del cuerpo del enfermo. De hecho muchas de las muertes de mujeres cuando daban a luz sus bebés eran causadas por parteros que no se lavaban las manos. Esta práctica cambió cuando se comenzó a sospechar que la enfermedad podía ser transmitida por el material que se pegaba a las manos de los parteros. Esta sospecha quedó confirmada posteriormente cuando se pudieron observar los primeros micro-organismos patógenos.
El ejemplo de la sospecha de objetos inobservables como los micro-organismos y la posterior confirmación de su existencia no es el único. Así por ejemplo, las primeras sospechas de la existencia de partículas elementales constitutivas de toda la naturaleza provinieron desde Demócrito y su supuesto discípulo Leucipo (supuesto porque no hay evidencias que realmente existió). Lo mismo con las sospechas de la existencia de agujeros negros, los cuales se postuló su existencia sobre la base de predicciones teóricas respecto de estrellas súper-masivas.
Uno de los grandes aportes de la ciencia, sobre todo de la ciencia de los últimos dos siglos es que nos ha ampliado el espectro de objetos conocidos. La naturaleza que antiguamente se asociaba exclusivamente con objetos observables, ahora se entiende como constitutiva de objetos observables (los cuales están a nuestra escala como por ejemplo un perro y una piedra), objetos inobservable de escala microscópica (como los átomos, moléculas, quarks o bacterias) y también objetos inobservables a escala macroscópica o cosmológica (como las galaxias y agujeros negros).
El papel del hombre en esta naturaleza está en el medio de esta diversidad y por lo mismo nuestra concepción de realidad se ha enriquecido enormemente. Desde la longitud de Planck de 10-35 metros hasta el tamaño del universo mayor a 24 Gpsc (Cornish, Spergel, Starkman, & Komatsu, 2004) (Gpsc por las siglas de Gigaparsec, la cual es una unidad de distancia muy grande), lo cual es alrededor de 1026 metros que el hombre está a medio camino.
Así como existen objetos inobservables, también tenemos propiedades inobservables, las cuales se conocen muchas veces con el nombre de propiedades primarias o transfenoménicas. Ejemplo de eso son la masa, la temperatura, la conductividad etc.Esta distinción de propiedad primaria o transfenoménica vs. propiedad secundaria o fenoménica es muy antigua, personalmente no tengo certeza quien fue el primero en plantearla, pero el que la popularizó fue ciertamente el gran Galileo en su obra “Il Saggiatore”(Galilei, 1623).
La masa es una propiedad transfenoménica y que a través de los sentidos no podemos acceder a ella, sino que tenemos que recurrir a un instrumento como la balanza para poder determinarla. Es cierto que a través del tacto podemos acceder a los efectos de un cuerpo con masa. Así por ejemplo, sentimos el “peso” en nuestras manos como una presión sobre nuestra palma cuando levantamos una roca, si estuviésemos en el espacio ni siquiera podríamos tener esa sensación.
Es evidente que esta sensación tiene mucho que ver con la masa de un cuerpo, pero la masa en sí no la percibimos directamente, ni siquiera se necesita de un observador para acceder a ella. Un caso muy similar se da con la temperatura.
La sensación térmica tiene algo que ver con la temperatura, sentimos nuestro cuerpo acalorado cuando la temperatura ambiente es elevada o después de hacer ejercicio, pero para estimar la temperatura de forma “directa”, debemos recurrir a un termómetro.
A gran parte de las propiedades podemos acceder sólo de forma indirecta. Tenemos acceso directo del color de un objeto a través de la visión, aunque a la longitud de onda de la radiación que emite o refleja un objeto no podemos acceder más que a través de un instrumento llamado espectrofotómetro.
Todos los objetos que estudia la química (átomos y moléculas) como además sus propiedades periódicas tales como el estado de oxidación, radio atómico, electronegatividad etc., son todas propiedades transfenoménicas.
Ahora bien, la esencia de la materia está ligada a este tipo de propiedades. ¿Por qué el agua es incolora? o ¿por qué los metales son buenos conductores?, se debe a las propiedades periódicas de los átomos que la constituyen. Las causas por lo tanto están en general a una escala inobservable transfenoménico y los efectos están en general a nivel fenoménico.
¿Cómo podemos acceder a propiedades y objetos inobservables? Respecto de lo que no podemos observar de forma directa, sean estas propiedades u objetos, tenemos que conjeturar su existencia. Así por ejemplo, el amor que siente una persona determinada hacia nosotros, es una propiedad que no podemos observar pero que sí podemos conjeturar y que evidentemente buscamos al menos evidencias indirectas que ese amor es real y no un mero producto de nuestra imaginación. Por otra parte, cuando esta persona se preocupa por nosotros cuando estamos enfermos, cuando nos apoya en nuestros fracasos o cuando nos aconseja ante nuestros errores, estamos ante evidencias que esta persona siente algo hacia nosotros y ese algo conjeturamos que debe ser amor.
El conjeturar la presencia de un objeto inobservable no es un acto meramente voluntario. Cada vez que nuestra mente comienza a trabajar es debido a un problema o pregunta que gatilla en nosotros esa curiosidad casi infantil. Cuando vamos a comernos un alimento y este emite un olor poco familiar, inmediatamente conjeturamos que este alimento está descompuesto y que está contaminado con micro-organismos dañinos para nuestro organismo. Por otra parte, si en un día cualquiera usted siente un ardor en su espalda y su cara, lo más probable es que usted conjeture que sufrió una insolación producto de la irradiación UV emitida por el sol.