Название | Las almas rotas |
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Автор произведения | Patricia Gibney |
Жанр | Языкознание |
Серия | Lottie Parker |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418216077 |
—He llamado a la escuela de danza —continuó Kirby—. Colin Kavanagh está anotado como contacto si Fiona no recoge a Lily.
Ryan se levantó con brusquedad de la silla y se encaró con Kirby.
—Kavanagh es el padre de Lily. Gracias a Dios que está a salvo.
—Siéntese, señor Slevin —dijo Kirby. Se volvió hacia Lottie—. Nadie en el teatro recuerda llamarle para que recogiera a la niña.
—Nos vamos —dijo la inspectora—. Tenemos que llamar al señor Kavanagh.
El cuerpo de Ryan pareció desinflarse.
—Avísenme cuando la encuentren. Tengo que saber que está bien. Los chicos la adoran.
—¿Y usted? ¿La quiere usted? —presionó Lottie.
—Por supuesto que sí. Como si fuera mi propia hija, por el amor de Dios.
Mientras seguía a Kirby hasta la puerta principal, Lottie se volvió en el abarrotado recibidor.
—¿Dónde iban a vivir después de la boda?
—Tengo una casita en el campo, al otro lado del pueblo. La he reformado. Era como nuestra casa de ensueño, y ahora esos sueños han quedado… destrozados.
—Tendremos que echarle un vistazo.
El hombre hurgó en su bolsillo y sacó un puñado de llaves. Desenganchó una del llavero.
—Tenga, cójala. Es la de repuesto.
La puerta de la cocina se abrió. Zoe estaba allí con un millón de preguntas en los ojos.
—¿Qué sucede, Ryan?
—Los dejaré solos —dijo Lottie, y cerró la puerta tras de sí.
Se sentó en el coche junto a Kirby, que consultó:
—Bueno, ¿y quién es este Colin Kavanagh, si se puede saber?
—No te lo vas a creer…
13
La estrecha carretera que rodeaba el lago Doon se volvía traicionera con el mal tiempo. Lottie se aferraba a la manecilla de la puerta, lista para escapar si derrapaban, pero Kirby mantuvo el coche recto.
—No puedo creer que un exitoso abogado de Dublín viva aquí, en el culo del mundo —comentó.
—Bueno, pues así es, y su reputación no es muy buena.
Las verjas, con un interfono, estaban diseñadas para mantener fuera a los extraños. Lottie se identificó, y Kirby condujo el coche por el sinuoso camino. No vieron gran cosa de la casa en la oscuridad hasta que las luces del exterior se encendieron y arrojaron sombras inquietantes por todas partes sobre la inmensa estructura con aspecto de granero.
La puerta se abrió antes de que Lottie pisara el primero de los tres escalones. Frente a ella se encontraba un hombre alto de mediana edad.
—¿Dónde está mi hija? ¿La han encontrado?
Lottie percibió un súbito movimiento en su abdomen producido por el miedo. La niña no estaba allí.
—Aún no, señor Kavanagh. ¿Podemos entrar?
El hombre alto de pelo cano abrió más la puerta y condujo a Lottie y a Kirby al interior del amplísimo recibidor. Cerró la puerta tras de sí y se quedó de espaldas a ella sin invitarlos a entrar en la casa.
—He recibido llamadas de su gente sobre Lily —dijo—. ¿Qué ha hecho Fiona con ella?
—Señor Kavanagh, ¿podemos sentarnos en algún lugar? —preguntó Lottie. Mientras lo estudiaba, el temor se le instalaba en el estómago. Si la pequeña no estaba en casa de Kavanagh, ¿dónde se encontraba?
—Podemos hablar aquí. No me gusta que los garda entren en mi casa. —Sus cejas se juntaban en el ceño fruncido. Lottie observó que no era tan mayor como su pelo blanco indicaba. Tenía el rostro largo y afilado. Los ojos eran verdes; sus iris parecían cubiertos de ramilletes de algas. Tendría alrededor de cincuenta y cinco años; unos veinte o más que Fiona, supuso.
—Lamento tener que informarle de que su expareja, Fiona Heffernan, ha sido encontrada muerta esta tarde.
—¿Está muerta? ¿Me toma el pelo? —Sus ojos fueron de Lottie a Kirby—. ¿No? ¿Está muerta?
—Eso me temo.
—Será mejor que entren.
Avanzó delante de ellos hacia una habitación oscura que Lottie solo podía describir como una biblioteca. Parecía fuera de lugar en la moderna construcción. Tres paredes estaban cubiertas del suelo al techo con estanterías llenas de libros, algunos encuadernados en piel, probablemente primeras ediciones. Dos sofás de cuero marrón y una chaise longue eran los únicos muebles aparte de las estanterías. La chimenea estaba bien nutrida de troncos, y las llamas trepaban hacia arriba. Lottie se movió hacia el calor y se quedó de pie de espaldas al fuego, para que su cuerpo entrara en calor.
Cuando Kavanagh se hubo sentado, indicó a Lottie que hiciera lo mismo.
—Si no le importa, me quedaré de pie. Fiona ha sido encontrada muerta en los terrenos de la abadía de Ballydoon esta tarde. Quizá se haya caído desde el tejado, pero estamos…
—¿Caído? ¿Qué hacía allí arriba? ¿Y Lily? La llamada que recibí era sobre mi hija.
—¿Ha recogido a la niña de la escuela de danza esta tarde?
—¿Qué? No, no lo he hecho. Nadie me ha llamado. ¡Dios santo! ¿Dónde está Lily? ¿Ha ido Fiona a recogerla? Tal vez antes de su… accidente.
—No estoy segura. —Lottie trató de digerir el hecho de que, probablemente, la niña había desaparecido. El terror que había sentido cuando sus propias hijas fueron secuestradas hacía unas escasas seis semanas asomó la cabeza y amenazó con consumirla. Pero debía mantener la profesionalidad. No tenía sentido mostrar su preocupación a Kavanagh—. Todavía tenemos que definir la secuencia de eventos. Es una investigación abierta.
—¿Me está diciendo que no sabe dónde se encuentra mi hija?
La arrogancia de Kavanagh parecía negar su preocupación. Lottie sintió cómo se le crispaban los nervios de la irritación. Si Boyd estuviera allí, tal vez llamaría capullo a Kavanagh entre dientes, y ahora mismo no se le ocurría una palabra mejor para describirlo.
—Si Lily no está con usted, ¿con quién cree que puede estar? —«Dios santo —pensó—, «haz que conozca a alguien que haya recogido a la niña.»
—Ya sé con quién. ¡Con el bastardo de Ryan Slevin! —Kavanagh se levantó de un salto de la silla, igual que había hecho Ryan hacía menos de diez minutos.
—Acabamos de ir a casa de Ryan. Lily no está allí. —Pero no había registrado la casa de la hermana de Ryan. Había asumido lógicamente que la niña se encontraba con su padre. ¡Mierda!
—¿Qué hay de la casa de campo en la que pretende vivir? —preguntó Kavanagh—. ¿La han registrado?
—He enviado a un coche patrulla. La cuestión es que usted es el único otro contacto en el club extraescolar y en la escuela de danza. ¿Dónde ha estado toda la tarde?
—En mi despacho.
—¿Puede corroborarlo alguien?
—Trabajo solo. Mi secretaria está de baja por maternidad prolongada. He hecho recortes en mi despacho, así que tan solo tengo una recepcionista tres días por semana. —Hizo una pausa para tomar aliento y continuó—: Debería preguntar a ese tipejo de Slevin dónde estaba él.
—Déjeme hacer mi trabajo, señor Kavanagh. No sabemos