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      MEMORIA DEL FRÍO

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      MIGUEL MARTÍNEZ DEL ARCO

      MEMORIA DEL FRÍO

      PRÓLOGO DE EDURNE PORTELA

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      SENSIBLES A LAS LETRAS, 74

      Primera edición en Hoja de Lata: septiembre del 2021

      © Miguel Martínez del Arco, 2021

      © del prólogo: Edurne Portela, 2021

      © de las imágenes de la portada: archivo de Miguel Martínez del Arco

      © de la presente edición: Hoja de Lata Editorial S. L., 2021

      Hoja de Lata Editorial S. L.

      Avda. Galicia, 21, 4.º E, 33212 Xixón, Asturies [España]

      [email protected] / www.hojadelata.net

      Diseño de la colección: Trabayadores culturales Glayíu

      Corrección: Tania Galán

      ISBN: 978-84-18918-18-6

      Producción del ePub: booqlab

      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

      A Miguelángel, mi cómplice. Y a quienes con él quiero.

      A la memoria de mi madre y de sus amigas/compañeras que resistieron al franquismo y nos legaron la risa.

      ÍNDICE

       PRÓLOGO, Edurne Portela

       Nada, 2020 25

       1. Raíles chirrían. 1941. 1939

       Madrid, 2019

       2. Parker 51. 1941

       Bilbao, 2006

       3. Nocturno con acordeón. 1940. 1941

       Madrid, 2020

       4. Fumar calma el hambre. 1942. 1943

       Madrid, 2019

       5. Hay cena en los juzgados. 1943

       Madrid, 2020

       6. Polvareda de esparto. 1943. 1948

       Madrid, 2019

       7. Sin sed. 1948. 1952. 1956

       Segovia, 2019

       8. Tortitas con nata en Manila. 1956. 1960. 1961

       Madrid, 2020

       Donosti, 2019

       9. Castaños asustan en la carretera. 1963. 1969

       Lavapiés, 2019

       Madrid, 1972

       10. Estado de sitio. 1976

       Final, 2020

       NOTA DEL AUTOR

       AGRADECIMIENTOS

      PRÓLOGO

      Mientras preparo este prólogo, Pablo Casado, dirigente del Partido Popular, afirma en el estrado del Congreso de los Diputados que la guerra civil española fue «un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia». No pierdo el tiempo desmontando esta falsificación de la historia tan burda. Pero sí quiero reflexionar sobre las implicaciones que tiene que el líder del partido mayoritario de derechas de este país —un partido fundado con el nombre de Alianza Popular por el exministro franquista Manuel Fraga Iribarne y otros gerifaltes del régimen— aproveche la tribuna del Congreso para hacer semejante aseveración. No fue una boutade, no fueron palabras improvisadas. El discurso de Casado tiene como objetivo tergiversar la historia y transformar el campo semántico con el que buena parte de la historiografía y de la memoria democrática han nombrado el pasado franquista: levantamiento militar, golpe de Estado, represión sistematizada, fosas comunes, desaparecidos, tortura, campos de concentración, prisión, dictadura, exilio, expolio. La utilización de palabras pertenecientes al campo semántico de la represión y la dictadura está basada en el archivo y los hechos, en eso que se llama «verdad histórica» y que discursos como el de Casado niegan. Lo que pretende la derecha de este país es borrar de la historia las palabras que nombran el horror, que lo señalan y lo visibilizan, un horror que se desató el 18 de julio de 1936, que continuó en diferentes versiones y grados a través de la institucionalización de la violencia hasta la muerte del dictador y que no terminó ni con la transición ni con la llegada de la democracia. Para los cientos de miles de víctimas de la represión franquista y sus familias, la muerte del dictador, la transición a la democracia y las décadas de gobiernos democráticos no trajeron ni un atisbo de justicia, verdad y mucho menos de reparación. La represión y la persecución de la disidencia fue dando paso a un lento abandono y, sobre la experiencia de las víctimas, continuó imperando el eterno aliado de los vencedores: el silencio.

      La transición no incluyó un proceso restaurativo que atendiera a las víctimas de la guerra ni de la dictadura; durante los cuarenta años de democracia siguientes se ha perpetuado el relato cainita sobre la guerra —«hubo víctimas en un bando y en otro», «fue una guerra entre hermanos»—, lo cual obvia que hubo una represión sistematizada y organizada que impuso como método de exterminio las violaciones, torturas y asesinatos masivos; se han desechado como «historias de abuelos» los relatos de los familiares de represaliados que en ocasiones servirían para señalar las fosas donde están enterrados sus muertos; se ha olvidado que hasta 1944 se hacían sacas de las cárceles casi a