Lui de Pinópolis. Carlos Roselló

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Название Lui de Pinópolis
Автор произведения Carlos Roselló
Жанр Книги для детей: прочее
Серия
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788418297540



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vuelas... ¡No sé qué daría por volar!

      —¡Pues hagámoslo ahora mismo! —dijo Tino, quien, si no lo probaba en ese momento, seguramente explotaría de ansiedad.

      Luego de desarmarlo, nos dirigimos a las rocas altas. Desde que Tino sugirió ese sitio para el primer experimento me asaltó un escalofrío, aunque la aventura nos entusiasmaba a todos por igual.

      Ya en las rocas, Lucas dio a Tino las últimas instrucciones.

      —Debes cuidarte del viento. El triángulo —dijo Lucas señalándolo— es lo que te permitirá ascender o descender; en cuanto a los restantes movimientos, deberás, según creo, acompañarlos con el cuerpo, para lo cual debes entrar en el capullo. Finalmente, si algo llegara a salir mal, será mejor que te dirijas al río, pues es preferible terminar en el agua antes que en las rocas o los pinos.

      —Comprendo.

      El ala delta de tela y pino fue atada de inmediato por Tino a su cintura con las correas, que alguna vez fueron las cortinas de mi casa. Después que sus poderosas manos ubicaron las apoyaderas sobre sus hombros, se aferró al triángulo frontal.

      —Tenemos que darle un nombre a nuestro pájaro antes de volarlo —dijo Tino.

      Puesto que tanto Lucas como yo no teníamos nada en mente, él lo eligió.

      —Ya está. Tengo el nombre ideal para esta belleza: El Albatros.

      Desde el momento en que lo dijo, supe que, por cábala, mi amigo no pudo encontrar peor nombre para el ala delta en su vuelo inaugural.

      —Creo que no es apropiado, Tino —dije.

      —Dicen que es el ave que vuela mejor, así es que sostengo el Albatros.

      —Es cierto, Tino. Pero los albatros tienen un problema realmente insoluble, que...

      —Silencio, Lui. Debo concentrarme.

      —Pero, Tino...

      —¡Cielo azul, aquí va el Albatros! —gritó.

      Seguidamente, el Albatros, con el cabeza dura de Tino a bordo, se hizo al aire, mientras Lucas y yo cerramos los ojos. El ansioso entonces fui yo, por lo que pronto me descubrí mirando. ¡El Albatros volaba!

      —¡Lucas, lo hiciste! ¡Eres un genio! —grité.

      Tino y el Albatros conformaban un pájaro hermoso. Su vuelo era tan exquisito que hasta giraba en círculos, y ascendía y descendía con una elegancia asombrosa. ¡Nos habíamos hecho de un descubrimiento al mejor estilo de los inventores de Sabiópolis!

      Al cabo de unos minutos, sin embargo, algo sucedió. La impresión que tuve fue que el triángulo frontal se había trabado o roto, porque luego de una picada y posterior ascenso, el Albatros entró en barrena. ¡Tino estaba en peligro!

      —¡Nivélalo, Tino! —gritó Lucas.

      Lucas y yo contuvimos la respiración. Por desgracia, todo lo que pudimos hacer fue seguir resignados con la mirada la trayectoria descendente del Albatros, hasta que finalmente se estrelló contra la ladera sur de la Montaña Verde. Los pinos no nos permitieron ver si Tino estaba a salvo.

      Luego de regresar a Pinópolis, Lucas y yo tuvimos que organizar la expedición de rescate de Tino. Ello se debió a que el grupo de búsqueda y rescate estaba en esos momentos en el bosque, y no regresaría hasta la tarde. Y fue así que, después de lograr que el maestro Uro me sustituyera en mi primer día de clase, volvimos con Lucas al bosque. En esta ocasión, cargábamos cuerdas, equipo de auxilio y un par de antorchas, ya que ignorábamos cuánto tiempo podía insumirnos la búsqueda de Tino. Ya anocheciendo, finalmente, llegamos al sitio en el que debería estar nuestro amigo.

      —¡Tino! —gritó Lucas.

      Lo único que se dejaba oír eran los ruidos característicos del bosque por la noche.

      —¡Tino! —insistí.

      Pese a comenzar a creer en lo peor, de pronto lo escuchamos.

      —Lui, Lucas... ¡Aquí estoy!

      —¡Tino está a salvo! —gritamos Lucas y yo mirándonos.

      Siguiendo el sentido del que parecía provenir su voz, por fin lo encontramos.

      —¡Oh! —exclamé.

      El espectáculo era lamentable. Tino, magullado, yacía debajo del Albatros, el cual estaba totalmente destruido.

      —Temo que mi pierna derecha quedó igual que el Albatros —dijo Tino.

      Apenas logramos quitarle los restos de encima, supe que estaba en lo cierto.

      —Lo siento, Tino —dije, compadeciéndolo.

      —¡Vaya suerte! —dijo.

      —No te preocupes. Nosotros te cargaremos —dijo Lucas.

      Luego de improvisar una camilla y entablillar su pierna con los restos del Albatros, acomodamos a Tino en la misma, y emprendimos el regreso a Pinópolis.

      Unos momentos después, Tino se lamentó.

      —Lui, Lucas...Ya no podré ir a Sabiópolis. ¡Les he fallado a todos!

      —No, Tino. Tú nunca le has fallado a nadie —dije—. No podrás hacer el viaje, pero eres el duende más valiente que conozco. Esta experiencia de hoy hará historia en el bosque, y no hubiera sido posible de no ser por ti. Alguien irá en tu lugar —agregué.

      Transcurridos unos momentos Lucas preguntó a Tino:

      —Dime, ¿qué salió mal durante el vuelo?

      —El triángulo de mando se trabó —contestó Tino sin consuelo aún.

      —No importa. La próxima vez mejoraré su diseño —dijo Lucas.

      —A propósito, ¿por qué no te gustó el nombre de el Albatros para el experimento, Lui? —preguntó Tino.

      —Sencillamente porque volando es el mejor, pero... ¡no sabe aterrizar!

      —¿Qué?

      —Es cierto. La única forma en que lo hace es estrellándose.

      —Entiendo. El próximo se llamará el Águila —dijo Tino pensativo.

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