Название | Una breve historia del futuro |
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Автор произведения | Conrado Castillo |
Жанр | Математика |
Серия | |
Издательство | Математика |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788419018007 |
En 1980 el grupo musical Buggles triunfa con su tema Video Killed the Radio Star —El vídeo mató a la estrella de la radio—. Efectivamente, no hay tema musical que no se lance con videoclips de producciones cada vez más elaboradas. En 1982, Michael Jackson con su Thriller eleva el videoclip a la categoría de cortometraje.
Con el auge de la producción de filmes, aparece una nueva modalidad de distribución: el alquiler de películas, y con ello los videoclubs, un negocio que prolifera en cada barrio, en los que a cambio de una cuota mensual es posible alquilar cintas por un tiempo definido, con la promesa de nuevos títulos. Algunos incluso llegan a tener ventanas de servicio 7x24, a modo de los cajeros automáticos de las sucursales bancarias. El pago por uso ha nacido. Los videoclubs abrazan la digitalización y empiezan a transformar sus colecciones de cintas VHS y Betamax en CD —Compact Discs— y DVD —Digital Video Discs—. Incluso una empresa se especializa en la distribución de DVD vía postal: se llama Netflix.
En el mundo de los videoclubs destaca una logomarca azul con letras amarillas: Blockbuster. BlockBuster Video, fundada en 1985 por David Cook, que en la década de los 90, tras ser adquirida por Viacom, llega a aglutinar el 25% de los videoclubs mundiales, con más de 9000 establecimientos en 29 países en 2004.
El 14 de febrero de 2005 Chad Hurdley y Steve Chen quieren compartir unos vídeos de una fiesta en San Francisco, pero son demasiado pesados para adjuntarlos a un email. Diseñan una plataforma y un algoritmo para poder hacerlo. Lo llaman YouTube.
A medida que aumenta exponencialmente el ancho de banda, mejora la velocidad y se reducen los costes de transmisión de datos, avanza la desmaterialización —la capacidad de despegarse de un soporte material—; compartir contenidos de vídeo en formatos MP4, a través de Emule, Torrent, entre particulares empieza a impactar el negocio de los videoclubs. Netflix sustituye el correo postal por la fibra óptica y la banda ancha. El VOD —Video On Demand—, vídeo bajo demanda, ha nacido.
En 2010 Blockbuster Video se declara en bancarrota, con una deuda superior a los 1000 millones de dólares.
El vídeo, la industria que iba a matar a la estrella de la radio y a las salas de cine, ha sucumbido ante el agente de la desmaterialización, la democratización y la desmonetización de la disrupción digital. Las salas de cine y las emisoras de radio todavía gozan de buena salud.
Back to the Future. 2038
El paso de la última ciclogénesis explosiva de final de verano ha sido especialmente dañino para la cubierta de la terraza-invernadero de la casa de Félix. Cada año se repiten estos fenómenos extremos con más frecuencia e intensidad —según explican los modelos matemáticos meteorológicos, por el calentamiento de los océanos y la cantidad de energía calorífica acumulada—.
Félix, a quien le gusta hacer por sí mismo aquello que puede, orgulloso superviviente de aquella generación nacida en el sigo XX en la que, como él dice, «las cosas se arreglaban cuando se estropeaban y no se tiraban sin más solo porque se habían quedado sin pilas», sale a comprar unas láminas de grafeno. En un principio, pensó encargarlas al asistente virtual del servicio exprés de Amazon EnergyHome, pero así aprovecha para salir a que le dé el aire y se acerca al club náutico a revisar los amarres y a recolocar las webcams de seguridad de su velero, que el fuerte temporal ha puesto enfocando en otra dirección, y que están sucias de barro y de lo que parecen excrementos de gaviota. Después de los 4 días que ha permanecido encerrado en casa por el temporal se agradece el aire limpio y con ese olor a «día después de la tormenta» enriquecido en oxígeno.
La pantalla de control de la consola de domótica, un cuadro de mando integral en una pantalla que recoge la información de varios sensores distribuidos por la casa, le señala que al menos media docena de paneles de la cubierta de la terraza no están generando todo su potencial de energía y que los niveles de hidrógeno están bajos, al haber saltado los sistemas de reserva.
—Voy a ir al Energy Center —le comenta a Diana, su mujer— a por láminas de grafeno para el invernadero, y de paso a recargar las botellas de hidrógeno, que están bajas.
—¿Seguro que no tienes láminas de grafeno en el garaje? —le pregunta ella—. Mira que la última vez pediste varios paquetes… ¿No hay en el filtro de la desaladora?
—No creo —contesta Félix—. Se las di a los niños de Yago la última vez que vinieron; las necesitaban para un proyecto escolar.
—¿Que les diste el grafeno a los niños? ¿A quién se le ocurre…? ¡Vaya ocurrencia!
Desde que en el año 2029, desde la aceleradora de innovación de la petroquímica New Materials S.A. aplicaron las patentes del MIT, el uso del grafeno ha empezado a extenderse sin límite a más y más industrias. Pocas veces la idea de liberar unas patentes ha sido tan beneficiosa para el planeta y sus habitantes.
El grafeno es una molécula plana, definida por 6 átomos de carbono configurados en un único plano, lo que permite, teóricamente, construir láminas de un átomo de espesor. El gran desafío tecnológico fue darle la estabilidad necesaria. Pero si algo tiene el carbono es su facilidad para combinar con otros materiales, en especial otros polímeros.
La impresión 3D —la manufactura aditiva— proporciona una versatilidad casi infinita a los hilos de carbono-grafeno de uso doméstico e industrial, que en su reducido espesor de proporciones nanométricas pueden además plegarse en sofisticados origamis tecnológicos.
El mundo de los nanomateriales y los biomateriales se ha vuelto literalmente loco ante las propiedades del grafeno: con una dureza comparable a la del diamante, con quien comparte estructura atómica, y una resistencia 200 veces mayor que la del acero, pero mucho más ligero, y con alta conductividad eléctrica —mejor que la del cobre—, posee además óptima conductividad térmica, es antibacteriano y no ionizable.
La industria militar, siempre con fondos accesibles para el I+D, ha invertido millones de dólares en chalecos antibalas, cascos y diversos sistemas de protección que han convertido los uniformes de combate en auténticas armaduras flexibles y ligeras, incluso con propiedades miméticas de camuflaje dinámico, que utilizan un sistema biomimético que emula los cromatóforos de pulpos y sepias para cambiar de color y confundirse con el entorno.
Por su parte, la industria deportiva ha tomado enseguida el testigo, reemplazando las fibras de carbono, kevlar y otros composites en raquetas de tenis y pádel, palos de golf, esquíes, cascos, remos de piragüismo, etc., en numerosos deportes que han comenzado a aprovechar la ligereza extrema de este nuevo elemento, cada día más accesible y económico.
Pero es la industria de la electrónica de consumo la que mejor ha sabido captar el valor de un material ultrafino y transparente, de alta conductividad, para hacer pantallas táctiles, pantallas flexibles, enrollables; un material que no se calienta por el paso de los electrones y con posibilidad de generar electricidad por la exposición solar. La fiebre de la transición ecológica y la descarbonización energética subvenciona con inagotables flujos de dólares, euros y yenes la instalación de filtros de grafeno en los cristales de oficinas y empresas buscando esa neutralidad de la huella de carbono, paradójicamente obtenida a través de una molécula de carbono, para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 de limitar el calentamiento a menos de 2ºC. Los objetivos no se han cumplido, pero