A comienzos de los años setenta, Roberto Gómez Bolaños le presentó al mundo la historia de un niño huérfano de 8 años que llegó a una humilde vecindad y pasaba gran parte de su tiempo en un barril. Nadie sabía su nombre, solo le decían «Chavo». A partir de entonces, la televisión y la cultura latinoamericana no volverían a ser las mismas. Personajes como Don Ramón y Quico, frases e historias de amistad y humildad quedarían grabadas en la memoria de varias generaciones.
"Hoy es un día difícil para mí, pero trataré de ejecutar con donaire y elegancia. Puesto que siempre es mejor apoyarse en ejemplos, tomaré como base mi vida en los últimos diez años: una visa como cualquier otra, una vida decente, una vida entregada al conocimiento, una vida colombiana. Hay gente que sostiene que una vida colombiana no puede ser decente ni puede estar entregada al conocimiento. Les demostraré a estos bausanes que están equivocados". Quien escribe esto es Emilia Restrepo Williamson, una señorita bogotana asentada en ese grupo que se refiere como cómodamente a sí mismo como gente bien. Caprichosa, espontánea, opinionada -un adjetivo que ella amaría-, en estas páginas repasa su vida, su idioma, su familia y su clase. Ante una voz como la de Emilia solo cabe acudir al contundente lugar común: la amas o la odias.