Название | Sombras en la diplomacia |
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Автор произведения | Marino José Pérez Meler |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418912474 |
SOMBRAS EN LA DIPLOMACIA © Marino José Pérez Meler Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2021.
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ISBN: 978-84-18912-47-4
MARINO JOSÉ PÉREZ MELER
SOMBRAS EN LA DIPLOMACIA
Para mis queridos suegros, José y Paquita, que están o no estarán, pero para mí siempre serán.
Y con el recuerdo enorme e imborrable, para mi mejor amigo de los últimos quince años.
La mentira, en sí misma, siempre es, siempre, la más grande de las verdades. El mundo se hizo así…
Y dicen, se dice, que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Pero el diablo, irascible, acuchilló a Adán, le extrajo una costilla y se expone, sin demasiado convencimiento, que de ella creó a la mujer… Seguramente, lo mejor que se creó.
Rachel observaba desde su privilegiada situación en la terraza de su ático el recorrido y escenario de la gran fiesta del orgullo gay. Tenía la certeza, por convicción, de que Dexter, su marido, se encontraba entre la masa de manifestantes que circundaban la trocha de las 52 carrozas que se hallaban anunciadas para la ocasión. Aquel día de primeros de julio se había convertido en un día grande. Un festivo en la capital de España que, sin serlo de hecho y por haberse fijado en sábado, acogía la mayor celebración de la denominada diversidad en todos sus ámbitos axiomáticos. El orgullo se revelaba. Se mostraba ante el mundo como lo que es y como lo que era. Con sus derechos, con sus esencias, con el significado de su naturaleza y con una disposición de vida imprecisa que todavía competía ante una sociedad inquieta, desconcertada y siempre flagelada por el «sí, pero no», o con el «no, pero sí». El mundo parecía cambiar. La sociedad consideraba que debía amoldarse con prudencia a los nuevos tiempos, a las nuevas circunstancias, cuya objetividad vital se manifestaba insumisa desde que la creación del ser humano se inicia. Se mostraba reflexiva ante la situación en que se mantenían vivas ciertas indicaciones que revelaban que para 2050 más del cincuenta por ciento de la población estaría ubicada en la órbita homosexual de un planeta nuevo y comprometido con las tendencias equilibradas de una realidad difusa. La propia Iglesia católica así lo había manifestado. Pero para Rachel lo indiscutible, lo innegable, se circunscribía a la realidad actual. A su propio entorno como mujer, como esposa y como un ente impreciso ante un futuro que se manifestaba en el horizonte como imaginario. Prestaba una cierta atención a la multitud, aunque su mente seguía divagando sobre su propio yo. Sobre una existencia plagada de tramas, de solitud, que en ningún modo debían considerarse como una frustración de vida. Sin embargo, las circunstancias, las últimas realidades que le habían determinado vivir, le condicionaban la continuidad de un soterrado quehacer ignorado por todos quienes la rodeaban. Es más, los logros alcanzados dentro de las más oscuras tinieblas deberían permanecer ahí: en la fosa del olvido. Solo en el Mossad, soberanos de la acción encubierta, tenían plena constancia de ellos en sus subrepticios servicios y actuaciones en favor, siempre, del hecho americano.
Hacía días que Dexter estaba en paradero desconocido. La fiesta, el WorldPride de Madrid, contenía loas de proceso para una ausencia continuada. Y le comprendía. Llegaba a comprender como su hombre, a pesar de ser gay, atravesaba momentos de difícil articulación, de difícil superación.
Desde la puerta corredera del salón que derivaba en la terraza, aunque sin salir al exterior, Berta la llamaba:
—¡Señora, señora!
Se giró desde la barandilla donde se apoyaba y reaccionó.
—Sí, sí, Berta. ¿Qué ocurre? —preguntó en castellano, lengua habitual con la que se comunicaba con su sirvienta.
—Nada, señora. ¿Quiere que saque a pasear a Ruchy?
Se mostró pensativa antes de contestar y comprendió que siendo sábado Berta estaría deseando dejar su puesto de trabajo y disfrutar del merecido descanso semanal.
—Nada, nada, tranquila. Cuando pase la cabalgata ya lo sacaré yo. Que disfrutes del domingo.
—Gracias, señora. Hasta el lunes.
Ruchy, aquel astuto animalito que había sido su mejor compañía en los últimos años, aprovechó la coyuntura de que Berta hubiera abierto la puerta de enlace con la terraza y salió al exterior dando saltos de alegría. La diferencia de temperatura entre el interior y el exterior aconsejaba mantenerla cerrada debido a las altas temperaturas que se producían en aquel inesperado inicio de verano. Ruchy la observó durante un instante, como preguntando qué hacía allí, y se refugió debajo de la gran sombrilla que coronaba el espacio solariego que había proyectado para sus charlas veraniegas con amigos e invitados. Desde allí le seguía prestando una inusitada atención sin perder detalle de las expresiones de su dueña y a la espera de que le indicase que había llegado la hora de salir de paseo y poder así efectuar sus necesidades. Rachel lo miró con cariño y dijo:
—¿Qué haría yo sin ti?
Se acercó a él, lo cogió en brazos, envolviéndolo con una tierna caricia, y se sentaron en uno de los sillones de mimbre oscuro que animaban el terrado.
La llegada de Ruchy a sus vidas coincidió con la decisión de la pareja de comprar el ático donde se hallaban. Pero la más importante de las decisiones tomadas fue la de permanecer en la capital de España por el resto de sus días. Fueron muy conscientes de que su misión como embajadores de los Estados Unidos tocaba a su fin con la última etapa de su mandato. La cercana conclusión del periodo presidencial de Obama, los años de permanencia en distintas ciudades europeas y la propia edad de Dexter así lo aconsejaban y definían. Fue una decisión meditada, madurada en su esencia y que ambos convinieron que podía ser lo más adecuado, procedente y cómodo, que podía convenir a sus vidas en el instante trascendente en que se encontraban. Les gustaba el país, su libertad, a veces inapropiada e inconveniente en ocasiones, pero la alegría y ausencia de desasosiegos en que parecía desarrollarse el devenir diario de los españoles a pesar de sus diferencias y desacuerdos políticos en parte del estado se ajustaba a sus expectativas más capitales. Además, aunque sin haberlo sopesado en la balanza decisoria, la relación afectiva que mantenía Dexter decantaba el resultado en un fiel decisorio a priori. Sin embargo, la dependencia de su marido con Albert, sin él saberlo, no se ajustaba en todo a una relación homosexual coherente.
Se habían conocido en una cafetería del centro de la capital andorrana. Los había presentado un amigo común y Albert, abogado catalán con correspondencia de despacho en Andorra y Madrid, se sorprendió de una manera poco crédula cuando se lo presentaron como el embajador de los Estados Unidos. Es sabido que la embajada norteamericana abarca los dos territorios