Por él. Inés Echeverría

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Название Por él
Автор произведения Inés Echeverría
Жанр Книги для детей: прочее
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Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9789563572902



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de autoras como Belén de Zárraga –que apenas dos años antes había recorrido el país– y los proyectos de ley que unos años más tarde permitirían su plena participación política8. “Las mujeres tenemos necesariamente que reaccionar, y reaccionar con violencia”, concluía Echeverría en 1932, “el triunfo no es cosa lejana”9.

      Ese ímpetu transgresor, rabioso y avezado, ese desparpajo y libertad que la llevaron a transformarse en la excéntrica de la familia, la rara, la incómoda integrante de un clan forjado en el tradicionalismo, es el espíritu que se cuela en las páginas de Por él, un libro testimonial y de denuncia que vuelve a ser editado gracias a la labor de rescate bibliográfico de las directoras de Ediciones de la Universidad Alberto Hurtado, Beatriz García-Huidobro y Alejandra Stevenson, y al trabajo de selección de la académica, crítica y coordinadora de la colección Biblioteca recobrada, Lorena Amaro Castro. Un rescate de impronta feminista, que encarna la máxima de la poeta y ensayista Adrienne Rich, “releer, la labor feminista por excelencia”10, y que busca poner en circulación volúmenes que, por diversos motivos, entre ellos el rastro machista tan presente en el circuito literario nacional, no fueron ampliamente leídos en su época o resultaron excluidos del canon literario latinoamericano.

      “Todo proceso es una historia, que viene desde muy atrás y va muy lejos”, escribe Inés Echeverría en las páginas iniciales de Por él. Y la historia a la que alude hunde sus raíces en el pasado más remoto y llega muy lejos, hasta un presente que aún moviliza a miles de mujeres contra la violencia patriarcal. Se trata de la historia de reiterado maltrato que subyace al sinfín de homicidios de mujeres en manos de sus parejas, la historia de golpes avalados por la costumbre, permitidos por la ley y justificados por la justicia. Una historia contada entre susurros por las integrantes de la clase alta, que narra humillaciones y violencias, y que Echeverría graba sobre el papel con el dolor como herramienta y el escándalo como estrategia de presión hacia un sistema de justicia, no solo parcial sino clasista y donde los ricos conseguían sin mayores problemas eludir la ley y el castigo. “A través de mi hijita sacrificada me siento unida con todas las madres, con la mujer chilena oprimida, con la noble mujer de mi país, que sufre en silencio y que es vejada en su hogar”, escribe Iris en este libro furioso y sumamente actual en tiempos en que la violencia contra las mujeres sigue siendo titular de cada día.

      En esta obra de denuncia, Inés Echeverría no solo narra el drama del matrimonio de su hija Rebeca con Roberto Barceló Lira y el horroroso momento en que él la asesina de un balazo por la espalda, sino que se remite también, de manera ácida, al doble estándar de toda una sociedad. Una hipocresía que permitía al marido golpear a su esposa sin escándalo alguno, al tiempo que deudas y engaños sí llevaban a alzar el grito a los miembros de su clase. “Se puede deshonrar mujeres, echar al mundo hijos sin nombre, abandonar su propia carne […] todos estos son pecadillos que no se castigan o que es fácil burlar y que nada restan a ese elegante tipo de corrección social”, expone Echeverría, “pero si ese correctísimo Señor pide dinero en préstamo, que no paga, sustrae minucias como ser el sobretodo de un amigo, paga con cheques sin fondo, o falsifica un documento, pierde inmediatamente su corrección”. Una duplicidad que ponía al rico por sobre la ley y al pobre contra el paredón, que permitía golpes mudos y desfalcos ante la ceguera selectiva de la justicia y que hoy persiste, explícita y vergonzosa, en numerosos casos judiciales donde los poderosos eluden la ley gracias a las mismas redes de influencia que hacía un siglo pretendía utilizar Roberto Barceló.

      Por él, editado en 1934 y posteriormente desaparecido de la memoria literaria nacional, interpela, en segunda persona, a una voz masculina y distante, poderosa y sin embargo puesta en jaque por la autora. “A ustedes, hombres, voy a hablar como mujer en mi propia lengua –idioma casi inédito, ya que la sociedad, la ley y el hombre mismo nos ha reducido al silencio–”. Esa voz que juzga, la masculina voz de la justicia representada tantas veces por la impertérrita estatua de una mujer vendada, es interrogada por una mujer que exige justicia y que rompe ese silencio, o en rigor, ese silenciamiento impuesto a las mujeres. Y lo que emerge sobre las páginas en este libro extraño y contingente es una denuncia tremendamente actual sobre la hipocresía que regía a las masculinidades de su tiempo y un fervoroso intento por incidir en una decisión jurisdiccional. Es, en otras palabras, un clamor de justicia en tiempos en que la pena capital aún regía en la legislación del país y que buscó llevar al responsable del asesinato de su hija al paredón.

      Este inusual vínculo entre literatura y derecho, entre libro y legajo, escritura y juicio, sitúa a Por él en una zona fronteriza, donde el poder del lenguaje característico de la obra literaria se roza con el lenguaje del poder propio de la producción jurisdiccional, dando origen a una chispa que ilumina por igual ambos campos discursivos: el literario y el jurídico. Junto a Cárcel de mujeres, escrito por María Carolina Geel y publicado en pleno proceso judicial en su contra, Por él forma parte de una cartografía imprescindible para los estudios de derecho y literatura explorados por intelectuales como Marta Nussbaum o Michel Foucault, y donde la pregunta por los modos en que el derecho incide en la literatura y la literatura en el derecho resulta fundamenta11. En ese vaivén, entre lo literario y lo jurídico, transita este libro, y su rescate en pleno siglo veintiuno, cuando en Chile se discute el rol del derecho en la configuración política del país y se comienza a desmontar un sistema normativo que ha producido y reproducido la desigualdad, es sumamente pertinente. Este rescate bibliográfico permite no solo repensar los vínculos entre el género –sexual y literario– y el poder, sino también iluminar los modos en que el derecho ha servido como herramienta para cimentar la desigualdad.

      Y es que en 1933 era impensable que Roberto Barceló Lira, miembro de una poderosísima aristocracia, fuera declarado culpable de un homicidio, y más inimaginable aún que su delito culminara en un fusilamiento. No había habido un solo aristócrata al que se aplicara la pena capital y el propio Barceló jamás pensó que él sería el primero y el único al que se le impusiera esa pena. “Al ser notificado de la sentencia de muerte, se yergue impávido el reo y se arregla la corbata”, escribe Inés Echeverría en este libro publicado con el objetivo explícito de presionar para que las cortes de alzada confirmaran el fusilamiento decretado en la primera instancia. “Este es un gesto instintivo”, describe Echeverría, “pero importa el hábito inveterado de las pequeñas vanidades, en que la ‘pose’ prima en él por sobre las más desmedradas situaciones morales […]. Enseguida vuelve al patio de los presos e invita a un compañero a jugar una partida de ajedrez. Finge serenidad y valentía, como si nada le importase tal sentencia de muerte a la que está seguro de escapar. Repite a los otros presos: ‘Saldré condenado a 20 años que me conmutarán en uno’. Coge del tablero un alfil, lo levanta en alto y exclama: ‘Contemplen ustedes el pulso de un condenado a muerte’. En realidad, el pulso estaba firme”, señala la autora en esa descripción que tan bien caracteriza la arrogancia de un individuo y de una clase, y continúa, en un final inesperado, “solo que, entre tanto, su partenario le cambió de casillero el Rey sin que se apercibiera, y todavía le hizo dos cambios más sin que tampoco los notara”.

      Con la escritura de este libro, la propia Inés Echeverría, la célebre Iris, también cambia de casillero al Rey. Es ella quien, con una seguidilla de artículos en los diarios y reiteradas reuniones con personajes influyentes, revierte esa partida tantas veces arreglada de antemano. Aunque estaba en contra de la pena de muerte, tardíamente derogada en Chile entrado el siglo veintiuno, en los dos años y medio que se extendió el procedimiento penal Echeverría no cejó en su insistencia de que para Barceló solo había un destino: el paredón. “Yo estoy luchando por la justicia”, aclararía, “porque no la habrá mientras condenen a los pobres que no tienen cómo defenderse y no condenen a los ricos. Si existe la pena de muerte, tiene que aplicarse a todos”12. Esta insistencia dividiría a las clases altas que verían la conducta de la autora una traición a la “gran familia” aristocrática. Pero es también en contra de las lógicas de esa aristocracia hacia las que apunta Echeverría. Contra la petulancia de Barceló, contra la violencia hacia las mujeres que atravesaba todas las clases sociales, contra la justicia imparcial para unos y parcial para otros. Y también, de algún modo, contra su propia familia, incapaz de alzarse contra las reglas del género que condenaban a las mujeres a la violencia y a un silencio