Visionando lo más bello. John Piper

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Название Visionando lo más bello
Автор произведения John Piper
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9781629463056



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viento. (Isaías 26:17–18)

      • Y les sucederá como el que tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando despierta, su estómago está vacío; o como el que tiene sed y sueña, y le parece que bebe, pero cuando despierta, se halla cansado y sediento; así será la multitud de todas las naciones que pelearán contra el monte de Sion (Isaías 29:8).

      • Por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente (Isaías 30:13).

      • Un millar huirá a la amenaza de uno; a la amenaza de cinco huiréis vosotros todos, hasta que quedéis como mástil en la cumbre de un monte, y como bandera sobre una colina (Isaías 30:17).

      La invitación a unirse a las Escrituras en su esfuerzo poético

      Si el esfuerzo poético del hombre sabio de Proverbios y del profeta Isaías no frustran el propósito de humillar el orgullo, de exaltar a Cristo y de despertar esperanza y fe, entonces no debemos sorprendernos del hecho de que Dios nos llame a unirnos a Él en Su creatividad al usar imaginería impactante y sorprendente por medio del lenguaje. Él nos anima con palabras como las siguientes:

      El hombre se alegra con la respuesta de su boca; Y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es! (Proverbios 15:23).

      El sabio de corazón es llamado prudente, Y la dulzura de labios aumenta el saber (Proverbios 16:21).

      Manzana de oro con figuras de plata Es la palabra dicha como conviene. (Proverbios 25:11).

      Las piernas del cojo penden inútiles; Así es el proverbio en la boca del necio (Proverbios 26:7).

      Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal (Colosenses 4:6).

      Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Colosenses 3:17).

      En otras palabras, piensa en la idoneidad, sazón y aptitud y tiempo y adecuación de tus palabras. Y haz de todas ellas un honor al nombre del Señor Jesús.

      4. Muchos de los que han hecho un esfuerzo poético han sido personas humildes y orientadas hacia los demás.

      Sé que muchos han sido vanidosos y se han exaltado a sí mismos en su uso de la elocuencia. Si eso no fuera cierto, Pablo no habría escrito 1 Corintios 1–4, y yo no estaría escribiendo esta introducción de la manera que lo estoy. No solo ha habido personas así, sino que nosotros mismos somos propensos a ser así. El orgullo acecha en cada corazón humano. Cristo murió por este pecado para que nosotros pudiéramos morir a él y vivir en justicia humilde (1 Pedro 2:24). Pero mientras vivimos en este mundo caído, debemos considerarlo como muerto una y otra vez. Debemos, por así decirlo, matarlo diariamente (Lucas 9:23; 1 Corintios 15:31; Colosenses 3:5).

      George Herbert: Menos que la menor de las misericordias de Dios

      Sin embargo, existen personas verdaderamente humildes que han dirigido su esfuerzo poético para el beneficio de otros, y no para su propia exaltación. George Herbert, como veremos a continuación, fue un pastor de campo quien entregó sus poemas no publicados a su buen amigo Nicholas Ferrar antes de morir, diciendo las siguientes palabras al mensajero:

      Señor, le ruego que le entregue este librito a mi querido hermano Ferrar, y le diga que encontrará en él una imagen de los muchos conflictos espirituales que han pasado entre Dios y mi alma, antes de que pudiera someter mi voluntad a la de Jesús mi Maestro, en cuyo servicio he encontrado ahora perfecta libertad; dígale que lo lea: y luego, si cree pensar que puede ser beneficioso para cualquier pobre alma abatida, que se haga público; si no, déjelo quemar; porque yo y este somos menos que la menor de las misericordias de Dios.32

      Aquí está la combinación de humildad («Menos que la menor de las misericordias de Dios») y amor por los demás («si cree pensar que puede ser beneficioso para cualquier pobre alma abatida»). Sin embargo, dudo que alguna vez haya habido un artesano del lenguaje poético más experto que George Herbert.

      Whitefield humillado por la doctrina de la elección

      George Whitefield, el evangelista británico del siglo XVIII, fue la sensación de su época, a ambos lados del Atlántico. Sin embargo, Dios lo llevó a puntos de vista bíblicos sobre el pecado y la salvación que lo humillaron sobremanera. Él dijo,

      Por mi parte, no puedo ver cómo se puede lograr la verdadera humildad de mente sin un conocimiento de esta doctrina [la doctrina de la elección]; y aunque no diré que todo el que niega la elección es un hombre malo, diré, con ese dulce cantante, el Sr. Trail, que es una muy mala señal: tal persona, quienquiera que sea, creo que no puede verdaderamente conocerse a sí mismo; porque, si negamos la elección, debemos, al menos en parte, gloriarnos en nosotros mismos; pero nuestra redención está ordenada de tal manera que ninguna carne se gloríe en la presencia Divina; y de ahí que el orgullo del hombre se oponga a esta doctrina, porque, según esta doctrina y ninguna otra «El que se gloría, gloríese en el Señor».33

      El testimonio de los demás, especialmente de los humildes, es que era un hombre de amor. No olían el hedor del orgullo o la manipulación o el abuso en su elocuencia. Se sentían amados. Por ejemplo, Phillis Wheatley, una sirvienta negra de diecisiete años, escribió un tributo poético a Whitefield titulado: Un poema elegíaco acerca de la muerte de ese célebre teólogo y eminente de Jesucristo, el difunto reverendo y piadoso George Whitefield

      Contenía estas líneas:

      ¡Cuando sus AMERICANOS estaban doloridos por la carga,

      Cuando las calles estaban enrojecidas con su sangre sin culpa!

      La amistad sin rival en su pecho ahora luchaba:

      Su fruto fue la caridad y el amor.34

      Se refería a los negros americanos. Entonces, al menos en su caso, la elocuencia del hombre se convirtió no en la exaltación de sí mismo, sino en la expresión del amor.

      La «humildad magistral» de C. S. Lewis

      C. S. Lewis fue quizás el apologista más popular del cristianismo en el siglo XX. Sin duda, es el apologista más leído en la actualidad del siglo XX. Pero Lewis también había llegado a Cristo como el centro de su mundo y el Salvador de la mente, el alma y la habilidad verbal. Owen Barfield, que lo conocía bien, lo describe como poseedor de una «humildad magistral».35 Entiendo que esto significa que llevó su conocimiento y habilidad magistrales a la ligera.

      Lewis da una descripción inconsciente de sí mismo cuando dice que los primeros protestantes tenían una «humildad boyante». «De esta boyante humildad, de esta despedida del yo con todas sus buenas resoluciones, ansiedad, escrúpulos y rasguños de motivos, brotaron originariamente todas las doctrinas protestantes (…) El alivio y el optimismo son las notas características».36 Walter Hooper, su secretario, dice:

      Aunque Lewis poseía una biblioteca enorme, poseía pocas de sus propias obras. Su memoria fenomenal registró casi todo lo que había leído, excepto sus propios escritos, una falla atractiva. A menudo, cuando citaba líneas de sus propios poemas, me preguntaba quién era el autor. Era un gran erudito, pero no un experto en el campo de C. S. Lewis.37

      Uno tiene la impresión de que su «atención omnívora»38 hacia el mundo y las personas fuera de él lo había liberado de una manera maravillosamente saludable del tipo de preocupación por sí mismo que busca atención o elogio. Su esfuerzo poético, ya sea en ficción o no ficción, estaba sembrado de formas imaginativas de ver y decir las cosas, pero todo parecía servir a los demás. Algo de lo más llamativo que dijo sobre un profesor de literatura de Oxford fue esto:

      El cristiano sabe desde el principio que la salvación de una sola alma es más importante que la producción o preservación de todas las epopeyas y tragedias en el mundo: y en cuanto a la superioridad, sabe que lo vulgar, puesto que incluye a la mayoría de los pobres, probablemente incluye la mayoría de sus superiores.39

      Esfuerzo poético que no hace vana la cruz