Vivir en paz; morir en paz. Suzanne Powell

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Название Vivir en paz; morir en paz
Автор произведения Suzanne Powell
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9788418000874



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continuo viaje de aprendizajes en el que buscamos el equilibrio en el día a día, sabiendo que otros que han elegido compartir el mismo camino están haciendo exactamente lo mismo. Tratando cada uno de hacerlo lo mejor posible según su nivel de conciencia. De ahí comprendemos que todo se limita a pura adaptación y armonización de los unos con los otros para que el conjunto alcance la mejor evolución posible y en beneficio de todos.

      Obviamente, nadie dijo que fuera fácil. Según tu vibración en vida, así será tu vibración al partir de este plano. Lo importante es entregarse en cuerpo y alma para hacerlo lo mejor que puedes y sabes en cada momento, y cultivar esa paz de espíritu, para que cuando llegue tu hora puedas decir: «Lo he hecho lo mejor que he podido y he aprovechado al máximo esta oportunidad de vivir una experiencia física siendo un ser espiritual». La clave para lograr esa paz es tener siempre presente la fórmula PERDONAR, OLVIDAR y ACEPTAR. Claramente, la idea es aplicarla primero a uno mismo y luego a los demás.

      El objetivo de este libro es aportar esa paz y las herramientas necesarias para recorrer de forma consciente ese camino hacia la muerte. Los ­conocimientos aportados se basan en mi propia experiencia física y en la sabiduría acumulada a lo largo de mi proceso de búsqueda interior. Incluyo los audios transcritos en dos días de conexión intensa, durante el tiempo de confinamiento global motivado por el COVID-19 (exactamente, los días 23 de abril y 5 de mayo de 2020). El resto del contenido está extraído de conferencias que di años atrás en congresos relacionados con la muerte y la conciencia.

      El mensaje más importante que quiero transmitir a los que estáis a punto de iros de este mundo, y por si acaso no llegáis a terminar de leer el libro completo, es el siguiente: cuando exhales por última vez e inicies tu camino hacia la Luz, NO MIRES ATRÁS; MIRA SIEMPRE HACIA DELANTE. Serás guiado en cada instante y sentirás una inmensa felicidad y un AMOR que te envolverá para llevarte de vuelta a casa, donde te unirás de nuevo con los tuyos. No tengas miedo y déjate llevar. Has nacido para morir, pero la huella que dejas en el corazón de los que se quedan es la que se imprime en el libro de tu vida eterna. A partir de la llegada a tu destino, empezará un nuevo capítulo. Disfruta del viaje.

      AUDIOS DEL DÍA

       23 DE ABRIL DE 2020

      Hoy es jueves, 23 de abril de 2020, el día de Sant Jordi en Cataluña, que se celebra como el día del libro y la rosa. Siendo escritora, supongo que el día del libro debería tener una importancia especial para mí, y más todavía si además es el día de la rosa, ya que es la flor que más me gusta. Más allá de su simbolismo, tiene un significado especial para mí, pues me une a la que fue una de las personas más importantes de mi existencia, mi maestro y quien mejor me comprendió en esta vida. Antes de su muerte, me dijo: «Aunque yo no esté aquí, te haré llegar rosas rojas y rosas blancas para que sepas que siempre estaré a tu lado». Curiosamente, en prácticamente todos los cursos zen de una manera u otra siempre me ha llegado esa rosa, ya sea como flor natural o artificial (hecha de tela o papel, o dibujada...). Y en todos los casos, en el momento en que la he recibido he sentido su presencia.

      La rosa también simboliza el amor, el amor eterno. Recuerdo la vez en que me dijo: «Cuando yo ya no esté aquí, cuando te llegue el amor verdadero, será con una rosa. Si alguien te entrega una rosa como símbolo de su amor, tiene que tener espinas; si no tiene espinas como la vida misma, significa que esa persona no es a la que corresponde estar como pareja en tu vida». Ahí me dejó el dato, para que estuviese atenta a ese pequeño detalle. En el día de hoy, en Cataluña, los hombres regalan rosas a la novia, a la mujer, a la madre, a personas a las que aman de verdad. De hecho, se ha convertido en una fiesta bastante comercial. Y yo me pregunto cuántas de esas rosas tendrán espinas.

      Además, coincide con que este 23 de abril estamos en el día cuarenta de la cuarentena del confinamiento; y, por definición, cuarentena hace referencia a cuarenta días. Llevo estos treinta y nueve días, hasta el día de hoy cuando son casi las once de la mañana, pensando: «¿Por qué no aprovecho para escribir un libro? Estoy confinada en casa con mi hija de dieciocho años, y tengo todo el tiempo del mundo». De hecho, necesitaba ese tiempo para empezar a escribir una nueva obra. De manera que hablé con mi editorial para poner en marcha este proyecto.

      Sabía que tenía que escribir sobre la muerte, pero de alguna manera sentía que no era el momento. Porque mis ocho libros anteriores surgieron prácticamente de la nada, por inspiración, a partir de sentirlo. Me limité a encajar las piezas de las circunstancias de mi vida, sentir una llamada y los libros fueron «cayendo solos», por su propio peso, sin proponérmelo, sin hacer más que simplemente sentirlo. Esto no estaba ocurriendo en esta ocasión; en estos días de cuarentena, en ningún momento he sentido esa llamada, hasta hoy. Y no porque sea el día del libro; de hecho, esta pieza ha encajado a posteriori. En realidad, es casi mágico, que en el día cuarenta de la cuarentena sienta que acaba una etapa y empieza otra.

      Hoy mismo, una amiga me ha enviado por ­Whatsapp un listado de películas. He repasado los títulos y me he dado cuenta de que he visto la mayoría; entonces he ido directamente al final de la lista y he clicado, al azar, en uno de los enlaces. Me ha salido el típico mensaje de YouTube de que ese contenido no estaba disponible; entonces he hecho clic en el enlace inmediatamente anterior, y esta vez sí que se ha abierto el vídeo. El título, Salvado por la luz, me ha gustado. Además, he visto el nombre de Raymond Moody al principio, y mi corazón ha dado un brinco; para mí, ha sido como una señal.

      Conocí a Raymond Moody, autor de La vida después de la vida, en un congreso en Punta Cana (República Dominicana), hace años, ocasión en que pude estar con él. Anteriormente, había estado cerca de él en un congreso que se había celebrado en España, pero no pudimos hablar: conseguí que me firmase su libro, un viejo ejemplar en inglés que yo tenía, bastante gastado; pero fue un favor que le pedí a alguien de la organización, por lo que no coincidimos personalmente.

      Ha sido mientras he estado viendo esta película, que acabo de terminar hace unos minutos, que he sentido que ha llegado el momento de que empiece a escribir mi libro sobre la muerte.

      El título, Vivir en paz, morir en paz, lo había pensado hace ya muchos meses. Pero había ido posponiendo la escritura a causa de mis muchas actividades y de mis tareas como madre. He estado muy ocupada con los cursos zen, mis viajes y la organización del equipo de colaboradores que viaja conmigo y que me apoya en nuestra Fundación Zen, Servicio con Amor. Además, y no menos importante, pensaba que para plasmar los contenidos con la debida conciencia y el oportuno sentimiento, quizás lo mejor era que empezase a escribir a partir de la muerte de un familiar mío.

      En este momento, tengo a mis padres confinados solos en su casa. Tienen ochenta y dos años y su estado de salud es frágil. Mi madre tiene demencia, cáncer de pulmón, problemas relacionados con enfermedades autoinmunes, y una movilidad reducida. Mi padre conserva la mente muy lúcida, pero tiene problemas de movilidad a causa del estado de sus piernas y su espalda; y se añade a sus dificultades el hecho de que su esposa no le reconoce como pareja.

      Me entristece no poder estar con ellos y acompañarlos. Durante esta cuarentena, los servicios sociales se acercan para darles su medicación y bañarlos; y mis hermanos hacen lo que pueden, según lo que está permitido por la ley en estos momentos de aislamiento. La distancia y el hecho de no poder desplazarme hasta ellos me ha hecho reflexionar: ¿y si se muere alguno de los dos y no puedo estar ahí? ¿Y si no puedo ir a su funeral? ¿Y si no puedo darles ese beso de adiós? Me emociono al pensar que quizá no los vuelva a ver.

      Entonces he llegado a la conclusión de que para escribir este libro quizá no hace falta que viva la experiencia de esa despedida, de ese último beso, de su muerte, de su funeral. Ahora que todavía los tengo con vida, tal vez sea el momento, aunque sea por videollamada, de seguir diciéndoles: gracias por haberme traído a este mundo. Gracias por ser mis ­padres. Gracias por haberme educado y criado como mejor habéis sabido. Gracias por perdonarme todos mis errores. Gracias por vuestra paciencia. Gracias por vuestra tolerancia. Gracias por todo vuestro amor incondicional. Gracias por