Sueños De Un Juez I. Serna Moisés De La Juan

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Название Sueños De Un Juez I
Автор произведения Serna Moisés De La Juan
Жанр Эзотерика
Серия
Издательство Эзотерика
Год выпуска 0
isbn 9788835403852



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así se dijo así mismo, en contra de su Consejero de Justicia, que trató de quitarle de la cabeza el asunto, pues podría perjudicarlos, que quería presenciar algún Juicio de aquel hombre, y así ocurrió que se presentó disfrazado a presenciar uno y le gustó, y dispuso que sería interesante, hacer unos Juicios a la Sociedad, y puesto que tenían un Juez que le venía la Justicia del mundo Espiritual, los humanos se podrían beneficiar de ello, y lo pensó y lo dispuso y así llamó y organizó un Juicio presidido por aquel Juez tan especial.

      Así pasó, que cuando todos hubieron saludado y se presentaron, el Rey mandó hablar al Consejero de Justicia, y éste expuso, que quería saber cómo estaba la Justicia entre las gentes, y que, para ver la preparación de los Jueces, se había pensado hacer unos Juicios allí delante del Rey, el cual escucharía y no intervendría.

      Así, no se quería que se hiciera la Justicia a su parecer, sino porque es lo acertado, y así mismo dispuso quién tenía que ser el Acusador o Fiscal, y quién tenía que ser el Defensor, y quiénes tenían que actuar como testigos de la acusación, y quiénes de la defensa, y al último de todos que nombró fue al Juez principal, que no era otro que el propio juez del sueño.

      Éste que no salía de su asombro, y que nunca le había gustado ser importante, y que en aquel mismo momento estaba sentado al final de todos los sillones, en el lugar más alejado y considerado menos relevante, cuando escuchó su nombre para el cargo, se levantó, y trató de excusarse diciendo:

      ―En verdad os agradezco el cargo, pero teniendo aquí a mis superiores, y considerando que soy el más ínfimo de los presentes, creo que os habéis equivocado en el nombramiento ―El juez continuó hablando despacio y en voz tal, que todos le pudieran escuchar bien, pues el recinto era grande―. Decirme si no, ¿cómo ellos que son más, van a someterse a mi Juicio siendo menos?, ¿acaso mi palabra va a tener alguna fuerza?, cuando ellos bien preparados, y con grandes cargos defiendan o ataquen algo, si yo apenas tengo lo justo para hacer justicia en el Zoco, que como sabéis son cosas sencillas y no requieren de grandes preparaciones es.

      Y así argumentó, y como el consejero que estaba de acuerdo con sus explicaciones iba a cambiar las cosas, intervino el Rey, que era el único al parecer que tenía el empeño en que aquello se celebrase y dijo:

      ―Veremos qué tal lo hacéis ahora que no estáis en el Zoco, y también qué tal lo hacen otros, estando a las ordenes en lugar de darlas, ¡Que el Juicio empiece!

      Así pues, una vez constituido el tribunal, se trajeron unos sillones y unas mesas y se formó el Juicio y también como el Rey quería tener constancia, pues intuía que podía salir algo importante, se llamó a un escritor que pusiera en tablillas de cera lo que se dispusiera como Sentencia, para que se archivasen o se aplicasen según su valía.

      El juez cuando se vio tan importante, pidió el tema del Juicio y este se le dijo, y así entendió y levantándose por el poder que según él mismo dijo le había dado el Rey, dispuso que se abriera el debate, pero como a ninguno se le había comunicado las intenciones del Rey antes, se dispuso, y así lo dispuso él, que tuvieran tiempo hasta después de la comida para pensar y organizar sus argumentos y así también preparar a los testigos.

      A todos les pareció bien menos al Rey, que parecía que tenía prisa y así lo manifestó.

      El juez, ejerciendo de Juez, le contestó:

      ―Ver Señor que podemos hacer lo que queráis, pero que, si queréis Justicia, esta tiene que ser bien pensada y también bien defendida, y bien planteada, y si alguno por no tener su tiempo, no lo hace bien, luego se podrá decir, que El Rey lo quiso así, no quería justicia si no prisa.

      El Rey entendió y le dijo:

      ―Tú tienes el poder, pues eres el Juez, que se haga como dices.

      El juez, el verdadero y real, el que dormía en su habitación de su casa, seguía durmiendo, y mientras su Espíritu, era el que veía y escuchaba todo y así asombrado por verse él mismo en una situación no real, escuchaba todos los comentarios, y así se juntó a alguno de los Jueces importantes, y sin que ellos se dieran cuenta.

      En realidad, eran los Principales dentro de los Jueces, y también Principales suyos en la vida real, y acercándose escuchaba cómo murmuraban que le arreglarían las cuentas al juez cuando salieran del lugar, y otros decían:

      ―Le dejaremos hacer, y cuando sea el momento, delante del Rey le pondremos una trampa ―Pues todos eran inteligentes y así mismos se veían respaldados por el Consejero de Justicia, que había dado muestras de no estar conforme con aquella escena, ni con los cargos dados.

      El juez, el que tenía el cargo de Juez que le había dado el consejero por orden del Rey, se veía solo en un lado de la habitación, y cuando se le acercó uno para hablarle, le dijo:

      ―No tengo nada que comentar, hasta que el Juicio haya terminado, pues tus comentarios podrían invalidar el Juicio, al conocer una parte y no la otra.

      El tema escogido era, LOS ANCIANOS. El Juicio inició y se organizaron, y empezó a hablar el Principal de mayor autoridad, y como era el que más autoridad tenía, todos le escucharon, y todos vieron que trataba de lucirse, pero que no decía nada nuevo y a este se le había dicho que presentara el Juicio, y eso hizo sin muchos detalles, tan solo para cubrir el puesto.

      Luego habló el siguiente, también Principal y segundo en autoridad, todos le escucharon y así éste hizo su presentación como acusador o Fiscal, y él mismo, se dio cuenta por lo expuesto, que quería terminar y marcharse pues se sentía incómodo y consideraba un capricho del Rey aquel acto.

      Luego pasó el tercero, aquel que era Defensor, y como la acusación había sido tan mala, el defensor no podía lucirse anulando a su superior, y así lo hizo peor, y aunque al final trató de hacer un resumen y aclarar un poco lo dicho, todos vieron que quería hacer un favor al anterior.

      Continuaron los testigos de la acusación y los de la defensa y así terminaron, y cuando todo parecía acabado y se suponía el veredicto del Juez, que sin duda sería favorable al Principal de mayor autoridad, pues así lo esperaban todos incluso el Rey, al que le había parecido todo muy poco profundo, se encontraron con que el Juez dijo:

      ―Dejarme hacer Oración y escucharéis mi Sentencia ―Y se retiró.

      Cuando regresó su cara denotaba preocupación y así en pie y pidiendo permiso al Rey que se lo concedió, dijo:

      ―Bien ahora ya os habéis lucido todos delante del Rey, pero si este quiere Justicia, se tendrá que hacer algo diferente a lo que hasta ahora se ha hecho, pues si no, repetiremos los mismos errores que en estos momentos se tienen.

      Aquellas palabras las tomaron los Principales como un insulto y levantándose del asiento arremetieron verbalmente contra el juez, pero el Rey levantándose a su vez, les gritó y todos se callaron para escucharle, y así dijo:

      ―Me alegro de que el Juez haya sido el que os pusiera en vuestro sitio, pues si él no lo hubiera hecho lo habría hecho yo. Todo lo que he visto no me sirve de nada, y quiero tener algo nuevo, así que dejar de pensar en luciros, que para mí sois los Principales y no se os va a quitar nada, y dejar hacer al Juez su trabajo, así que escuchemos y veamos qué más nos dice, pues el tiempo que ha estado en Oración ha sido mayor del que nos ha dicho las cosas ―Y se sentó.

      Ante aquellas palabras del Rey, el juez, vio reforzada su escasa autoridad y empezó por organizar el trabajo y designó a quién quería escuchar el primero, y como empezó a hacerlo como lo había hecho antes le dijo:

      ―Espero que seas mejor en tus Juicios, pues careces de calidad, así que prepara para mañana bien el trabajo ―Y lo mismo hizo con los demás, asombrando incluso al Rey, que por un lado veía que se alargaba algo que para él había empezado como un juego, y que por otra parte le gustó el tono y los planteamientos, de aquel a quien había puesto como Juez, y todos salieron pues disgustados.

      Así pues, el Juez por la autoridad que le había dado el Rey dispuso que el Juicio se celebraría al día siguiente, dando tiempo