Название | Manuel Álvarez (1796-1856). Un leonés en el oeste americano |
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Автор произведения | Thomas E. Chavez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | BIBLIOTECA JAVIER COY D'ESTUDIS NORD-AMERICANS |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788491341499 |
Las calles eran gastados caminos de tierra y Santa Fe no pudo presumir más que de sucios suelos en las casas hasta los años 1830. Al este de la plaza11 se encontraba situada la parroquia que recibía el nombre de San Francisco. En la parte sur de la plaza había casas, comercios y una capilla militar. Al oeste, más casas y establecimientos. Un edificio de una planta y tejado plano al norte de la plaza alojaba al gobernador, al personal y a los soldados regulares del regimiento militar que había sido de hasta 110 hombres durante el dominio español. El edificio había sido construido en un principio como prisión o fuerte a la fundación de Santa Fe y recibió el nombre de “Casas Reales” o “Presidio Real” durante la mayor parte de su historia. Aparentemente, a causa de la revolución terminada poco tiempo antes, los ciudadanos de la nueva república independiente le dieron al edificio el nombre de Palacio del Gobierno12. Aunque otros extranjeros criticaron con frecuencia las casas de adobe en las que vivían los mexicanos, Álvarez entendía su valor en aquel ambiente. El adobe le era familiar ya que en León, su provincia de origen, se utilizaban técnicas de construcción similares
Álvarez iba pronto a aprovechar el potencial de beneficio que tenía su nuevo hogar. Mientras el gobierno español pre-revolucionario había mantenido un sistema mercantil que prohibía el comercio exterior, las autoridades mexicanas que gobernaron tras la revolución no dudaron en abrir sus fronteras de par en par al comercio internacional. Los nuevomexicanos, hambrientos desde tiempo atrás de mercancías útiles acogieron esta oportunidad con agrado. En noviembre de 1821 el gobernador Facundo Melgares recibió calurosamente a William Becknell y su pequeño grupo de comerciantes, la primera misión de comercio legal que venía de los Estados Unidos. En los cuatro meses posteriores a que el gobernador Melgares jurara lealtad a México, tres grupos de comerciantes llegaron a Santa Fe. El futuro se tornaba positivo para los nuevomexicanos.
Los estadounidenses estaban igual de interesados en nuevos mercados. Muchos habitantes de Missouri, la mayoría granjeros, se habían visto forzados a comerciar con los indios para proporcionarse sustento, pero las minas de la parte central del norte de México dieron en especie –plata y oro. En 1822 cuando Becknell regresó con informes entusiastas sobre la ruta de comercio de Santa Fe, la impaciencia de los de Missouri por vender sólo se vio igualada por el deseo de los mexicanos de comprar13. Santa Fe era un punto de intercambio para las mercancías de Missouri y el metal precioso de México. El Camino de Santa Fe acababa en la capital del departamento y el Camino de Chihuahua continuaba desde allí adentrándose en México. Así, en el periodo de un año desde la entrada de Missouri en la Unión, las circunstancias geográficas y económicas habían formado una sociedad comercial entre el nuevo Estado y el nuevo país: una sociedad que significaba una nueva fuente de riqueza para la tradicionalmente olvidada ciudad fronteriza de Santa Fe. Cuando Álvarez llegó a Nuevo México, las caravanas desde y hacia Missouri ya llevaban tres años obteniendo enormes beneficios14.
La profesión de Álvarez cumplía de forma parcial los estereotipos mexicanos creados sobre los peninsulares, los nacidos en España, a quienes veían como hombres de negocios que cosechaban riqueza a expensas de los criollos, los españoles nacidos en México. La envidia que tenían los criollos de los españoles peninsulares fue sin duda una de las razones para el estallido de la revolución mexicana. El hecho de que Álvarez hubiera dejado el centro de México para volver a entrar en el país por su remota frontera norte, primero como ciudadano estadounidense, después como solicitante de ciudadanía mexicana y que se hubiera asentado como próspero comerciante en un nuevo punto de entrada hizo que sus actividades resultaran más sospechosas, ya que parecía incorporar todas las características que los criollos consideraban como amenaza.
Con el dinero que pudo haber ganado en México, Álvarez abrió inmediatamente una tienda en la vieja capital, en Santa Fe –una tienda que regentó en persona hasta 1829 y controló durante el resto de su vida. Su negocio le permitió permanecer en contacto con los muchos comerciantes de Missouri y con los tramperos de los vastos e inexplorados territorios más allá de Santa Fe e intentó aprender en persona sobre el creciente comercio de pieles en la zona norte de Nuevo México.
Mientras William H. Ashley desarrollaba un nuevo sistema de cazar pieles y comerciar con ellas para San Luis, el norte de Nuevo México llevó a cabo la misma trasformación pero más deprisa. Ashley merece mención por conducir la industria en general lejos de su dependencia de la vía fluvial y por desarrollar el sistema de encuentro en el que los hombres se quedaban en las montañas y la compañía recogía sus cosechas. Los hombres que trabajaban fuera de Nuevo México, sin embargo, no habían dependido nunca de las vías fluviales. Allí simplemente no había ríos importantes navegables que llevaran a sus mercados. Con las pieles que llegaban a las ciudades de Taos y Santa Fe, y bien situadas en el norte de México, Álvarez y otros se las arreglaron para conseguir beneficios utilizando el Camino de Santa Fe a San Luis15.
En relación con su nuevo negocio, Álvarez realizó dos viajes más a Missouri. El primero de ellos –con Louis Robidoux, Vicente Guiron, Thomas Boggs, Paul Padilla y otros diez– les reportó muchos beneficios cuando llegaron a Franklin, Missouri en 1827 con alrededor de 30.000 dólares en especie y varios cientos de mulas16. Inmediatamente después de su regreso de Taos en noviembre, Padilla y Álvarez comenzaron a intentar conseguir más pieles. Álvarez fue a Abiquiu a hacer ofertas y compró al menos doce pieles a Bernardino Váldez17. En condiciones normales era más barato comprar las pieles que cazar sin licencia y la mayoría de los tramperos evitaban quebrantar la ley comprando pieles a ciudadanos mexicanos que, a su vez, las habían adquirido de los indios, normalmente de los Ute. Quedaba el riesgo de levantar las sospechas de las autoridades mexicanas, quienes parecían asumir que cualquier trampero estadounidense que poseyera pieles las había obtenido de manera ilegal. Álvarez se vio involucrado en un caso de ese tipo cuando las pieles de Guiron fueron confiscadas por el comandante de Santa Fe el 21 de febrero de 1828. Guiron utilizó a Álvarez como traductor en la vista ante el alcalde de Santa Fe: Juan Estevan Pino18.
El 20 de marzo de 1829, el gobierno central de México promulgó una ley por la que todos los ciudadanos españoles, nacidos en España, tenían que abandonar el país. Los españoles en Nuevo México tenían un mes para abandonar la frontera y tres meses para dejar México y aquellos que no tuvieran recursos recibirían dinero para que pudieran llegar a los Estados Unidos. El nombre de Álvarez apareció en una lista de españoles en Nuevo México y así, con otros nueve, tuvo que marcharse. Era un momento oportuno para encaminarse a las montañas y vivir la vida del trampero19.