Biblioteca Clásica Gredos

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    Odas y fragmentos

    Baquílides

    Que en la Antigüedad se parangonara a Baquílides con Píndaro atestigua la enorme talla del primero como lírico de las grandes ocasiones triunfales. Este poeta lírico griego nació a finales del siglo VI a.C. en la isla de Ceos, y murió hacia el 450 a.C. Viajó por buena parte de Grecia y residió en la corte de Siracusa, donde rivalizó con Píndaro, lo que da muestra de su importancia. Durante mucho tiempo sólo se conoció su obra a partir de las citas que de ella hicieron otros autores; un papiro descubierto en 1896 ofreció 14 de sus epinicios y 6 ditirambos, con algunas lagunas, y varios fragmentos. Los epinicios, grandiosas odas triunfales corales, celebran a los vencedores en unos grandes Juegos mediante abundantes referencias a la mitología y a los dioses y con un estilo rico en epítetos, coloreado y suave. En los ditirambos, composiciones corales dedicadas a Dioniso, Baquílides hace también gala de su talento singular, al tiempo que se revela como uno de los grandes hitos de la tradición lírica helena.

    Sobre la naturaleza de los dioses

    Ciceron

    De natura deorum expone los fundamentos teológicos de las tres grandes escuelas filosóficas del tiempo de Cicerón: epicúrea, estoica y académica escéptica. El autor se inclina por la doctrina estoica de una providencia divina universal. Marco Tulio Cicerón escribió hacia el final de su vida, entre el 45 y el 44 a.C., una docena larga de tratados de contenido filosófico. Con esta actividad, que le procuró alivio en una época de gran angustia personal, realizó un propósito albergado durante largo tiempo: crear un corpus filosófico extenso en latín dotado de calidad literaria, según su ideal de combinar sapientia y eloquentia, pues creía que la pragmática sociedad romana necesitaba pulir un tanto su espíritu con cierta dosis de reflexión sistemática. La tarea era ardua, puesto que el latín carecía de una tradición literaria filosófica y era todavía rudo para la expresión de contenidos abstractos. Sobre la naturaleza de los dioses (De natura deorum) forma parte de este grupo de tratados (como Disputaciones tusculanas y Sobre la adivinación, también publicadas en Biblioteca Clásica Gredos). Junto con esta última y con De fato forma la llamada «teología» de Cicerón. En ella compone el autor una pequeña enciclopedia del pensamiento filosófico y religioso de la Antigüedad, pero no con la asepsia del mero anticuario, sino como estudioso vivamente interesado en la materia y en su proyección social y política, en una época en que los romanos ya experimentaban desapego e indiferencia hacia la religión tradicional que tanta fuerza había conferido al Estado. La obra se sitúa en Roma hacia el 76 a.C. y consiste en la sucesión de cuatro monólogos extensos –de un epicúreo, un estoico y un académico escéptico, éste por dos veces–, donde se pasa revista, con cierto talante polémico, a las diversas concepciones sobre lo divino y su relación con lo humano, desde la perspectiva de las distintas escuelas filosóficas. Cicerón se pronuncia personalmente, al final de la obra, a favor de las tesis estoicas sobre una providencia divina que rige el devenir, de un universo identificado con la divinidad.

    El retorno. Geógrafos latinos menores.

    Rutilio Namaciano

    Crónica parcial de un viaje desde la saqueada Roma hacia la Galia asolada por los visigodos, en una época de turbulencias y violencia, El retorno es una de las últimas grandes muestras de la literatura latina. Poeta galo de finales del siglo IV d.C. o principios del V, Numanciano describe en su poema El retorno (De reditu suo) su viaje de vuelta desde Italia (donde el autor desempeñaba un elevado cargo administrativo) a la Galia en el 417, pero que en el fragmento conservado sólo alcanza Luna, en la bahía de La Spezia. El hecho de que esté escrito en dísticos elegíacos indica que tuvo como modelo las Tristes de Ovidio, pero Rutilio aporta elementos propios de la poesía clasicizante de la Antigüedad tardía, en particular su tono declamatorio. El hecho de que el viaje sea por mar, desde el puerto de Ostia hacia la Galia azotada por los vándalos, indica el grado de inseguridad de las vías terrestres, en manos de los bárbaros, que las hacían intransitables. El poema, tal como lo conservamos, comienza con un encendido discurso sobre la grandeza de Roma y una larga despedida del poeta a la ciudad, tras lo cual relata día a día las etapas del viaje, combinando la descripción con reflexiones sobre el pasado de los lugares, y la referencia a amigos del poeta vinculados a cada punto. El poema alcanza sus pasajes más emotivos cuando describe el clima de decadencia de las tierras del Imperio, que el autor atribuye a los bárbaros y al cristianismo. Pese al reciente saqueo de Roma por Alarico y los estragos que los visigodos hacían en su Galia natal, el poeta confía en la recuperación de Roma y de sus tradiciones. El retorno nos ha llegado en forma fragmentaria (como mínimo la mitad del poema se ha perdido), y aun así es una de las últimas grandes muestras de literatura latina.

    Discursos XXXVI-LX

    Dión de Prusa

    El orador y filósofo griego Dión de Prusa (o Crisóstomo) predicó una doctrina de moderación y contentamiento en sus viajes por toda Grecia y Asia Menor. Filóstrato incluye a Dión de Prusa (también llamado Dión Crisóstomo, «boca de oro») en el movimiento de la sofística, aunque aclara que por su personalidad y por su obra rebasa las categorías angostas. En efecto, este orador, filósofo e historiador griego del siglo I d.C., nacido en la pequeña ciudad de Prusa, en la provincia romana de Bitinia (noroeste de la actual Turquía), pronunció discursos en varias situaciones de las que atraían a los sofistas, y algunas de sus ochenta piezas oratorias conservadas son inequívocamente de lucimiento y exhibición retórica, sobre asuntos triviales ajenos a las grandes cuestiones del pensamiento. Incluso uno de sus discursos, Contra los filósofos, justifica la expulsión de los filósofos de Roma e insta al destierro de los seguidores de Sócrates y Zenón. Sin embargo, otra vertiente de sus discursos responde a los planteamientos de las filosofías cínica y estoica concernientes a la ética y, en general, al modo de vivir: una sencillez integrada en la naturaleza. También abordó temas de política. En esta faceta seria de su producción trató temas como la esclavitud y la libertad, el vicio y la virtud, la libertad, la esclavitud, la riqueza, la avaricia, la guerra, las hostilidad y la paz, el buen gobierno y otras cuestiones morales. El emperador Domiciano le expulsó de Roma (donde residió una temporada) y de Italia a raíz de una relación con conspiradores, lo que propició que Dión viajara por el Imperio, con una modestia y una pobreza extremas. El nuevo emperador, Nerva, revocó el castigo, y Dión trabó amistad con el sucesor de éste, Trajano, al que dirigió más de un discurso encomiástico, y quien se dice que le llevó en su carro en su triunfo dacio. Dión pasó los últimos años de su vida en su Prusa natal, donde participó activamente en la política.

    Historia de las plantas

    Teofrasto

    Teofrasto, director del Liceo después de Aristóteles, compartió con éste el interés por los diversos reinos naturales, y nos ha legado la Historia de las plantas, que le ha valido la consideración de Padre de la Botánica. Nacido en Éreso (en la isla de Lesbos), Teofrasto acudió a Atenas para estudiar filosofía, primero con Platón, en la Academia, y después con Aristóteles. A la muerte de éste quedó como escoliarca del Liceo y dirigió la escuela con gran éxito durante muchos años. Compartía con su maestro el interés por el estudio de la naturaleza. Escribió muchos tratados, pero sólo nos han llegado su Metafísica, dos tratados de botánica (la Historia de las plantas y Sobre los orígenes de las plantas) y sus Caracteres (en esta misma colección). La Historia de las plantas es una muestra del saber y la curiosidad enciclopédicos de Teofrasto. Se trata de un estudio sobre la flora mediterránea con multitud de datos, y presenta una interesante organización de su repertorio botánico; la obra era tan innovadora en su tratamiento sistemático y en la riqueza de su contenido que se considera a Teofrasto el padre de la Botánica.

    Historia romana I

    Apiano

    Como griego de las provincias, Apiano aporta varios elementos novedosos a la comprensión de la historia de Roma, y traza un espléndido relato de las guerras civiles del 146 al 70 a.C. Nacido en Alejandría a finales del siglo I d.C., Apiano desempeñó varios cargos públicos de relieve y estuvo en contacto con los ámbitos de poder próximos al emperador de Roma, como era la norma entre los historiadores del mundo antiguo; optó por encauzar su sólida formación cultural e intensa vida política hacia la actividad literaria en la forma de crónica histórica. Su propósito era trazar una historia de Roma desde sus inicios, con la llegada del troyano Eneas a suelo itálico; la obra alcanza hasta la muerte de Sexto Pompeyo en el año 35 a.C. Se trata de sucesos ya distantes del historiador, que tuvo que confiar en fuentes escritas cuya identificación ha ocupado a la crítica. Su obra es un intento de historia universal, de los que tanto hubo en el periodo helenístico. Éste se distingue de los demás por la ordenación del material, que no se distribuye según criterios cronológicos, sino con arreglo a la etnografía: los diferentes libros tratan por separado la historia de diversas zonas del mundo conocido, tal como fueron entrando en contacto con Roma y sucumbiendo, aspecto éste que confiere unidad a toda la obra y entronca con el método clásico de Heródoto, cuyo enorme magisterio proporciona a Apiano una pauta para entender la historia de Roma.

    Eneida

    Virgilio

    La Eneida, el gran poema épico de la cultura latina, posee además de su evidente función programática y política enaltecedora de Augusto, excelsos valores estéticos que siguen fascinando a los lectores actuales. Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) gozó, más que de la admiración, de la veneración de todos los romanos, puesto que fue decisivo en la educación espiritual de su sociedad. Pero, al margen de su ascendencia y prestigio nacionales, el Mantuano sigue atrayendo a multitud de lectores que aprecian la exquisita sensibilidad de sus versos, su enorme capacidad para expresar todo tipo de pasiones y sentimientos. Hasta el final de su vida, y durante más de diez años, Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) estuvo dedicado a la composición de la Eneida, el más perfecto exponente del clasicismo latino. Virgilio ofreció con ella al pueblo romano la gran epopeya de sus orígenes, y una justificación y exaltación del nuevo régimen impuesto por el emperador Augusto. El resultado sería esta magistral combinación entre el pasado legendario de Roma y su historia reciente. Más allá de las evidentes funciones políticas y sus distintos niveles temáticos, la Eneida nos ofrece la gesta de un héroe exiliado de su patria. Tras la quema de Troya, Eneas parte hacia una tierra extraña, en la que hallará su nuevo hogar. En su viaje por mar, el hijo de Venus arrostrará numerosas dificultades hasta llegar a su destino en la costa italiana, e incluso allí se verá obligado a entablar una guerra contra los pueblos itálicos, para conseguir al fin fundar una ciudad llamada a convertirse en cabeza del mundo.

    Biblioteca histórica. Libros XV-XVII

    Diodoro de Sicilia

    Historia, geografía, y etnología alternan con la mitología en sus páginas, que recogen muchos datos de historiadores anteriores, a los que algunas veces critica. Su propósito es el de construir una polícroma síntesis de todas esas noticias, guiado por su ideología estoica y su perspectiva ecuménica. En sus cuarenta libros -de los que sólo se han conservado completos los cinco primeros y los numerados del once al veinte- llegaba hasta la conquista de las Galias por César. El orden de la exposición era espacial y cronológico. Primero trataba de pueblos antiguos de África y Asia, luego pasaba a Europa y Grecia (libros IV-VI). Avanzaba desde la guerra de Troya hasta Alejandro en los diez siguientes. Luego, del XVII al XL, historiaba el período comprendido entre Alejandro y su sucesores, los Diádocos, hasta Julio César. Historia, geografía, y etnología alternan con la mitología en sus páginas, que recogen muchos datos de historiadores anteriores, a los que algunas veces critica. Su propósito es el de construir una polícroma síntesis de todas esas noticias, guiado por su ideología estoica y su perspectiva ecuménica. El prestigio de la magna obra de Diodoro fue grande en la Antigüedad, en el Renacimiento y todo el siglo XVIII, pero luego los grandes filólogos e historiadores germanos del XIX -más interesados en sus fuentes que en su propio texto- lo criticaron duramente, como señala F. Parreu en su sabia introducción general a la magna obra de Diodoro, que por primera vez se editará completa en lengua castellana en el seno de esta colección. Diodoro de Sicilia Nacido en Agirio, al pie del Etna siciliano, Diodoro Sículo escribió una obra de extensión monumental, que por eso mismo fue llamada Biblioteca histórica. En cuarenta libros quiso contar los hechos más importantes para la cultura desde los comienzos de la Humanidad hasta su propio tiempo, el siglo I a C Vivió entre los años 90 y 30 a C, según deducimos de sus textos, porque desconocemos las fechas exactas de su nacimiento y muerte. Fue un formidable erudito, y un pensador de ideas fundamentalmente estoicas, de una asombrosa ambición historiográfica.

    Anales. Libros XI-XVI

    Tácito

    Tácito atrajo la atención de muchos de los mejores filólogos y pensadores de los siglos XV y XVI, no sólo por su estilo, sino porque sus opiniones parecían relevantes para la política del tiempo. Los libros de este volumen abarcan los reinados de Claudio desde el año 47 –con los excesos de Mesalina, la boda del emperador con su sobrina Agripina, hija de Germánico y madre de Nerón, a quien Claudio adopta y casa con su hija Octavia, la muerte de Claudio envenenado por Agripina– y de Nerón hasta el 66: la inicial influencia benéfica de sus consejeros Séneca y Burro, el brutal asesinato de Agripina, la represión de la gran revuelta del 61 en Britania, el asesinato de Octavia, el incendio y la reconstrucción de Roma, la persecución de los cristianos, a quienes Nerón acusa de haberlo causado, la condena a muerte contra Séneca y Lucano y una larga cadena de hechos violentos, que Tácito deplora en uno de los últimos fragmentos conservados. Tácito concibe que la historia debe ser moral e instructiva, por lo que no se abstiene de elogiar o censurar acciones. Sin embargo, también aspira a entretener, y persigue siempre la variedad en los asuntos y su tratamiento, con una exhibición de habilidad retórica. Su estilo es original, distinto de todo el resto de la literatura latina. Adoptó muchos rasgos estilísticos de Salustio (sobre todo la brevedad) y rechazó el ornato ciceroniano. Sus concisas sententiae se tienen por las mejores de la prosa latina, debido a su excelencia tanto en la forma como en el contenido.

    Epistolario

    Frontón

    Marco Cornelio Frontón fue considerado el principal orador de su tiempo, y tuvo a su cargo la educación de los emperadores Marco Aurelio y Lucio Vero. Marco Cornelio Frontón (h. 100-176 d.C.), nacido en el norte de África, se trasladó a Roma, donde fue considerado el principal orador de su tiempo y se le nombró tutor de los emperadores Marco Aurelio y Lucio Vero. Muy poco se supo de su obra hasta que, a principios del siglo xIX, apareció una colección de sus cartas, parcialmente en griego. Este volumen reúne dichas epístolas, muchas de ellas dirigidas a miembros de la dinastía en el poder, con varias respuestas de éstos. Aparte de los abundantes cumplidos, siempre sobrios y comedidos, a estos personajes públicos, las misivas contienen lo que fue la pasión del autor: el lenguaje, la literatura y la retórica. El lector hallará en ellas valoraciones razonadas sobre autores de la tradición latina, como Ennio, Catón, Séneca y Cicerón. El interés principal de la correspondencia reside en el estilo, expresión del alto valor que el autor y su época conferían a la cultura y la erudición.