Inés. Fernando Solano

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Название Inés
Автор произведения Fernando Solano
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9786078773329



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      Primera edición,

      © 2018, Trópico de Escorpio

      CDMX

      www.tropicodescorpio.com.mx

      Distribución: Trópico de Escorpio. Editorial

      Fb: Trópico de Escorpio

      Portada y formación: Montserrat Zenteno

      Cuidado de la edición: Gilda Salinas

      ISBN: 978-607-8773-32-9

      Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento de su autor.

      HECHO EN MÉXICO

      A las mujeres de mi vida,

      y a Jenny Méndez

       Prólogo

      No sé exactamente cuántos litros de tinta se habrán derramado para explicar a la mujer, monja, cocinera, dramaturga, poeta, repostera, erudita. Lo que estoy seguro es de que son muchos quienes se han encargado de verter el líquido para aludir al emblemático personaje: Diego Calleja, Francisco Monterde, Gabriela Mistral, Amado Nervo, Octavio Paz, Alfonso Méndez Plancarte, Manuel Toussant, Raimundo Lidia, Josefina Muriel y toda una serie de estudiosos y no estudiosos de diversas latitudes, que brotan por cientos.

      Por si fuera poco, contamos con innumerables antologías que está por demás citar, porque ocuparía este espacio para una lista que me provoca asfixia. Parece como si su Primer sueño siguiera interminable, atravesando la noche de la humanidad sin tener modo de detenerse. Hay textos alusivos a ella en muchos países, siguen estudiando al personaje, algunos con afán de encasillarlo en cierto modelo, otros con afán de describirla o entenderla.

      Es inútil, es un pájaro libre, hay que mirarla y contagiarse de ella.

      La figura de Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana fue, es y será, sin duda, un tema oral, escrito, pintado, virtualizado, analizado, desnudado, vestido, compendiado, cocinado y todo eso, porque al menos todo eso y más es Sor Juana Inés de la Cruz. Tampoco sé exactamente cuál es la mejor opción para acercarse a la emblemática representante de las letras. Sor Juana es partícipe activa, la más representativa en el cierre del Siglo de Oro español, lo cierra desde la Nueva España, no desde la vieja España, lo hace con una destreza que deja pensativo hasta al más pintado.

      Es evidente que, a pesar de tantos estudios, siguen las imprecisiones; sabemos poco de la época, el Siglo de Oro español duró mucho más de un siglo, hay sospechas de que la décima musa nació antes de la fecha que se conoce, mas su enemigo se disfrazaba de mujer para despistar, muchos de sus textos se perdieron. En fin, estamos inmersos en una turbulencia. Por eso este libro tiene un frescor inteligente, es una balsa que, sin hundirnos en el pantano de fechas y datos sin asidero, nos revela una parte emotiva, clara: la presencia de una mujer de entrega y astucia, incansable defensora de la palabra por encima de la furia descontrolada.

      Transitando por los sinuosos caminos de las emociones, Fernando Solano nos lleva a pie por el corazón de la décima musa, de modo sutil nos invita a acercarnos, prende una mecha que permite ensamblar con la fuerza de las palabras, el chocolate, el manchamanteles y el amor.

      David Estopier, febrero 2018

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       Autorretrato

      Este que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido. Sor Juana Inés de la Cruz

      Esta soy yo, la peor de las mujeres; la mentirosa, la pérfida, la falaz, la blasfema, la sodomita, la bruja. La que trata de ocultar su bastardía detrás de esta cortina carmesí que me esmero en colgar en el extremo de mi retrato para indicar que soy, que fui y que seguiré siendo una dama noble de sangre real, la digna “hermana de Apolo” y “pasmo de la razón”.

       Eso le decía. Así se confesaba Sor Juana a doña María Luisa mientras deslizaba delicadamente el pincel sobre el lienzo donde con gran maestría plasmaba su hermoso rostro.

      Mira, Lisy, soy luz suspendida, inmortalizada en este lienzo como la “Minerva americana”, la “Atenea novohispana”, la “Fénix lusitana” Soy un engaño colorido que ostenta los primores de este magnífico arte de la pintura. Falsos resultan los silogismos de colores con los que yo misma me doy la vida, como falsa tuve que ser infinidad de veces. Y aquí, en este lienzo, después de los siglos, seguiré siendo un cauteloso engaño para los sentidos.

      La divina toca y el escapulario negro cubren la parte superior y posterior de mi cabeza; ocultos debajo de ellos se encuentra la mente que concibe los más profanos razonamientos, las ideas más revolucionarias y escandalosas; perturbadores y sensuales versos de amor, aquellos versos que despertaron la cólera del Santo Oficio y la pasión de los altos nobles y eruditos de esta Nueva España. Los versos que despertaron tu pasión, mi señora.

      ¿Mis amores prohibidos? Esos, los oculto detrás de este inmenso óvalo que llevo prendido al pecho. Aquí en donde aparece la virgen María, postrada en el suelo, absorta, arrebatada de este mundo, pero atenta, muy atenta escuchando al mensajero divino que le obsequia una azucena y de sus labios de arcángel brota por primera vez el Ave María. Encima de ellos la omnisciencia, la omnipresencia y la omnipotencia del juez tremendo que en forma de paloma emana rayos dorados de luz.

      Delante de María aparece un libro abierto. ¿Ya lo viste? Lo coloqué justo aquí, de lado izquierdo, encima de mi corazón.

      ¡Idiotas! Con ello les digo a todas luces, descaradamente, todos los días a todo el mundo, que mi retiro, mi estancia en el convento nunca fue por vocación ni por amor a Dios, sino por amor a las letras y a mis muy queridos libros. Ellos sembraron en mi corazón las emociones más sublimes, las pasiones más bajas. Los libros condenaron mi corazón, pero también lo protegieron, lo custodiaron, lo animaron…

      Así que representar el tan glorioso momento de la anunciación no es lo verdaderamente importante, sino dar a los libros el lugar que merecen.

      Paralelo al escapulario, se deslizan de mi lado izquierdo las cuentas del santo rosario, el símbolo por excelencia de la emperatriz de los cielos. Rosario: “corona de rosas”, que para mí siempre fue una corona de espinas, un tormento, rezarlo me demanda vocación, portarlo me exige convicción; de ambas carezco. Las cuentas de este instrumento de tortura y sometimiento van casi desde mi cabeza hasta los pies, más que un rosario yo siempre lo he sentido como una cadena.

      Es verdad, Dios mantiene al demonio encadenado, no me cabe la menor duda, pues muy claro tengo ser yo la encarnación de Satanás o al menos eso es lo que dicen de mí algunos hombres hipócritas, inquisidores obsesionados como Núñez de Miranda, mi confesor, el que me colocó estas cadenas, pues fue por sus amenazas e insistencias disfrazadas de recomendaciones que me obligué a tomar los hábitos.

      ¡Qué gran estrategia la del santo Núñez! Pero más astuta fue mi respuesta ante aquel ataque al aprovecharme de la situación: siendo yo esposa de Cristo ¿quién pondría en tela de juicio mi pulcritud, mi devoción, mi feminidad?

      ¡Ah!, estúpido Núñez de Miranda que pensando causarme el peor de los daños, me hizo el más grande de los bienes. A partir de aquel momento el demonio se instaló cómodamente en la casa de Dios como su huésped de honor. Así fue como me decidí a ser monja. Para siempre la esposa de Cristo y por siempre la amante del diablo. Tu amante, Lisy.

      Cómo olvidar mi paso como novicia en el convento de San José de la orden carmelita, la más cruel de todas las órdenes religiosas. Teresa de Ávila —una monja llena de represión sexual, reconocida como la autora de las más sublimes obras místicas, como nunca las hubo ni las habrá se había encargado de hacer la vida aun más severa dentro de esta orden.

      Mística. Así llaman a la mojigatería de someterse