Dijo el Buda.... Osho

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Название Dijo el Buda...
Автор произведения Osho
Жанр Зарубежная психология
Серия Sabiduría Perenne
Издательство Зарубежная психология
Год выпуска 0
isbn 9788499888217



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justo en el medio». Ese estado no existe. Si estás dormido, pues lo estás; si estás despierto, pues estás despierto.

      Y la diferencia es pequeña, aunque tremenda. Alguien totalmente atento sentado y despierto tiene a otra persona roncando a su lado. Ambos son seres humanos, con la misma conciencia, pero uno mora en una densa oscuridad, perdido, inconsciente de sí mismo, y el otro es luminoso, está vivo, realizando su propia llama interior.

      Si algo les sucediera a ambos, reaccionarían de modo distinto. La persona despierta reaccionaría de otro modo. Su reacción sería una respuesta; respondería, sabiendo muy bien lo que hace. Si la persona dormida reacciona, será de manera mecánica, sin darse cuenta de lo que hace.

      Dice el Buda:

      «…sin disciplina, iluminación, y sin ascender escalón alguno, y no obstante en posesión de todos los honores en sí mismo. Eso se llama el camino.»

      El Buda dice que si entregas el ego, si te entregas a ti mismo, estás en armonía con la ley y todo empieza a suceder por sí mismo. No tienes más que entregarte. Si estás dispuesto a desaparecer, te colmarás de la ley y la ley se encargará de todo.

      ¿Te has dado cuenta? Si confías en el río puedes flotar. En el momento en que pierdes la confianza te empiezas a ahogar. Si confías, el río te toma en sus manos. Si te asustas te ahogas. Por eso los cadáveres flotan en la superficie del río, porque no dudan. Los cadáveres no se asustan.

      Las mismas personas vivas se metieron en el río y se ahogaron. De muertas salen a la superficie, empiezan a flotar en la superficie. Ahora es muy difícil que el río se las trague, ningún río puede hacerlo. Ningún río puede ahogar a un cadáver. ¿Pero qué pasa con los vivos? Los muertos deben conocer algún secreto. Y ese secreto es que no pueden dudar.

      Ya debes conocer esa bella parábola de la vida de Jesús, en la que sus discípulos cruzan el mar de Galilea y él se queda atrás, y dice: «No tardaré en llegar. He de decir mis oraciones». Y luego los discípulos se quedan de una pieza, porque llega andando sobre las aguas. Se asustan y tienen miedo. Creen que debe tratarse de alguna fuerza maligna. ¿Cómo es que puede andar sobre las aguas?

      Y uno de los discípulos dice: «Maestro, ¿eres tú de verdad?». Y Jesús contesta: «Sí». Luego el discípulo dice: «Si tú puedes andar sobre las aguas, ¿por qué yo, que soy tu discípulo, no puedo hacerlo?». Y Jesús responde: «Tú también puedes, ¡ven!». Y el discípulo va y camina unos pocos pasos y se sorprende al hacerlo, pero entonces surge la duda, y dice: «¿Qué es esto que está sucediendo? Es increíble».

      En el momento en que piensa: «Es increíble. Estoy soñando, o se trata de algún truco del demonio. ¿Qué está pasando?», empieza a ahogarse. Y Jesús le dice: «¡Ah, tú, hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado? Has dado unos pocos pasos y sabes lo que ha pasado. ¿Por qué has dudado?».

      La cuestión no es si la historia sucedió exactamente en esos términos. Pero yo también lo sé; podéis probar. Si confiáis en el río, relajaos en sus aguas y flotad. Luego surgirá la duda, la misma duda que atenazó al discípulo de Jesús: «¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible? No me ahogo», e inmediatamente empezarás a ahogarte.

      La diferencia entre un nadador y alguien que no lo es radica en nada. El nadador ha aprendido a confiar; el que no nada todavía ha de aprender a confiar. Ambos son iguales. Cuando el que no nada se cae al río, surge la duda. Empieza a tener miedo de que el río le ahogue. Y claro, el río acaba ahogándole. Pero en realidad es él mismo el que se ahoga en su propia duda. El río no hace nada. En cambio, el nadador conoce el río, las maneras del río, ya ha estado en el río muchas veces y confía en él; así que flota, pues no teme.

      La vida es exactamente igual.

      Dice el Buda:

      «…y no obstante en posesión de todos los honores en sí mismo. Eso se llama el camino.»

      Quien comprende suelta del todo. Permite que la ley funcione. Si quieres utilizar lenguaje religioso antiguo, un lenguaje no budista, entonces puedes llamarlo entrega a Dios. El devoto dice: «Ahora he dejado de ser, sólo tú eres. Sólo soy la flauta en tus labios, un bambú hueco. Tú cantas, la canción es tuya. Sólo seré un fragmento». Ése es lenguaje religioso antiguo.

      El Buda no acaba de sentirse a gusto con el lenguaje antiguo. El Buda no acaba de sentirse a gusto con el lenguaje de los poetas, prefiere el lenguaje científico. Habla igual que Albert Einstein, o que Newton, o Edison. Habla de la ley… y te toca a ti decidir. La diferencia sólo es de lenguaje, pero lo básico es soltar, una entrega total.

      Dijo el Buda:

      «Quienes se afeitan la cabeza y el rostro se convierten en shramanas y quienes reciben instrucción sobre el camino deben abandonar todas las posesiones mundanas y contentarse con lo que obtengan mendigando. Una comida al día y una morada bajo un árbol, y ninguna de ambas debe repetirse, porque lo que hace al ser humano estúpido e irracional son los apegos y las pasiones».

      El Buda insistió en que sus sannyasines se afeitasen la cabeza y la cara. Son sólo gestos, no hay que tomárselo literalmente. Son gestos, indicaciones de que estás dispuesto a la entrega. No tienen otro sentido. El único sentido es que estás dispuesto a ir con el Buda.

      Cuando se toma sannyas, cuando se es iniciado, simplemente dices sí. Dices: «Sí, voy contigo. Y aunque me digas que haga una locura, estoy dispuesto a ello». Se trata de un gesto de entrega.

      El Buda solía decir que un shramana debe vivir en la inseguridad. Por eso lo de hacerse mendigo. Pero no hay que tomárselo literalmente. Intenta comprender el espíritu de la cuestión. Dice que no puedes poseer nada, que es imposible poseer algo. La vida es inseguridad y no hay manera de estar seguro. La muerte llegará y destruirá todas tus seguridades. Así que no te molestes. Y aunque seas mendigo, sé feliz, sé un mendigo feliz. No es cuestión de preocuparse demasiado por la seguridad. Comprende la inseguridad de la vida, acéptala, y en esa aceptación te sentirás seguro.

      Y el Buda solía decir:

      «Una comida al día y una morada bajo un árbol, y ninguna de ambas debe repetirse».

      Porque el Buda dice que si repites algo una y otra vez, se convierte en un hábito, en un hábito mecánico. Y cuando te haces mecánico pierdes atención. Así que no repitas. Cambia constantemente la situación, para que siempre puedas mantenerte alerta. Cambia de población. No mendigues dos veces en la misma puerta y no vuelvas a dormir bajo el mismo árbol. Se trata de mecanismos para que permanezcas alerta.

      ¿Te has fijado alguna vez? Si te mudas a una casa nueva, durante unos días te sientes incómodo. Luego, y con el tiempo, te vas acostumbrando a la casa nueva y acabas encontrándote bien. Esa casa se ha convertido en un hábito. El Buda dice que debes trasladarte antes de que eso suceda. Ni siquiera debes dormir dos veces bajo el mismo árbol, si no surgirá en la mente una tendencia a reclamarlo.

      Los mendigos también reivindican lo suyo. Un mendigo se sienta bajo un árbol y mendiga; y no permitirá que ningún otro mendigo se siente allí. Dirá: «Lárgate a otro sitio, ¡éste es mi árbol!». Los mendigos tienen sus territorios. Si se instala un mendigo en tu barrio no permitirá que otros también lo hagan, y luchará por ello, porque será su territorio. Puede que no lo sepas, pero tú perteneces a su territorio. Y no dejará que otros mendigos se acerquen.

      El Buda dice que no hay que permitir que la mente se torne perezosa, que no hay que dejar que la mente se torne mecánica. Permanece alerta, en movimiento. No te estanques, sigue moviéndote, porque si se permiten apegos y pasiones uno se estupidiza. Si te apegas pasas a ser un estúpido, pierdes inteligencia.

      Cuanto más seguro estás, más estúpido te vuelves. Por eso es raro que la gente inteligente provenga de familias ricas… sí, es muy raro. Como están tan seguros, carecen de desafíos en la vida y tienen todo lo que necesitan, ¿de qué han de preocuparse? La verdad es que no hay mucha gente rica que haya heredado su dinero y que sean muy avispados. Casi siempre tienden a ser algo pesados, pues viven en una especie de torpor, de lentitud. Se arrastran cómodamente,