"El amor no procede con bajeza" (1 Co 13, 5). Claudio Rizzo

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Название "El amor no procede con bajeza" (1 Co 13, 5)
Автор произведения Claudio Rizzo
Жанр Зарубежная психология
Серия Predicaciones
Издательство Зарубежная психология
Год выпуска 0
isbn 9789505008001



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emoción-shock es aquella que proviene de una educación tergiversada o expresado de otro modo, es una exaltación sentimental en los psicológico, misticista –en lo espiritual (provocarse visiones, autocastigos o inculpaciones con la cuota de exageración evidente, etc.).

      También se da en la asidua lectura de libros terroríficos únicamente. Además, en el plano sexual el histérico busca “aventuras sexuales”, lo que hoy se denomina “touch and go” (toco y me voy). Todo esto ocasiona perturbaciones morales. La conducta de la persona entra en un desorden tanto en lo cognitivo, en lo afectivo como en lo conativo (rechazan los esfuerzos).

      ¿Podríamos ratificar que nosotros, por ser cristianos, estamos exentos de todo lo compartido hasta el momento? Si, no, ¿por qué?

      Dice la Escritura: “Pero el pueblo de los que conocen a Dios se mantendrá firme y entrará en acción” (Dn 11, 32).

      En la histeria hay un síndrome que es contraproducente. Se presenta habitualmente y conviene leerlo intra psíquicamente y lo podemos sumarizar en “jamás luciré lo bastante bien”. Se trata de una insatisfacción continua. La podemos apreciar a través de la necesidad de postración estética: el cuerpo, la ropa, en definitiva, las apariencias. A veces, perdemos de vista que lo que nos hace atractivos no es trabajar en forma desmedida sobre nuestros puntos débiles. Todo exige una mesura, un equilibrio. El secreto consiste en aceptarlos. Muchas personas intentan trabajar sobre su vulnerabilidad y nunca llegan a aceptarla. Entonces, ¿qué sentido tiene?

      Aceptar nuestra labilidad equivale a aceptarnos a nosotros mismos y no hay nada más atractivo que una persona que se siente a gusto consigo misma. No siempre los puntos débiles son físicos, muchos son psicológicos, otros la falta de dinero o éxito, una posición social baja y actos pasados que creemos necesario ocultar, incluso frente a Dios.

      La intransigencia no es buena compañía; muchas personas se tornan histéricas debido a que no manejan términos medios en su dialéctica que son los que equilibran. En algún momento nuestra conducta tiene matices, nunca es una simple cuestión de blanco o negro. Estos matices son “el atractivo de la ambigüedad”.

      En una conferencia, Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), refiriéndose al alma femenina más concisamente, sostuvo que los atributos de esa alma deben ser: amplia, tranquila, vacía de sí misma, cálida y luminosa. En su perspectiva, la santa se inclina por destacar que este estado del alma, la no agitación, la no histeria, no es generado por uno sino provocado por la Gracia. Dios es el que la anima y suscita la esperanza del logro.

      ¿Cómo Dios suscita la esperanza del logro?

      El apóstol San Pablo, en su Teología sobre la salvación, nos enseña que la victoria de Cristo en nosotros, se da en medio de la experiencia de la contrariedad; eso es, la tribulación. Ella exige y hace surgir la paciencia, el aguante; la paciencia lleva a la “prueba”, en cuanto actitud del que ha sido “puesto a prueba” y ha salido airoso. Hay muchas circunstancias de la vida que nos ocasionan “pruebas”. En nuestro lenguaje formativo, hablamos de desafíos. La mayor esperanza es la certeza del don de salvación en la tensión entre la precariedad de nuestra historia, incluido el presente, a pesar del “shalom” de Dios y la plenitud futura.

      San Pablo entiende que la paciencia, la prueba, la esperanza no son simplemente frutos de la capacidad del hombre en responder al don de Dios. Es verdad que en ellas se articula la respuesta del hombre, pero su fundamento sigue siendo el don de Dios. La esperanza “no será confundida”, o sea, no será puesta al descubierto como falsa o engañosa, porque la realidad del amor de Dios, que es origen fontal de toda gracia, obra en el creyente derramando en su corazón a su mismo Espíritu (Rom 5, 5).

      De la imagen local “estar en gracia”, se pasa a la imagen orgánica. El corazón es justamente el órgano de la emotividad, en el que se asienta la esperanza. Allí mismo derrama el amor de Dios la fuerza de su Espíritu, y da la última garantía de que esa esperanza no será confundida: Dios mismo es el que la anima. Siempre tengamos en cuenta el Amor de Dios, como genitivo subjetivo, y no como genitivo objetivo, es decir, el amor del hombre hacia Dios.

      Nos preguntamos, nos respondemos:

      Iluminar las sombras…

      Frente a todo lo compartido, estamos interiormente movilizados y preparados para entender que, como algunas veces lo tuvimos en consideración, no somos seres aditivos (una colección de partes), sino integrales (un todo).

      Y retomando el planteo de las cosas que nos hacen “atractivos”, considerarnos un todo generará una actitud de vida distinta para vernos como verdaderamente “atractivos”.

      La finalidad que nos proponemos en esta reflexión es tomar cualquier cualidad que creas poseer y demostrar que también posees su opuesto; y muchas variantes intermedias. Por ejemplo, en algunas personas, se evidencia la desvalorización de sí mismas, y tal vez, si hace el ejercicio de contraponerlas lograría su estabilidad psico-emocional-espiritual.

      En este ejercicio pongamos en relieve que la igualdad es el primer paso hacia la aceptación; aceptación es amor.

      Nos preguntamos, nos respondemos:

      Analiza las siguientes frases y anota tus comentarios:

       Me gusta sentir cosas distintas por quienes están más próximos a mí…

       La bondad puede encerrar irritación; el sarcasmo puede ser divertido…

       Tengo ojos encantadores…

       Responder a la imagen que tengo de mí mismo es más agotador de lo que reconozco…

       Jamás me “completaré” (Mt 5, 48, “sean teleiós: completos, íntegros, plenos…”.

       Es correcto ser bueno y ser malo…

       X no merece mi perdón…

       Los enfermos me deprimen tanto que prefiero no ver ni uno más el resto de mi vida…

       Lo peor que alguien pueda decir de mí contiene cierta verdad sobre quien lo dice.

       No me importan las canas…

       Yo soy así. A esta edad nadie me va a cambiar…

       Participar de los retiros que predica Claudio Rizzo me ayuda poco, mucho, bastante…

      Puede ocurrir que algunas de estas aseveraciones pueden parecerte ridículas o inaplicables.

      Sea como fuere, la próxima vez que te sientes a hacer este ejercicio repasa la lista. Tal vez, te sorprenda comprobar cuánto más aceptable te resulta

      “Enséñanos a calcular nuestros años,

      para que nuestro corazón alcance la sabiduría”.

       Salmo 90, 12

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