Análisis y control del rendimiento deportivo. Atko Viru

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Название Análisis y control del rendimiento deportivo
Автор произведения Atko Viru
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788499100999



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estudios sobre la acción del ejercicio sobre el nivel de lactato (p. ej.: Schenk y Craemer, 1929; Margaria et al., 1933; Bang, 1936). En este sentido, el interés se amplió a los cambios del pH sanguíneo (Dill et al., 1930) y los sistemas tampón de la sangre evaluados a través de la reserva alcalina en sangre (Herxheimer, 1933).

      Estos estudios no fueron realizados específicamente para proporcionar a los entrenadores información sobre los cambios en el organismo con la cual mejorar el entrenamiento. Los estudios bioquímicos llevados a cabo con este objetivo aparecieron en la década de 1950 y 1960 y los artículos de Yakovlev y su equipo fueron de los primeros. Para hallar la carga óptima durante el entrenamiento, se compararon los niveles de lactato, tras una sesión de entrenamiento y competiciones, en deportistas de juegos deportivos (Yakovlev et al., 1952) y remeros. Los datos sobre los cambios del lactato durante los ejercicios deportivos fueron analizados por Donath et al., (1969b). Por su parte, Haralambie (1962) analizó las posibilidades de las alteraciones en el equilibrio ácido-base para valorar la adaptación a los ejercicios musculares. El problema de la acidosis metabólica con el ejercicio deportivo intenso fue estudiado en profundidad por Kindermann y Keul (1977), cuyo material puede servir como respuesta estándar para la utilización del equilibrio ácido-base en la valoración de la intensidad del ejercicio.

      En 1959, Yakolev y sus colaboradores compararon los progresos en fuerza, velocidad y resistencia de los deportistas en diversas pruebas con las respuestas del lactato como indicador para analizar los ejercicios. Makarova (1958) registró la acumulación de metabolitos proteicos tras ejercicios de levantamiento de peso con barras correspondientes al 25, 50 y 75% de la fuerza máxima de los deportistas. El ejercicio al 75% provocó una mayor acumulación de nitrógeno no proteico en sangre que el ejercicio al 25 o al 50%. Un estudio longitudinal posterior mostró que el entrenamiento era más eficaz para aumentar la fuerza si se realizaba al 75% de la fuerza máxima del deportista. Todo este material indicaba que la acumulación de metabolitos proteicos podría ser utilizada en la valoración del efecto entrenable de las sesiones de entrenamiento. Para aprovechar los metabolitos proteicos, Haralambie (1964a) demostró que la acumulación de urea en sangre dependía de la intensidad y duración de los ejercicios deportivos. También sugirió que la respuesta de urea podría ser utilizada como prueba de diagnóstico del sobreentrenamiento (Haralambie y Berg, 1976). Probablemente, Eric Hultman fue el primero en utilizar la biopsia como método para el control del entrenamiento.

      El término «control bioquímico del entrenamiento» no fue utilizado en estos artículos, sino que se hablaba de «diagnósticos bioquímicos» (Yakovlev, 1962), «análisis bioquímicos» (Yakovlev, 1970; Volkov, 1977) o «criterios bioquímicos» (Yakovlev, 1970, 1972; Volkov, 1974) así como de «medios para el diagnóstico funcional médico de los deportes» (Donath et al., 1969b) o «medios de control para la valoración de la adaptación a los ejercicios físicos» (Haralambie 1962). El término «control del entrenamiento» se hizo popular en la década de 1990, de manera que, cuando se utilizaban métodos bioquímicos para el control del entrenamiento, el término general se describía como «control bioquímico del entrenamiento», tal y como hicieron Urhausen y Kindermann (1992a). Comparado con los términos «diagnósticos bioquímicos» o «análisis bioquímico», el término «control bioquímico» señala el objetivo del proceso.

      Analizando las fases del diagnóstico bioquímico en el deporte, Yakovlev enumeró los intervalos óptimos más importantes: evaluación de los efectos del entrenamiento y consecución del rendimiento máximo (Yakovlev 1962), registro de las características de la influencia de las distintas sesiones de entrenamiento, predicción del nivel de rendimiento real, diagnóstico de los estados prepatológicos y análisis del estado nutricional (Yakovlev 1970). En consecuencia, los criterios bioquímicos deben ser analizados durante el reposo y tras los ejercicios de ensayo estándar, las sesiones de entrenamiento y las competiciones (Yakovlev, 1970). En 1972, Yakovlev recomendó el uso de las relaciones (ratios) molares de glucosa/lactato, lactato/piruvato, lactato/ácidos grasos libres (AGL), piruvato/AGL, y glucosa/AGL. Según los resultados de este equipo de investigación, la movilización y utilización de los ácidos grasos libres se dan en los deportistas altamente entrenados cuando los niveles de glucosa y lactato en sangre son mayores (Krasnova et al., 1972).

      Las pruebas bioquímicas se hicieron muy populares entre los deportistas del equipo nacional de la antigua Unión Soviética, la República Democrática Alemana y algunos otros países. No obstante, la mayoría de los resultados obtenidos en estos ensayos no salieron a la luz, ya que se consideraban secretos. Sólo vio la luz un limitado número de artículos debido a los estrictos requisitos que había que cumplir para su publicación. Normalmente, estos artículos incluían estudios bioquímicos que no describían las ventajas prácticas de la información obtenida para su aplicación en el entrenamiento.

      En la década de 1970, los estudios sobre el lactato y la urea de los deportistas se hicieron populares en todo el mundo. Los estudios sobre el lactato permitieron valorar el umbral anaeróbico (Wasserman y McIlroy, 1964; Mader y col., 1976), y también fueron utilizados para la valoración de la capacidad o potencia anaeróbica (glucogenolítica). El lactato era determinado por la prueba de Wingate o tras ejercicios supramáximos similares (Szogy y Cherebetiu, 1974; Jacobs et al., 1983). Volkov (1963) propuso la valoración de la capacidad glucogenolítica anaeróbica utilizando la respuesta del lactato sanguíneo corriendo 4 veces 400 m. La misma posibilidad aparece cuando se registra el descenso del pH en ejercicios supramáximos (Hermansen y Osnes, 1972; Sahlin et al., 1978).

      Otros estudios y reseñas especiales consideraban los cambios inducidos por el ejercicio en los niveles de urea y otros productos de degradación de las proteínas (Chailley-Bert et al., 1961; Gontzea et al., 1961; Haralambie, 1964a; Gorokhov et al., 1973; Refsum y Strömme, 1974; Haralambie y Berg, 1976; Lorenz y Gerber, 1979), incluidos los aminoácidos (véase Holz et al., 1979; Viru, 1987). Las investigaciones realizadas por Chaylley-Bert y colaboradores proporcionaron datos sobre el metabolismo de los electrólitos durante el ejercicio prolongado (Chaylley-Bert et al., 1961).

      Urhausen y Kindermann (1992a) demostraron que el control bioquímico del entrenamiento no debía limitarse a las determinaciones de los niveles de lactato y urea, y señalaban que se podía obtener una valiosa información a través de los estudios hormonales. Los investigadores franceses utilizaron la excreción de corticosteroides para el diagnóstico de la fatiga durante el ejercicio prolongado (Rivoire et al., 1953; Bugard et al., 1961). El resultado más importante de estos estudios fue que en la fatiga inducida por el ejercicio se sustituía un incremento de la excreción de corticosteroides por un descenso o incluso la supresión de la actividad corticosuprarrenal.

      En la antigua Unión Soviética se iniciaron estudios hormonales sobre las actividades deportivas habituales de los deportistas de elite. Durante el primer período se valoró la excreción urinaria de catecolaminas, corticosteroides y sus precursores y metabolitos (véase una síntesis en Kassil et al., 1978; Viru, 1977). Más tarde, estos estudios se ampliarían a la determinación de hormonas en sangre (p. ej.: Keibel, 1974). Los estudios hormonales se mencionaron en un popular libro sobre Lasse Virén (Saari, 1979), el cuatro veces campeón olímpico de los 5.000 y 10.000 m (1972 y 1976). Se utilizó la respuesta de las hormonas sanguíneas a las sesiones de entrenamiento para determinar la necesidad de incrementar la carga de trabajo. En la década de 1980, las respuestas de las hormonas sanguíneas fueron ampliamente investigadas en los deportistas de elite de la antigua Unión Soviética (Kostina et al., 1986).

      Urhausen y Kindermann (1992a) también señalaron la utilidad de los estudios inmunológicos y la valoración de la actividad enzimática en el plasma sanguíneo para controlar el entrenamiento. En 1970, Donath estudió el significado de la actividad de las enzimas plasmáticas en la evaluación de la influencia de las sesiones de entrenamiento y las competiciones.

      Yakovlev (1977) puso de relieve que en el control bioquímico del entrenamiento el éxito depende del diseño de la prueba, la elección de los métodos y los parámetros bioquímicos utilizados. Estos tres componentes deben corresponder correctamente a la naturaleza específica de la prueba deportiva y la tarea objeto de estudio.

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