Almodóvar en la prensa de Estados Unidos. Cristina Martínez-Carazo

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tiene muchas influencias del underground americano, John Waters, Morissey, Russ Meyer, de todo lo que salía de la Warhol Factory” (Strauss 50). Además de su inclinación a la estética del underground y a las técnicas que lo caracterizan —bajo presupuesto, la utilización de actores amateurs, localizaciones naturales, fragmentariedad—, se dan numerosas semejanzas entre la obra cinematográfica de John Waters y la del director manchego, entre ellas su acercamiento tolerante y celebratorio a quienes viven en los márgenes del sistema, el desenmascaramiento de la disfuncionalidad en las familias convencionales y las consiguientes aberraciones que encarnan, todo ello presentado con un sesgo grotesco y burlón, las lacras de las parejas heterosexuales contrapuestas a la dinámica positiva de las parejas homosexuales, el reciclaje de los melodramas hollywoodienses, la omnipresencia de la parodia y la utilización de las canciones como eco de la crítica social que plasman sus películas.

      Varios críticos han explorado el impacto de esta estética underground en las primeras películas de Almodóvar, en especial Alberto Mira. Para Mira, la cultura camp americana, tal y como se encarna en los cineastas underground aquí mencionados, y los motivos que comparte con la subcultura gay, están presentes tanto en los directores norteamericanos mencionados como en Almodóvar y crean una complicidad única entre los espectadores y los cineastas. Como bien sintetiza este crítico, “Se trata de creadores que hacen de la disidencia sexual un elemento espectacular, transgresor, raro, irreductible a la integración y normalización que se reclama para lo gay” (Mira 97). Dado que el cine es uno de los productos culturales que más influencia ejerció en la consolidación de la cultura gay en Estados Unidos, no es de extrañar que Almodóvar incorpore sus rasgos en su obra, en especial en sus primeras películas. De ahí que el mismo A. Mira afirme que “Almodóvar es una de las figuras centrales que introducen la visión reconociblemente gay del underground americano en un contexto español y probablemente la única que consuma el paso mainstream” (102). Aunque el director se desliga pronto de esta etiqueta gay por lo que tiene de reduccionista y marginalizadora, es indudable que sus primeras películas mantienen estrechos vínculos con esta estética.

      En una entrevista con Juan Sardá publicada en El Cultural (13-11-2008) y con la distancia que da la experiencia, Almodóvar habla sobre su modo personal de fundir la influencia del underground con lo puramente español y castizo, dando con ello un sesgo único a su versión de la cultura pop. A la pregunta de Sardá sobre el papel que ha tenido en su vida Estados Unidos responde:

      Me he formado en la cultura del pop (segunda mitad de los 60) inglés y americano. Mi primera influencia fue Andy Warhol, pero sin olvidarme de Lola Flores. En mi vida también he compartido esos extremos, lo más moderno de fuera, junto a lo más castizo de dentro. A principios de los 80, junto a Carlos Berlanga, Fabio, Alaska, las Costus, Bernardo Bonezzi, Sigfrido Martin Begué, Blanca Sánchez... y muchos más, llevábamos un tipo de vida muy parecida a la de la Factory de Warhol. Drogas, drags, fiestas infinitas, y resacas tempranas, hedonismo y el presente como único horizonte, todos nos sentíamos estrellas, pero nadie pensaba en el mercado. Autenticidad exasperada, para lo bueno y para lo malo. En lo musical la mezcla era total, la Velvet, Bowie junto a Dolores Vargas la Terremoto y Bambino, la “beat generation”, junto a Juan Marsé, el cine de Cassavetes, Morrissey y John Waters, junto a Ferreri, Berlanga y La tía Tula de Miguel Picazo. Más todos los clásicos americanos, desde la comedia disparatada, al thriller, los melodramas de los 50, el western, etc. Antes de tener éxito en Estados Unidos la cultura y el cine americano ya habían influido en mis películas, siempre desde un punto de vista manchego. Soy un admirador del cine americano de todas las épocas excepto digamos de los últimos 20 años (con excepciones, claro, Tarantino, Scorsese, Lynch, Eastwood, y los Coen).

      Pero por encima de las señaladas huellas de la cultura americana en la obra del español, uno de los determinantes de su posicionamiento en el panorama cinematográfico de este país es su continua presencia en los festivales de cine con anterioridad mencionados. Si bien sus primeros largometrajes apenas traspasaron las fronteras españolas en el momento de su estreno, a partir de 1987 todas sus películas están presentes tanto en los principales eventos cinematográficos de Estados Unidos como del resto del mundo. Su primer reconocimiento oficial en este país llega en 1987 con la concesión a La ley del deseo (1987) del premio de la Asociación de Críticos de Los Angeles y del Premio del Público al Mejor Largometraje en el San Francisco International Lesbian and Gay Film Festival. Se presentó además al Festival de Cine de Miami y a la Muestra del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) conquista un espacio sólido en las pantallas norteamericanas al ser, primero nominada la Mejor Película Extranjera en la ceremonia de los Globos de Oro, y recibir a continuación el mismo reconocimiento en los Oscars. Además de dichas nominaciones recibió el Premio a la Mejor Película Extranjera concedido por el Círculo de Críticos Cinematográficos de Nueva York, los Premios a la Mejor Película, al Mejor Director y a la Mejor Actriz (Carmen Maura) por parte de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (A.C.E), el Premio D.W. Griffith a la Mejor Película en Lengua Extranjera de The National Board of Review of Motion Pictures (NBR), el mismo premio de la revista Premiere de Nueva York y el Special Award al director por parte de la National Society of Film Critics Awards. Fue además seleccionada por el Lincoln Center of the Performing Arts para la inauguración del 26 Festival Internacional de Cine de Nueva York.

      Después del enorme éxito de este film, el siguiente, Átame (1989), fue bien recibido en España, como prueba la nominación para quince Goyas, pero obtuvo escasa atención a nivel internacional. En Estados Unidos su presencia se limitó al Festival del National Board of Review. Como veremos en el capítulo siguiente, la controversia que desencadenó el tema de la película y el tratamiento de la protagonista entre un amplio sector de la crítica y en especial entre las feministas, afectó sin duda a la difusión de este film.

      En 1992 Tacones lejanos (1991) vuelve a ser nominada Mejor Película Extranjera en la ceremonia de los Globos de Oro. La siguiente película, Kika (1993), se presentó a cuatro festivales en Estados Unidos, Festival Internacional de Cine de Miami, Ciclo de Cine Español en Los Angeles, Festival Internacional de Cine de San Francisco y Houston International Film Festival, sin lograr recibir ningún galardón. La crítica