La palabra de Dios para el mundo de hoy. John Stott

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Название La palabra de Dios para el mundo de hoy
Автор произведения John Stott
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9786125026002



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como los cielos son más altos que la tierra: ello quiere decir que son infinitamente distantes.

Pregunta para la cabeza:¿Por qué es imposible conocer a Dios por nuestra propia inteligencia? Completa los espacios en blanco y encontrarás la respuesta del autor.
Respuesta:Porque «hay una gran brecha entre la mente de _________ y las mentes __________________________».

      Consideren los pensamientos de Dios. ¿Cómo podemos conocer sus pensamientos o leer su mente? Ni siquiera podemos leer los pensamientos de otras personas. Pero lo intentamos. Vemos el rostro de otras personas para ver si están sonriendo o frunciendo el ceño. Miramos los ojos de otros para ver si están parpadeando, si están serios o si brillan. Pero realmente no nos dicen mucho. Si me quedara aquí en el púlpito en silencio y mantuviese mi cara seria, ustedes no sabrían en lo absoluto qué es lo que estoy pensando; inténtenlo. Permítanme dejar de hablar por un momento. Listo, ¿qué es lo que estaba pensando? ¿Tienen alguna idea? ¿No? Bueno, se los diré. Estaba escalando el campanario de All Souls Church, tratando de llegar a la cima. Pero ustedes no lo sabían. No tenían ni la menor idea de lo que había estado pensando. ¡Y es obvio! Ustedes no pueden leer mi mente. Si nos quedamos en silencio, es imposible saber lo que hay en la mente del otro.

      ¿Cuánto más imposible es conocer los pensamientos del Dios todopoderoso? Su mente es infinita. Sus pensamientos son mucho más altos que los nuestros, así como los cielos son más altos que la tierra. Es absurdo pensar que alguna vez podamos conocer a plenitud la mente de Dios. No hay escalera que podamos subir para llegar a su mente infinita. No hay puente que podamos usar para cruzar ese abismo infinito. No hay manera de alcanzar o comprender los pensamientos de Dios.

      Entonces, lo razonable sería decir que, a menos que Dios tome la iniciativa de revelarnos lo que está en su mente, jamás seremos capaces de averiguarlo. A menos que Dios se nos dé a conocer, jamás podremos conocerlo, y todos los altares del mundo, como el que Pablo vio en Atenas, llevarán la trágica inscripción: «A un dios desconocido» (Hch 17.23).

      Esta es la postura adecuada para comenzar nuestro estudio. Es una postura humilde ante el Dios infinito. Es también una postura sabia cuando percibimos el carácter razonable de la idea de la revelación.

      El camino de la revelación: ¿Cómo ha hablado Dios?

      Luego de darnos cuenta de que necesitamos que Dios se dé a conocer a sí mismo, ¿cómo lo ha hecho? En principio, de la misma manera en la que nosotros nos damos a conocer a los demás, es decir, por medio de obras y palabras, por las cosas que hacemos y decimos.

      a) Por medio de obras

      El arte creativo siempre ha sido uno de los principales medios de expresión humana. Sabemos que hay algo dentro nuestro que tiene que manifestarse, y luchamos por que sea así. Algunas personas crean música o escriben poemas; otras utilizan las artes visuales, como el dibujo, la pintura, la fotografía, la alfarería, la escultura, el tallado, la arquitectura, la danza o el teatro. Es interesante que, de todos estos medios artísticos, la alfarería sea el arte más usado por Dios en las Escrituras, quizá porque el alfarero era una figura muy conocida en las ciudades de Palestina. En la Biblia se nos dice que Dios ha «formado» o «moldeado» la tierra, y la humanidad para que habite en ella (p. ej. Gn 2.7; Sal 8.3; Jer 32.17).

      Además, se nos dice que sus obras manifiestan quién es él. «Los cielos cuentan la gloria de Dios y toda la tierra está llena de su gloria» (Sal 19.1; Is 6.3) O, como Pablo escribe al inicio de Romanos, «lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos (los gentiles), pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa» (Ro 1.19-29). En otras palabras, de la misma manera en la que los artistas humanos se dan a conocer en sus pinturas, esculturas o música, el artista divino se ha dado a conocer en la belleza, el equilibrio, la complejidad y el orden de su creación, de la cual podemos aprender algo sobre su sabiduría, poder y fidelidad. A esto se le suele llamar revelación «natural», porque sucede en la «naturaleza» y por medio de ella.

      b) Por medio de palabras

      Sin embargo, Isaías 55 no se refiere a las obras, sino a la segunda y más directa manera en la que nosotros, y Dios, nos damos a conocer, es decir, por medio de palabras. El habla es el medio de comunicación más completo y flexible entre dos personas. Mencioné previamente que, si me quedaba callado y quieto en el púlpito, ustedes no podrían descubrir lo que habría en mi mente, pero ahora la situación es distinta. Ustedes saben lo que hay en mi mente, porque ya no estoy callado, sino que estoy hablando. Estoy poniendo en palabras mis pensamientos. Las palabras de mi boca manifiestan los pensamientos que hay en mi mente.

      Por tanto, el habla es el mejor medio de comunicación, y es el principal modelo que se usa en la Biblia para ilustrar la manera en que Dios se revela a sí mismo. Regresemos, pues, al pasaje principal y leamos los versículos 10 y 11: «Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así también es la palabra…». Observen la segunda referencia al cielo y la tierra: esto es porque los cielos son más altos que la tierra y la lluvia desciende del cielo para regar la tierra. Observen también que el escritor va directo desde los pensamientos de la mente de Dios a las palabras de la boca de Dios: «Así también es la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos». El paralelismo es claro. Así como los cielos son más altos que la tierra, pero la lluvia desciende del cielo para regarla, los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos, pero estos descienden del cielo, porque es palabra que sale de la boca de Dios y que nos da a conocer sus pensamientos. Tal como el profeta dijo unos capítulos atrás: «El Señor mismo lo ha dicho» (Is 40.5). Se refería a una de sus profecías, pero la describió como un mensaje que venía de la boca de Dios. O como Pablo escribió en 2 Timoteo: «toda la Escritura es inspirada por Dios». Es decir, la Escritura es la Palabra de Dios que viene de la boca de Dios.

      Luego de haber dicho esto, me es importante agregar un par de puntos con el fin de aclarar la comprensión de cómo Dios habló su Palabra.

      Primero, la Palabra de Dios (cuyo registro se encuentra ahora en las Escrituras) estaba estrechamente relacionada con la obra de Dios. Dicho de otra manera, Dios habló a su pueblo por medio de palabras y hechos. Se dio a conocer al pueblo de Israel a lo largo de su historia, y dirigió su desarrollo para entregarles su salvación, así como su juicio. Por ello, Dios rescató a su pueblo de la esclavitud en Egipto:

      • los llevó a salvo a través del desierto, y los ubicó en la tierra prometida;

      • preservó su identidad nacional durante el periodo de los jueces;

      • les dio reyes para que los gobiernen, a pesar de que su demanda de un rey humano era, en parte, un rechazo a su propia soberanía;

      • los juzgó por su persistente desobediencia cuando fueron deportados al exilio babilónico;

      • los restauró a su propia tierra y les permitió reconstruir su nación y su templo.

      Pero, por encima de todo, para nosotros los pecadores y para nuestra salvación, Dios envió a su Hijo eterno, Jesucristo, a nacer, vivir y trabajar, sufrir y morir, resucitar y derramar su Espíritu Santo. Dios se estaba manifestando a sí mismo de una manera personal por medio de estos hechos, primero en la historia del Antiguo Testamento, pero de manera especial, en Jesucristo.

      Por este motivo, se ha puesto de moda que algunos teólogos distingan claramente entre la revelación «personal» (que se evidencia a través de las obras de Dios) y la revelación «proposicional» (que se evidencia a través de sus palabras), y que luego rechacen las palabras de Dios y se centren en sus obras. Esta polarización no es necesaria. No necesitamos elegir entre uno de estos dos tipos de revelación ya que Dios usó ambos. Además, estos estaban estrechamente relacionados, pues las palabras de Dios interpretaban sus obras. Dios eligió profetas para explicar lo que estaba haciendo con el pueblo de Israel, y eligió apóstoles para explicar lo que estaba haciendo por medio de Cristo.