Las almas rotas. Patricia Gibney

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Название Las almas rotas
Автор произведения Patricia Gibney
Жанр Языкознание
Серия Lottie Parker
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418216077



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que hay una consulta médica en la planta baja. Bajé deprisa las escaleras y le pedí al doctor que subiera. La revisó y sugirió que esperáramos a la ambulancia y la policía.

      Más ADN y huellas, rumió Lottie, si se convertía en una investigación de asesinato.

      —De acuerdo —acotó, con un tono de voz neutral.

      —¿He hecho algo mal?

      —No hay bien o mal. Hizo lo correcto al avisar al médico antes de que llegaran los servicios de emergencia.

      Eve exhaló, y una arruga apareció en su frente

      —Parecía muerta. Está muerta, ¿no?

      —Sí.

      —Oh, gracias a Dios. —Eve se sonrojó—. No me refiero a que esté muerta, sino a que no dejé a una mujer moribunda ahí colgada.

      —Sé lo que quiere decir. —Lottie se puso en pie—. ¿Cara tenía trabajo?

      —Por lo que sé, era profesora.

      —¿En qué escuela?

      —No tengo ni idea. Como he dicho, no la conocía mucho.

      —Una cosa más. Su abrigo y su gorro estaban mojados. ¿Sabe dónde estuvo esta mañana temprano?

      —En misa, probablemente. Creo que iba cada mañana.

      —¿Era religiosa?

      Eve dejó la taza y se levantó para acompañar a Lottie a la puerta.

      —¿No lo sabe?

      —¿Saber qué?

      —Cara estaba prometida, pero lo último que supe es que la boda se había cancelado. Desde entonces, no había vuelto al trabajo e iba a misa cada día. Creo que rezaba para que él regresara.

      —¿Quién?

      —Su exprometido.

      —¿Quién era?

      Eve titubeó.

      —No tengo ni idea.

      —¿Está segura?

      La mujer parecía incómoda al asentir. Y Lottie supo que mentía.

      * * *

      Fuera, en el pasillo, un Jim McGlynn de aspecto furioso confrontó a Lottie.

      —En mi opinión, es una pérdida de tiempo llamar a los forenses para un suicidio. Ya tenemos suficiente trabajo. —Estaba vestido acorde a la tarea que le esperaba. Por encima de la mascarilla, un par de ojos esmeralda taladraban a Lottie.

      La inspectora ignoró las quejas y dijo:

      —¿Has echado un vistazo?

      —Acabo de llegar. ¿Me das un momento?

      —Cuando lo hayas examinado, quiero ver el cinturón que Cara tiene al cuello. —Se hizo a un lado para dejarlo pasar justo cuando otro hombre aparecía por las escaleras.

      El desconocido le tendió la mano.

      —Usted debe de ser la inspectora Lottie Parker.

      —Así es. —Lottie le devolvió el saludo—. ¿Y usted es…?

      —Tim Jones, asistente de la patóloga forense. Creo que tiene una muerte sospechosa a la que quiere que eche un vistazo.

      Tras comprobar su identificación, Lottie le señaló la puerta abierta del apartamento.

      —Cara Dunne. Colgada de un cinturón atado a una válvula sobre la puerta del baño. He evaluado la escena y no estoy segura de que pueda haberlo hecho ella misma. Necesitamos su opinión de experto.

      —Yo me encargo de ella —dijo Jones, y entró en el apartamento detrás de McGlynn.

      Lottie intercambió una mirada con Boyd, que estaba de pie junto a la salida de emergencia en el extremo opuesto del pasillo. El sargento se encogió de hombros.

      —Una frase poco afortunada —comentó, y se puso a su lado.

      —Nada que no te haya oído decir antes —sonrió burlón.

      Lottie señaló hacia la puerta.

      —¿Ya has salido?

      —Te estaba esperando. —El sargento empujó hacia abajo la barra de metal y la puerta se abrió. Unas escaleras de cemento llevaban hacia los pisos superiores e inferiores—. Aunque diría que estoy de acuerdo contigo.

      —¿Respecto a qué? —Lottie subió por las escaleras detrás de su compañero.

      —Que la muerte parece sospechosa. Si tenemos en cuenta la corta estatura de la víctima y que el taburete era bajo, la cosa no cuadra. Creo que alguien la mató. —Salieron a la azotea del edificio, asegurándose de dejar la puerta entreabierta.

      Lottie se apoyó sobre la barandilla metálica y contempló el canal helado y los raíles del ferrocarril. Un tren cambió de vía al entrar en la estación; una estela de vapor quedó flotando a su paso.

      —Era profesora. Tenemos que averiguar dónde daba clases, hablar con sus compañeros y localizar a sus amigos.

      —De acuerdo.

      —Estaba prometida, habían roto hacía poco.

      —Interesante. Arroja una luz nueva sobre el hecho de que fuera vestida de novia.

      —Y pone a su exprometido en el punto de mira.

      Lottie apartó las manos de la barandilla, se quitó los guantes de látex y se echó el aliento en las manos en un intento de transferir algo de calor a sus dedos. Se fijó en una escalera de metal oxidada que bajaba desde el techo por el lateral del edificio. La fuerte nevada había cubierto cualquier huella que pudiera haber.

      —¿Sabe la vecina quién es el prometido? —Boyd metió las manos en las profundidades de sus bolsillos mientras la nieve, llevada por el viento, formaba remolinos a su alrededor.

      —No. Asegura que no conocía demasiado a Cara Dunne.

      —Pero pudo entrar en el apartamento.

      Lottie suspiró.

      —Tenía una llave de repuesto para emergencias. Entró porque oyó gritos. Tenemos que interrogar al médico de la planta baja.

      —Yo me encargo.

      —Y tómale las huellas y una muestra de ADN, para descartarlo de la investigación.

      —Así lo haré —convino Boyd.

      Lottie estudió la línea dura de su mandíbula.

      —¿Va todo bien?

      —¿Qué quieres decir?

      —Pareces distante.

      El detective rio.

      —Solo estoy cansado de anoche.

      —Ah, vale. —Lottie fue hasta la puerta abierta—. Si Cara fue asesinada, su atacante podría haber usado esta salida de emergencia para escapar.

      —No hay manera de entrar en el edificio a menos que se deje la puerta abierta, así que o bien el asesino entró por la puerta principal o vive en el edificio.

      —O alguien la dejó abierta y le permitió entrar por la puerta de emergencia.

      —Les diré a los forenses que busquen huellas —dijo Boyd—, y empezaré con los interrogatorios puerta a puerta. —Pasó junto a Lottie, adelantándola.

      Lottie dejó atrás el aire frío para entrar en la relativa calidez del pasillo, pero un escalofrío recorrió su piel. A Boyd le pasaba algo, y sentía que iba más allá del mal humor provocado por la resaca.

      —Pueden trasladar el cuerpo a la morgue. —Tim Jones se había